El perfecto idiota latinoamericano
Cree que somos pobres porque elIos son ricos y viceversa, que la 'historia es una exitosa conspiraci¨®n de malos contra buenos en la que aqu¨¦llos siempre ganan y nosotros siempre perdemos (¨¦l est¨¢ en todos los casos entre las pobres v¨ªctimas y los buenos perdedores), no tiene empacho en navegar en el cyberespacio, sentirse on line y abominar del consumismo, y cuando habla de cultura, tremola as¨ª: "Lo que s¨¦ lo aprend¨ª en la vida, no en los libros, y por eso mi cultura no es libresca, sino vital". ?Qui¨¦n es ¨¦l? Es el idiota latinoamericano.Tres escritores (latinoamericanos, por supuesto) lo citan, diseccionan, rese?an, biograf¨ªan e inmortalizan en un libro -Manual del perfecto idiota latinoamericano- que est¨¢ escrito como los buenos matadores torean a los miuras: arrimando mucho el cuerpo y dejando jirones de piel en la faena. Pero la ferocidad de la cr¨ªtica que lo anima est¨¢ amortiguada por las carcajadas que salpican cada p¨¢gina y por una despiadada autocr¨ªtica que lleva a sus autores a incluir sus propias idioteces en la deliciosa antolog¨ªa de la estupidez que, a modo de bibliograf¨ªa, clausura el libro.
A los tres los conozco muy bien y sus credenciales son las m¨¢s respetables que puede lucir un escribidor de nuestros d¨ªas: a Plinio Apuleyo Mendoza los narcoterroristas colombianos lo asedian y quieren matarlo hace a?os por denunciarlos sin tregua en reportajes y art¨ªculos; Carlos Alberto Montaner luch¨® contra Batista, luego contra Castro y hace m¨¢s de treinta a?os lucha desde el exilio por la libertad de Cuba, y Alvaro Vargas Llosa (mi hijo, por si acaso) tiene tres juicios pendientes en el Per¨² de Fujimori como "traidor a la patria" por condenar la est¨²pida guerrita fronteriza peruano-ecuatoriana. Los tres pasaron en alg¨²n momento de su juventud por la izquierda (?lvaro dice que no, pero yo descubr¨ª que cuando estudiaba en Princeton form¨® parte de un grupo radical que, enfundado en boinas Che Guevara, se manifestaba contra Reagan a las puertas de la Casa Blanca) y los tres ahora son liberales, en esa variante desembozada y sin complejos que es tambi¨¦n la m¨ªa, que en algunos terrenos linda con el anarquismo y a la que el personaje de este libro -el idiota de marras- se refiere cuando habla de "ultra-liberalismo" o "fundamentalismo liberal".
La idiotez que impregna este manual no es la cong¨¦nita, esa naturaleza del intelecto, condici¨®n del esp¨ªritu o estado del ¨¢nimo que hechizaba a Flaubert -la b¨ºtise de los franceses- y para la cual hemos acu?ado en espa?ol bellas y misteriosas met¨¢foras, como el anat¨®mico "tonto del culo", en Espa?a, y, en el Per¨², ese procesionario o navegante "huev¨®n a la vela". Esa clase de idiota despierta el afecto y la simpat¨ªa, o, a lo peor, la conmiseraci¨®n, pero no el enojo ni la cr¨ªtica, y, a veces, hasta una secreta envidia, pues hay en los idiotas de nacimiento, en los espont¨¢neos de la idiotez, algo que se parece a la pureza y a la inocencia, y la sospecha de que en ellos podr¨ªa emboscarse nada menos que esa cosa terrible llamada por los creyentes santidad. La idiotez que documentan estas p¨¢ginas es de otra ¨ªndole. En verdad, ella no es s¨®lo latinoamericana, corre como 1 el azogue y echa ra¨ªces en cualquier parte. Postiza, deliberada y elegida, se adopta conscientemente, por pereza intelectual, modorra ¨¦tica y oportunismo civil. Ella es ideol¨®gica y pol¨ªtica, pero, por encima de todo, fr¨ªvola, pues revela una abdicaci¨®n de la facultad de pensar por cuenta propia, de cotejarlas palabras con los hechos que ellas pretenden describir, de cuestionar la ret¨®rica que hace las veces de pensamiento. Ella es la beater¨ªa de la moda reinante,el dejarse llevar siempre por la corriente, la religi¨®n del estereotipo y el lugar com¨²n.
