Eleg¨ªa del Guadarrama
Poemas cincelados en la roca llevan del mirador de Aleixandre al de Rosales, al pie de Siete Picos
Abrasar¨¢ la lluvia ¨¢cida el postrer pino de Valsa¨ªn. Enmudecer¨¢n la chova y el acentor. No volver¨¢ a nevar. Y el ¨²ltimo buitre de Pe?alara, se?or indiscutible de las lagunas fosforescentes, les llevar¨¢ de comer a sus pollos muertos una Barbie Superstar. Ocurrir¨¢ todo eso -ya lo ver¨¢n-, pero, a pesar de los pesares, alguno seguir¨¢ subiendo al mirador de Vicente Aleixandre para otear los montes pelados y recitar los versos cincelados, por los siglos de los siglos, en un vecino cancho: "Desde esta cima solitaria os miro, / campos que nunca volver¨¦is a mis ojos, / piedra de sol inmensa, eterno mundo, / y el ruise?or tan d¨¦bil que en su borde lo hechiza". Despu¨¦s de todo, nunca cant¨® el ruise?or en el Guadarrama.Primero fue el observatorio de Aleixandre, que se lo consagraron para ganar. el Nobel de Literatura (1977), y luego el mirador posada de Luis Rosales, que se lo dieron dos a?os m¨¢s tarde por amar a Cercedilla, lo cual no es ni mejor ni peor que recibir un premio de los suecos, sino distinto. Ambos caen a la vera de Navarrulaque, en el halda de Majalasna, el m¨¢s occidental de los Siete Picos, y se?orean por igual sobre los valles, cerros, dehesas y caser¨ªos que va enhebrando el r¨ªo Guadarrama camino de la llanura.
Las rocas hablan
Doscientos metros de piorno y granito, los separan. Doscientos metros que pueden hacerse infinitos si a uno le da por demorarse ech¨¢ndoles un vistazo a las c¨²spides circundantes, desde La Maliciosa (al este) hasta La Pe?ota (al oeste), pasando por los Siete Picos y el Mont¨®n de Trigo. Y si encima ese uno repara en que las rocas hablan, en. que las rocas son como las serranas parlanchinas del Arcipreste, que se plantan en mitad del camino y le dan palique en verso, entonces es seguro que echa bote y merienda.
Para llegar a estas alturas donde las pe?as son juglares,, hay dos caminos facil¨ªsimos: uno, la carretera de la Rep¨²blica, que es prolongaci¨®n de la de las Dehesas (M-966), por pista forestal vedada al tr¨¢fico, y dos, la vereda de las Encinillas empinada trocha que asciende a Navarrulaque desde el apeadero del ferrocarril el¨¦ctrico en Camorritos y que est¨¢ se?alizada con trozos de pintura roja y blanca (sendero de gran recorrido GR-10). No-hay p¨¦rdida: el mirador de Aleixandre descuella junto a la carretera de la Rep¨²blica a un kil¨®metro escaso al sur de la pradera de Navarrulaque.
Media docena de poemas, esculpidos para la eternidad sobre las piedras, jalonan la senda de los Poetas. El primero, el de Vicente ("Desde esta cima solitaria os miro... "), que fue como un faro c¨®smico emitiendo -de viva voz- desde su casa de Miraflores. Y el siguiente, este pedazo de Machado: "?Oh, s¨ª!, llevad, amigos,/ su cuerpo a la monta?a,/ a los azules montes / del ancho Guadarrama". Se le hab¨ªa muerto el maestro, don Francisco Giner de los R¨ªos, el hombre que en la sierra so?aba un nuevo florecer de Espa?a.
"Aguda dentellada"
Leopoldo Panero ("Camino del Guadarrama, / nieve fina de febrero. / Y a la orilla de la tarde, / el pino verde en el viento"), Garc¨ªa Nieto ("Afila Siete Picos en la sombra / su aguda dentellada") y el rom¨¢ntico y una pizca anacr¨®nico, entre tantos contempor¨¢neos, Gabriel Garc¨ªa Tassara ("Cumbres de Guadarrama y de Fuenfr¨ªa /columnas de la tierra castellana") anteceden al bardo predilecto del lugar, al poeta que ech¨® aqu¨ª ra¨ªces, caminatas, l¨¢grimas y amigos del alma, a Luis Rosales: "Las noches de Cercedilla / las llevo en mi soledad / y son la ¨²ltima linde/ que yo quisiera mirar".
Antonio Sanz de Miera -que, como presidente de la Fundaci¨®n Cultural Cercedilla, tiene la culpa de tanta l¨ªrica Junta- ha subido mil veces al mirador posada con otras tantas obras de Rosales para dejarlas all¨ª, en un cajet¨ªn preparado al efecto, a disposici¨®n temporal de los transe¨²ntes. Y los transe¨²ntes han birlado todas. Normal. Si desaparecieron el oso, el lobo y el lince, que ten¨ªan colmillos y zarpas, ?no iban a desaparecer unas mariposas sin alas!
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.