El 'Woodstock' madrile?o
El actual programador del Caf¨¦ Central organiz¨® hace 20 a?os el Festival de Pueblos Ib¨¦ricos
El 9 de mayo de 1976, m¨¢s de 50.000 j¨®venes de todo el pa¨ªs se congregan en el campus de la Universidad Aut¨®noma, en Cantoblanco. Brigadas especiales y decenas de polic¨ªas a caballo y en jeeps se han situado en los mont¨ªculos que rodean la vaguada. El cantautor aragon¨¦s Jos¨¦ Antonio Labordeta, subido en un escenario, entona aquello de "habr¨¢ un d¨ªa en que todos al levantar la vista veremos una tierra que ponga libertad". Un grupo de universitarios corre hacia una de las laderas, se echan a tierra y con sus cuerpos escriben tambi¨¦n la palabra libertad.Esto ocurr¨ªa hace dos d¨¦cadas y se trataba del Festival de Pueblos Ib¨¦ricos, en el que participaron casi todos los grandes cantautores espa?oles y algunos portugueses que hab¨ªan estado, en su mayor¨ªa, vetados durante el franquismo. En agosto de 1969 se hab¨ªa celebrado el legendario festival de Woodstock, y Gerardo P¨¦rez, un estudiante segoviano de 24 a?os que hab¨ªa llegado a Madrid ese a?o para estudiar Derecho, pens¨® que ser¨ªa una buena idea organizar un recital "en la misma onda. Pero, claro, como era Espa?a y los a?os setenta, ten¨ªa que ser progre. Mientras ellos hablaban del amor libre, a nosotros nos preocupaba m¨¢s la amnist¨ªa y la libertad", explica Gerardo, a quien hoy se le puede encontrar a menudo en el madrile?o Caf¨¦ Central, el conocido club de jazz, que ¨¦l mismo fund¨® en 1982 junto a tres amigos m¨¢s.El dictador Franco hab¨ªa muerto s¨®lo cinco meses atr¨¢s, y organizar un recital de estas caracter¨ªsticas era pr¨¢cticamente imposible entonces. De hecho, nadie, salvo Gerardo, cre¨ªa que finalmente lo autorizar¨ªan. Muchos, incluidos sus compa?eros de partido -militaba en el PTE (Partido del Trabajo de Espa?a)- le tildaron de loco. "Me decepcion¨® mucho la actitud de los partidos pol¨ªticos. No cre¨ªan que el festival se pudiera hacer y, en vez de trabajar para que se celebrara, estuvieron m¨¢s pendientes de preparar manifestaciones y movilizaciones de protesta para cuando se prohibiera".
La negociaci¨®n con el rector de la Aut¨®noma y el Ministerio de Educaci¨®n no fue f¨¢cil. Hasta el mismo s¨¢bado, 8 de mayo, no lleg¨® la autorizaci¨®n. Una de las condiciones que puso el rector Gratiniano Nieto consisti¨® en que las letras de las canciones llevasen los sellos de la Direcci¨®n General de Cultura Popular y de la Sociedad General de Autores. Y al final se permiti¨® el festival, pero s¨®lo un d¨ªa y no dos como se pretend¨ªa.
A pesar de que no hubo transporte p¨²blico a Cantoblanco, aquel domingo por la ma?ana el campus de la Aut¨®noma se llen¨® de miles de j¨®venes llegados de todas las regiones del pa¨ªs. "Fueron 50.000 valientes, porque la verdad es que nadie sab¨ªa c¨®mo iba a safl r la cosa. Ten¨ªamos mucho miedo. Tambi¨¦n lo ten¨ªan los cantantes. Alguno se me rebel¨®, como Raimon. Yo hab¨ªa pensado que ¨¦l cerrara el recital, como broche final. Pero todos ten¨ªan muchas ganas de cantar y quitarse de en medio r¨¢pidamente, y no lo digo como cr¨ªtica, era bastante l¨®gico. Raimon dijo que ¨¦l cantaba despu¨¦s de Pi de la Serra y se iba r¨¢pidamente para coger el avi¨®n a Barcelona", cuenta Gerardo.