Nadie est¨¢ exento de sucumbir en alg¨²n momento de su vida a este g¨¦nero de idiotez (yo mismo aparezco en la antolog¨ªa con una cita perversa). Ella congrega al cacaseno ontol¨®gico, como el funcionario franquista que, en un viaje a Venezuela, defini¨® as¨ª al r¨¦gimen que serv¨ªa: "?El franquismo? Un socialismo con libertad", con idioteces transe¨²ntes y casi furtivas, de genialidades literarias que, de pronto, en un arranque de l¨ªrica inocencia explican, como Julio Cort¨¢zar, que el Gulag fue s¨®lo "un accidente de ruta" del comunismo, o documentan, con onmisciencia matem¨¢tica, como Garc¨ªa M¨¢rquez en su reportaje sobre la guerra de las Malvinas, cu¨¢ntas castraciones operan por minuto a golpes de cimitarra los feroces, gurkas brit¨¢nicos en las huestes argentinas. Los contrasentidos de esta estirpe se perdonan con facilidad por ser breves y el aire risue?o que despiden; los asfixiantes son los que se alargan y enroscan en barrocos tratados teol¨®gicos, explicando que la "opci¨®n por la pobreza del genuino cristianismo" pasa por la lucha de clases, el centralismo democr¨¢tico, la guerrilla o el marxismo o en bodrios econ¨®micos que, a ca?onazos estad¨ªsticos y con tablas comparativas de ciencia-ficci¨®n, demuestran que cada d¨®lar contabilizado como beneficio por una empresa estadounidense o europea consagra el triunfo del modelo Shylock del intercambio comercial, pues fue amasado con sangre, sudor y l¨¢grimas tercermundistas.
Hay la idiotez sociol¨®gica y la de la ciencia hist¨®rica; la politol¨®gica y la period¨ªstica; la cat¨®lica y la protestante; la de: izquierda y la de derecha; la socialdem¨®crata, la democristiana, la revolucionaria, la conservadora y -?ay!- tambi¨¦n la liberal. Todas aparecen aqu¨ª, retratadas y maltratadas sin piedad, aunque, eso s¨ª, con un humor siempre sabroso y regocijante. Lo que en verdad va dise?ando el libro en sus jocosos trece cap¨ªtulos y su impagable antolog¨ªa es algo que aglutina y explica todas esas aberraciones, equivocaciones, deformaciones y exageraciones delirantes que se hacen pasar (el fen¨®meno, aunque debilitado, a¨²n coletea) por ideas: el subdesarrollo intelectual.
Es el gran m¨¦rito del libro, la seriedad que se agazapa debajo de la vena risue?a en que est¨¢ concebido: mostrar que todas las doctrinas que profusamente tratan de explicar realidades tan dram¨¢ticas como la pobreza, los desequilibrios sociales, la explotaci¨®n, la ineptitud para producir riqueza y crear empleo y los fracasos de las instituciones civiles y la democracia en Am¨¦rica Latina
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se explican, en gran parte, como resultado de una pertinaz y generalizada actitud irresponsable, de jugar al avestruz en lo que respecta a las propias miserias y defectos, neg¨¢ndose a admitirlos -y por tanto a corregirlos- y busc¨¢ndose coartadas y chivos expiatorios (el imperialismo, el neocolonialismo, las trasnacionales, los injustos t¨¦rminos del intercambio, el Pent¨¢gono, la CIA, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, etc¨¦tera) para sentirse siempre en la c¨®moda situaci¨®n de v¨ªctimas y, con toda buena conciencia, eternizarse en el error. Sin propon¨¦rselo, Mendoza, Montaner y Vargas Llosa parecen haber llegado en sus investigaciones sobre la idiotez intelectual en Am¨¦rica Latina a la misma conclusi¨®n que el economista norteamericano Harrison, quien, en un pol¨¦mico ensayo, asegur¨® hace algunos anos que el subdesarrollo es "una enfermedad mental".
