Como lector constante
y a la vez -aunque muy espor¨¢dico- colaborador de EL PA?S, no va a ser la gratitud por el trato m¨¢s que considerado que en el segundo aspecto he recibido siempre en esa casa lo que detenga mi protesta por el editorial del 27 de enero de este a?o, sobre todo porque incurre en reincidencia con respecto al del 22 de julio del 95. En aqu¨¦l, que ten¨ªa por contenido cierto agravio particular de los se?ores Polanco y Cebri¨¢n con el/la se?or/se?ora Sebasti¨¢n/Pav¨®n, dec¨ªan ustedes: "Nuestro peri¨®dico, sus profesionales y directivos y los del grupo de empresas en su entorno han sido frecuente objeto de ataques calumniosos, operaciones y campa?as de desprestigio, a las que habitualmente no hemos querido contestar, ya que siempre hemos cre¨ªdo que el respeto a los lectores exige no marearles con este tipo de historias", con lo que no s¨®lo ca¨ªan ustedes en la debilidad de alabarse por una actitud que, en nombre de ese mismo respeto propalado, deber¨ªan haber dejado a los lectores estimar y alabar, sino que, por a?adidura, se jactaban de ella justamente en el seno del propio texto con que la traicionaban. Pero si por una vez esta mel¨ªflua protesta de virtud pod¨ªa dejarse pasar como un maldiestro intento de hacerse perdonar una excepci¨®n, creo que la benevolencia del lector pecar¨ªa de desleal y de mala consejera si siguiese en silencio ante la reincidencia en el editorial del 27 de enero.No se trata tan s¨®lo de que a m¨ª personalmente (como, seg¨²n supongo, a la gran mayor¨ªa de los lectores) me importen un comino las querellas particulares e intestinas entre empresas period¨ªsticas o entre sus gerentes, sino tambi¨¦n de que no puedo justificar en ning¨²n caso que cuestiones privadas de la empresa usurpen la secci¨®n m¨¢s privativamente reservada a asuntos P¨²blicos como' seg¨²n la norma ancestral del periodismo, tiene que ser la del editorial. Aparte de lo cual, tambi¨¦n se tiene por falta de decoro que un diario se haga protagonista de sus propias p¨¢ginas, y aun menos en funciones de abogado de s¨ª mismo. En fin, la contradicci¨®n est¨¢ en que con ese mismo editorial del 27 en que acusaban ustedes "de total desprecio del inter¨¦s de los lectores" al diario El Mundo, por erigir en "noticia reina" de su primera plana un nuevo bote de lanza del se?or Ram¨ªrez en su particular querella contra el se?or Polanco, EL PA?S incurr¨ªa en esa misma tacha de "desprecio del inter¨¦s de los lectores" que reprochaba a El Mundo, al convertir en tema de su propio editorial la no menos particular defensa o contraataque de la parte del se?or Polanco o de su empresa contra la parte del se?or Ram¨ªrez, pues lo que EL PA?S no puede pretender de sus lectores es que, en un contencioso que no podr¨ªa dejar de ser uno y el mismo para las dos partes, reputen de exclusivo inter¨¦s particular la acci¨®n de la que ataca y de inter¨¦s general, por el contrario, la de la que se defiende. Los que frente al reproche de erigirse en defensores de su caso particular se justifican con el argumento de que no lo defienden en raz¨®n de su propio inter¨¦s particular, sino por cuanto en ¨¦l, en realidad, est¨¢n defendiendo una causa general me han recordado siempre a aquellos anarquistas que atracando bancos pretend¨ªan, tal como proclamaban -y no excluyo que muy probablemente con la m¨¢s candorosa buena fe-, estar luchando por la Causa universal de la abolici¨®n del derecho de propiedad privada.
Por lo dem¨¢s, entre lo que ser¨ªa, en verdad, de inter¨¦s p¨²blico en la causa general del periodismo y en su alarmante estado actual de degeneraci¨®n, no faltan, ciertamente, lacras muy espec¨ªficas de El Mundo, que lo se?alan como una de las fuentes principales de infecci¨®n. S¨®lo mencionar¨¦ la m¨¢s visible, que a mi juicio es tambi¨¦n la m¨¢s nefasta: la proliferaci¨®n del empleo de la negrita para los nombres de persona. No creo exagerar si considero que esta ya cada vez m¨¢s difundida aberraci¨®n tipogr¨¢fica, al convertirse en ¨ªndice y en pauta de lectura, centrando y dirigiendo la atenci¨®n sobre los personajes (reducidos, por otra parte, a poco m¨¢s de un centenar de amiguetes-enemiguetes) y organizando cualquier posible contenido como un puro trasiego reiterante y circular entre un¨ªvocos entes personales (casi como la re currente rotaci¨®n de todas las combinaciones posibles entre las 12 figuras de la baraja en la infinita sucesi¨®n de bazas de una partida eterna) ha contribuido decisivamente a exacerbar en grado abominable hasta lo des tructivo la ya de por si notable propensi¨®n de la pol¨ªtica espa?ola hacia el personalismo. Espero explicarlo pronto con detalle, aun a riesgo de que el se?or Garc¨ªa Trevijano vuelva a tacharme de "administrativista".
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