Para evitar incidentes, los organizadores pidieron al p¨²blico que al menos al principio no sacaran las banderas -la ¨ªkurr¨ª?a, por ejemplo, era ilegal- ni gritaran consignas pol¨ªticas para que no suspendieran el festival. Y as¨ª fue. La gente permaneci¨® la primera hora bastante calmada. Pero despu¨¦s, todo el mundo sac¨® su bandera: Euskadi, Galicia, Catalu?a, Comuneros de Castilla, Andaluc¨ªa, Valencia, Arag¨®n... y hasta el Frente Polisario, adem¨¢s de la republicana y la de distintos partidos pol¨ªticos. El mismo Gerardo, subido al escenario, hizo ondear la bandera catalana cuando actu¨® Raimon. Pronto se oyeron los gritos de amnist¨ªa y libertad.No hubo incidentes. Ni siquiera se vendieron bebidas alcoh¨®licas, y EL PA¨ªS -hac¨ªa s¨®lo cinco d¨ªas que estaba en la calle- recogi¨® al respecto una an¨¦cdota muy ilustrativa: cuando le toc¨® el turno al cantaor Manuel Gerena, ¨¦ste pidi¨® un poco de vino o cerveza para poder arrancarse, "porque la Fanta no sirve para esto", brome¨®. S¨®lo hubo un momento tenso. A las seis de la tarde, un espont¨¢neo salt¨® al escenario e. inform¨® de que en la tradicional reuni¨®n de carlistas en Montejurra un fascista hab¨ªa matado a un joven de 20 a?os. Se guardaron dos minutos de silencio y por fortuna nadie perdi¨® los nervios.
Adem¨¢s de los ya mencionados, actuaron La Bullonera, Bibiano y Benedicto, Mir¨® Casavella, Luis, Pastor, La Fanega, Daniel Vega, Julia Le¨®n, Enrique Morente, Miriam de R¨ªu, Elisa Serna, Fernando Unsain, Adolfo Celdr¨¢n, Pablo Guerrero, Mikel Laboa, V¨ªctor Manuel, Gabriel Gonz¨¢lez y los lusos Fausto y Vitorino. La actuaci¨®n de ¨¦stos fue muy emotiva, ya que interpretaron el Grand¨®la, vila morena, la canci¨®n de la revoluci¨®n de los claveles.Al atardecer, cuando la luz recortaba en el horizonte las siluetas de los polic¨ªas a caballo, termin¨® el recital folk y los asistentes se retiraron pac¨ªficamente. Los estudiantes recogieron todos los desperdicios y dejaron la explanada como una patena. En los meses siguientes, varias universidades espa?olas solicitaron permiso para r festivales similares. Ninguno fue autorizado.El Festival de Pueblos Ib¨¦ricos fue tambi¨¦n el ¨²ltimo acto que Gerardo P¨¦rez -que hoy tiene 44 a?os- organiz¨® en la universidad. En 1973 hab¨ªa fundado la Asociaci¨®n Cultura y Derecho con la idea de incorporar a la vida cotidiana de la facultad conciertos, conferencias, recitales de poes¨ªa, teatro o jornadas sobre cine. "No era f¨¢cil", comenta. "Muchas de estas actividades eran boicoteadas o se prohib¨ªan en *el ¨²ltimo momento, sin saber por qu¨¦. Al tanguista Carlos Montero, por ejemplo, nunca le dejaron actuar, y eso que sus canciones no eran pol¨ªticas". El mismo Gerardo estuvo tres veces detenido, y dos de ellas ingres¨® en Carabanchel por negarse a pagar IN unas multas exorbitadas.Aunque a veces siente nostalgia de aquella etapa universitaria, asegura no compartir el "desencanto" de su generaci¨®n. "Yo no he participado de esa decepci¨®n. El ver a la polic¨ªa y no tener miedo y el poder ex presar mis ideas sin ser detenido me parece algo estupendo". Nunca lleg¨® a ejercer como abogado. En 1980 organiz¨® los primeros carnavales madrile?os -en la dictadura estaban prohibidos-, apoyado por el alcalde Enrique Tierno. En la actualidad se dedica a preparar los conciertos del Caf¨¦ Central y no milita en ning¨²n partido: "Me pas¨¦ desde el a?o 1971 al 1978 en reuniones del partido, discutiendo si ¨¦ramos mao¨ªstas, estalinistas, leninistas o revisionistas. Era horroroso. Claro que entonces era un ejercicio de pura dignidad hacer algo por cambiar la situaci¨®n. Este pa¨ªs era un agobio".
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