Aqu¨ª aparece sobretodo como debilidad y cobard¨ªa frente a la realidad real y como una propensi¨®n neur¨®tica a eludirla sustituy¨¦ndole una realidad ficticia. No es extra?o que un continente con estas inclinaciones fuera la tierra propicia del surrealismo, que encontr¨® en ella un medio ambiente. abonado donde se aclimataron y florecieron espl¨¦ndidamente lo real maravilloso, la belleza convulsiva del ensue?o y la intuici¨®n y la desconfianza hacia lo racional. Y que, al mismo tiempo, proliferaran en ella las satrap¨ªas militares y los autoritarismos y fracasaran una y otra vez las tentativas de arraigar esa costumbre de los consensos y las concesiones rec¨ªprocas, de la tolerancia. y la responsabilidad individual que son el sustento de la democracia. Ambas cosas parecen consecuencia de una misma causa: una incapacidad profunda para discriminar entre verdad y mentira, entre realidad y ficci¨®n., Ello explica que Am¨¦rica Latina haya producido grandes artistas, m¨²sicos eximios, poetas y novelistas de excepci¨®n; y pensadores tan poco terrestres, doctrinarios tan faltos de hondura y tantos ide¨®logos en entredicho perpetuo con la objetividad hist¨®rica y el pragmatismo. Y, tambi¨¦n, la actitud religiosa y beata con que la ¨¦lite intelectual adopt¨® el marxismo -ni m¨¢s ni menos que como hab¨ªa hecho suya la doctrina cat¨®lica- ese catecismo del siglo XX, con respuestas prefabricadas para todos los problemas, que exim¨ªa de pensar, de cuestionar el entorno y cuestionarse a s¨ª mismo, que disolv¨ªa la propia conciencia dentro de los ritornelos y cacofon¨ªas del dogma.
El Manual del perfecto idiota latinoamericano pertenece a una riqu¨ªsima tradici¨®n, que tuvo sus maestros en un Pascual y un Voltaire, y que, en el mundo contempor¨¢neo, continuaron un Sartre, un Camus y un Revel: la del panfleto. ?ste es un texto beligerante y pol¨¦mico, que carga las tintas y busca la confrontaci¨®n intelectual, se mueve en el plano de las ideas y no de las an¨¦cdotas, usa argumentos, no dicterios ni des calificaciones personales, y con trapesa la ligereza de la expresi¨®n y su virulencia dial¨¦ctica con el rigor de contenido, la seriedad del an¨¢lisis y la coherencia expositiva. Por eso, aunque lo recorre el humor de arriba abajo, es el libro m¨¢s serio del mundo y, des pu¨¦s de leerlo, igual que en el ver so de Vallejo, el lector se queda pensando. Y lo asalta de pronto la tristeza.
?Seguiremos siempre as¨ª, creando con tanta libertad y teorizando tan- servilmente? Am¨¦rica Latina est¨¢ cambiando para mejor, no hay duda. Las dictaduras militares han sido reemplazadas por Gobiernos civiles en casi todos los pa¨ªses y una cierta resignaci¨®n con el pragmatismo democr¨¢tico parece extenderse por doquier, en lugar de las viejas utop¨ªas revolucionarias; a tropezones y porrazos, se van aceptando cosas que hace muy poco eran tab¨²: la internacionalizaci¨®n los mercados, la privatizaci¨®n de la econom¨ªa, la necesidad de reducir y disciplinar a los Estados. Pero todo ello como a rega?adientes, sin convicci¨®n, porque ¨¦sa es la moda y no hay otro remedio. Unas reformas hechas con ese desgano, arrastrando los pies y rezongando entre dientes contra ellas, ?no est¨¢n condenadas al fracaso? ?C¨®mo podr¨ªan dar los frutos esperados -modernidad, empleo, imperio de la ley, mejores niveles de vida, derechos humanos, libertad- si no hay, apuntalando esas pol¨ªticas y perfeccion¨¢ndolas, una convicci¨®n y unas ideas que les den vida y las renueven. sin tregua? Porque la paradoja de lo que ocurre en la actualidad en Am¨¦rica Latina es que el gobierno de sus sociedades comienza a cambiar, sus econom¨ªas a reformarse y sus instituciones civiles a nacer o a renacer, mientras su vida intelectual sigue en gran parte estancada, ciega y sorda a los grandes cambios que ha experimentado la historia del mundo, inmutable en su rutina, sus mitos y sus convenciones.
?La sacudir¨¢ este libro? ?La arrancar¨¢ de su somnolencia gran¨ªtica? ?Abrir¨¢n los ojos los idiotas convocados y responder¨¢n al desaf¨ªo de los tres mosqueteros del Manual, con ideas y argumentos contradictorios? Ojal¨¢. Nada hace tanta falta, para que los cambios en Am¨¦rica Latina sean duraderos, como un gran debate que d¨¦ fundamento intelectual, sustento de ideas, a ese largo y sacrificado proceso de modernizaci¨®n del que resultan sociedades m¨¢s libres y m¨¢s pr¨®speras y una vida cultural con una cuota nula o al menos escasa de idioteces y de idiotas.
Copyright Mario Vargas Llosa, 1996.
Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Diario EL PA?S, SA, 1996. -
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