Ganas de centro
Cuando se pregunta a Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar por sus referentes pol¨ªticos, contesta sin titubeos: la UCD, y a?ade de inmediato una explicaci¨®n sobre lo mucho que los espa?oles debemos a aquel partido y lo ejemplares que fueron sus modos de gobernar. Heredero de la gran fundaci¨®n de Manuel Fraga, pero consciente de que Alianza Popular hab¨ªa encapsulado a la derecha en unos l¨ªmites demasiado estrechos para aspirar al Gobierno, Aznar siempre ha sentido ganas de centro. En un primer momento, cuando a¨²n te n¨ªan que luchar con la competencia residual del CDS, los populares se definieron como de centro-derecha; ahora, cuando ya no quedan ni los restos del naufragio centrista, Aznar y su partido lanzan la consigna de ganar el centro. Si no fuera gafe, a?adir¨ªan una C a las dos P. Pero, como cambiar el nombre de los partidos es siempre una operaci¨®n arriesgada, prefieren conservarlo vaci¨¢ndolo por completo de connotaciones derechistas. Saben bien, en efecto, que en Espa?a, donde la vinculaci¨®n de los votantes con los partidos es muy baja, se mantiene muy firme, sin embargo, la autoubicaci¨®n en el cont¨ªnuo ideol¨®gico izquierda-derecha. Nos cuesta trabajo expresar cercan¨ªa, por no hablar de fidelidad o identificaci¨®n con un partido pol¨ªtico, pero, cuando se nos pregunta por el lugar ideol¨®gico que ocupamos, nadie lo duda: al mostrarnos la l¨ªnea de 1 a 10 que va de la izquierda a la derecha, cada cual sabe d¨®nde llevar el dedito y exclamar ufano aqu¨ª estoy yo.El resultado es que la mayor¨ªa, se sit¨²a en el centro (de 5 a 6) y en el centro-izquierda (de 4 a 5) y que los extremos permanecen desiertos desde 1977. Hay que aventurarse por el centro y hasta asomarse al centro-izquierda si se quiere volver a casa con la cesta cargada de votos. Eso es lo que han aprendido los populares cuando reclaman, como referentes pol¨ªticos, la tradici¨®n liberal-conservadora de la Restauraci¨®n, la liberal de la Rep¨²blica y la centrista de la transici¨®n a la democracia: una l¨ªnea continua que partir¨ªa de C¨¢novas, pasar¨ªa simb¨®licamente por Aza?a y desembocar¨ªa en Su¨¢rez. Para la derecha-derecha, la que arranca de Maura y sus aguerridas huestes, pasa por Gil Robles con su CEDA y desemboca en Fraga y su Alianza, un respeto y un piadoso silencio.
Los dos problemas, hasta ahora irresueltos, de esa estrategia son, por una parte, que los electores espa?oles, aunque muy poco o nada fieles a sus partidos, se han mostrado absolutamente reacios a abandonar su autoubicaci¨®n ideol¨®gica: aunque Norberto Bobbio no sepa que es hoy derecha y qu¨¦ izquierda, aqu¨ª no s¨®lo lo sabemos, sino que estamos dispuestos a morir sin abandonar la trinchera que cada uno se ha cavado en el espacio ideol¨®gico; por otra, que la mayor¨ªa de los electores, incluidos los suyos, siguen situando al PP en posiciones claramente de derecha. Ya pas¨¦ en 1993 y, aunque ahora se haya suavizado esa percepci¨®n, no hay manera de desplazar la ubicaci¨®n popular desde la casilla 8, donde la situ¨® Fraga, hasta la 6, donde le gustar¨ªa verla a Aznar.
En estas condiciones, la gran esperanza popular radica en que los votantes autoubicados en el amplio espacio de la izquierda, reacios a saltar la raya y votar a un partido percibido como de derechas, cambien de voto dentro de su mismo bloque ideol¨®gico o voten en blanco. Para lo primero, los populares tienen que mostrarles visible o, mejor, televisiblemente, con debates a tres, que en la izquierda hay dos opciones igualmente serias: una hacia arriba, la de IU; otra hacia abajo, la del PSOE. Para lo segundo tienen que convencer a esos mismo electores, bien dispuestos a recibir el mensaje, que, aunque no apoyen a IU, cometer¨ªan una falta de higiene pol¨ªtica si votaran otra vez al PSOE. Y as¨ª, por las paradojas de la vida, que los populares vayan a saciar sus apetitos de centro no depender¨¢ tanto de ellos como de lo que al final decidan los votantes autoubicados en la izquierda que hoy s¨®lo tienen claro no votar a la derecha.
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