Guerra mundial y derechos humanos
El a?o 1995 se llev¨® consigo un recuerdo reiterado de la II Guerra Mundial. Febrero y la evocaci¨®n casi una primicia informativa del bombardeo de Dresde; los primeros d¨ªas de mayo y la cele braci¨®n en las principales capita les europeas de actos institucionales para celebrar el final de la guerra en Europa; unos meses despu¨¦s, en agosto, la conmemoraci¨®n, de doble filo angustia y salvaci¨®n-, del lanzamiento de las dos bombas at¨®micas sobre Hiroshima y Nagasaki y de la rendici¨®n de Jap¨®n que pon¨ªa punto final al conflicto en su es cala mundial. Pero, queda a¨²n un cabo por atar. La Declaraci¨®n Universal de Derechos Huma nos, el recuerdo de cuya aprobaci¨®n nos sali¨® al paso un a?o m¨¢s el pasado diciembre, est¨¢ ¨ªntima mente ligada, tal vez con exceso, a esa II Guerra Mundial. Una cadena de tomas de posici¨®n en favor de los derechos humanos hab¨ªa ido jalonando los a?os mismos del conflicto: proclamaci¨®n de las cuatro libertades por F. D. Roosevelt, el 1 de enero de 1941; Carta del Atl¨¢ntico, del 14 de agosto de ese mismo a?o suscrita en enero de 1942 por los 26 pa¨ªses entonces en el bando aliado; Conferencia de Ministros de Asuntos Exteriores de los que ya se denominan Cuatro Grandes, en Mosc¨², en octubre de 1943; reuni¨®n preparatoria de las Naciones Unidas en Dumbarton Oaks en agosto-octubre de 1945, hasta llegar a la Conferencia de San Francisco de abril-junio del mismo a?o de la que emana un documento fundamental, la Carta de las Naciones Unidas, en la que nada menos que en seis ocasiones se alude expresamente a los derechos humanos. Ser¨ªa la ni?a de sus ojos. Alguien ha definido a las Naciones Unidas, con todas sus limitaciones, como el gran ¨®rgano de creciente cumplimiento de los derechos humanos. Ten¨ªa que ser as¨ª. El a?o 1945 supon¨ªa, sin lugar a duda, uno de esos hitos, mayores de la historia universal que obliga a la humanidad a pensar sobre las bases ¨²ltimas de su existencia. Y el centro de esa reflexi¨®n fue una conciencia especialmente aguda d¨¦. los derechos humanos y libertades fundamentales de la persona. A su violaci¨®n y olvido se deb¨ªa, en la ¨®ptica de los vencedores, la teragedia que la humanidad acababa de vivir y su aceptaci¨®n como base ¨²ltima de la sociedad ser¨ªa la mejor garant¨ªa para iniciar una larga y, por qu¨¦ no, definitiva era (le paz universal. Tal conexi¨®n entre la reci¨¦n sufrida II Guerra Mundial y la Declaraci¨®n que como consecuencia del mandato de la Carta comenz¨® a elaborarse de forma inmediata hubo de dejar clara huella en el texto. Un simple repaso al mismo y todav¨ªa m¨¢s a los debates de la Comisi¨®n que lo elabor¨® dan fe de ello. Ya en el mismo pre¨¢mbulo se nos dice, como justificaci¨®n de la Declaraci¨®n que "el desconocimiento y ¨¦l menosprecio de los derechos humanos ha originado actos de barbarie ultrajantes para la conciencia. de la humani dad...". Clara alusi¨®n a los cr¨ªmenes nazis, al genocidio jud¨ªo, que apenas s¨ª se hab¨ªan filtrado durante los a?os mismos de guerra y hab¨ªan saltado a la publicidad desde los primeros meses de 1945.
Con cierto ¨¦nfasis, que hoy a la vista de abusos muy posteriores y recientes nos puede parecer ingenuo, intervendr¨¢ su principal ponente Ren¨¦ Cassin al tratar del derecho a la vida contenido en el art¨ªculo 3, afirmando que si este derech¨® fundamental hubiera estado en la conciencia de la humamidad en 1933 se hubieran podido detener los m¨²ltiples atentados contra la vida cometidos por Hitler.
El art¨ªculo 4, por el que se condena la esclavitud, es una nueva ocasi¨®n para aludir a uno de los episodios m¨¢s tristes de la II Guerra Mundial. El rechazo a una esclavitud, llam¨¦mosla as¨ª tradicional, ya hab¨ªa sido enunciado por la Declaraci¨®n elabora da desde Francia con ocasi¨®n de la revoluci¨®n de 1848. Pero en los a?os. recientes, como hizo notar la delegada polaca Kalinowska, se hab¨ªan introducido formas nuevas de esclavitud, los campos de concentraci¨®n en los que han muerto centenares de miles de personas. Con el estilo preciso e intencionado a la vez, propio de un texto de esta ¨ªndole, se a?adir¨¢ un matiz- "Queda prohibida la esclavitud, bajo todas sus fomas".
No es preciso que nos prolonguemos aportando nuevos ejemplos. Es indudable que tal dependencia entre la II Guerra Mundial y los derechos humanos emanados de ella, engrandecen a aqu¨¦lla, pero relativizan el contenido de estos ¨²ltimos. El mundo ha cambiado profundamente y en sus n¨¢smas bases en estos ¨²lt¨ªmos 50 a?os. Conscientes de ello, las mismas Naciones Unidas, en 1974, abrieron el camino en un acto institucional hacia los llamados Derechos Humanos de Tercera Generaci¨®n: el derecho al desarrollo, a la conservaci¨®n del medioambiente,
Ahora bien; el problema, radica en que sin ellos las otras dos generaciones de derechos contenidos en la Declaraci¨®n, la de los derechos civiles y pol¨ªticos (los de la libertad, la igualdad ... ) y la de los derechos econ¨®micos, sociales y culturales de la Declaraci¨®n expresamente titulada "Universal" (los de un salario digno, una educaci¨®n obligatoria y gratuita ... ) dif¨ªcilmente se sostienen. La Declaraci¨®n Universal de Derechos Humanos fue conmemoraci¨®n una vez m¨¢s el pasado diciembre (menos en Espa?a, estuvimos ausentes de su gestaci¨®n y eso pesa), pero tambi¨¦n problema. La que fue criatura predilecta del mundo que nac¨ªa en San Francisco vive en entredicho. El cincuentenario de la II Guerra Mundial, antes de decl¨ªnar, nos ha dado la pista.
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