Una cuesti¨®n de orden
Castilblanco / Seis matadores
Toros de Castilblanco, desiguales de presencia, flojos excepto 3?; 1?, 2? y 6? inv¨¢lidos; manejables.
Ignacio Mart¨ªn: bajonazo que asoma (divisi¨®n y saluda). David Oliva:pinchazo hondo, estocada ca¨ªda -aviso con retraso- y dobla el toro (palmas y saluda). Pedro Carra: tres pinchazos y estocada ladeada (aplausos y saludos). Julio Mart¨ªnez: media contraria recibiendo (vuelta por su cuenta). Lima de Estepona: estocada corta perpendicular trasera (vuelta). Juan Jos¨¦ Padilla: estocada trasera (oreja).
Plaza de Valdemorillo, 4 de febrero. 1? corrida de feria. Cerca del lleno.
El sexto toro cogi¨® a Juan Jos¨¦ Padilla al t¨¦rmino del tercio de banderillas, qued¨® el torero fuera de combate y las cuadrillas lo condujeron a la enfermer¨ªa. Tom¨® Ignacio Mart¨ªn el turno del diestro herido conforme el reglamento manda, requiri¨® los trastos toricidas, pidi¨® permiso al presidente -que dio la venia, harto reverencioso-, fuese al toro, le instrument¨® ayudados y en estas que la taurinada del callej¨®n se puso a hacer grandes aspavientos avisando de que Juan Jos¨¦ Padilla volv¨ªa. Efectivamente volvi¨®, con un vendaje protegi¨¦ndole la pierna herida, y plate¨® una seria cuesti¨®n de orden: ?Qui¨¦n deb¨ªa matar al toro?Ignacio Mart¨ªn reivindicaba su derecho, derivado de la obligaci¨®n asumida y el presidente le daba la raz¨®n: "Es Mart¨ªn quien debe matar al toro" dec¨ªa, se?al¨¢ndole con el dedo. Pero Juan Jos¨¦ Padilla insist¨ªa en que aquel era su toro (exageraba bastante al llamarle toro, por cierto) empu?¨® los trastos toricidas de su pertenencia, e interponi¨¦ndose entre Ignacio Mart¨ªn y la v¨ªctima inocente de la disputa, a despecho de cuanto el presidente ordenara y aconsejase la Guardia Civil -que se hizo presente en el concili¨¢bulo entre barreras de forma testimonial-, tore¨® y mat¨®. La autoridad del presidente quedaba hollada con aquella intromisi¨®n. Aunque esa autoridad deb¨ªa de ser ficticia pues el propio presidente que proclamaba los derechos prioritarios de Mart¨ªn, a Padilla, fue, y le dio una oreja.
Muchas veces se ha dicho en la fiesta que sus problemas devienen de la falta de autoridad, y es cierto. Si hubiera autoridad no saldr¨ªan toros febles de escasa cuerna, como en Valdemorillo; y si, en cambio, tuvieran lo que hay que tener -edad, pitones y reda?os- los toreros no se pelear¨ªan por torearlos. Al primero, que parec¨ªa una damisela t¨ªsica, Ignacio Mart¨ªn lo mulete¨® con reposado aseo, mas sin cruzarse. La afici¨®n (entre la que uno se encuentra) no tard¨® en arrepentirse de subrayar este juicio cr¨ªtico pues los restantes espadas tampoco se cruzaban y adem¨¢s eran incapaces de embarcar las boyantes embestidas con la gustosa templanza del director de lidia.
Cuando el p¨²blico abroncaba el segundo toro por su absoluta invalidez, a David Oliva le susurr¨® el apoderado "Tu a lo tuyo", respondi¨® el torero "No, si ya" y se puso a pegar pases hasta el infinito. Pedro Carra tore¨® mejor al encastado tercero, que ten¨ªa poder y derrib¨®. A Julio Mart¨ªnez le dio por el tremendismo y fue un abuso que asustara as¨ª al bondadoso cuarto.
Lima de Estepona recibi¨® al quinto por largas cambiadas, mulete¨® envarado descargando la suerte y escuch¨® muchos aplausos. Juan Jos¨¦ Padilla tambi¨¦n dio largas cambiadas, banderille¨® precipitado, juguete¨® con el toro inv¨¢lido al terminar el tercio y en un descuido le enganch¨® el animal. La herida no result¨® tan importante que le impidiera volver, frustrar al compa?ero, desautorizar al palco, provocar pol¨¦mica en los tendidos, ce?ir naturales y derechazos, ponerse de rodillas, cobrar una estocada en el espinazo y llevarse una oreja de dudosa legitimidad. El Tribunal de Defensa de la Competencia deber¨ªa dirimir este vidrioso asunto.
Babelia
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