Advertencias leales
Al grito, de viajeros al tren, las gentes se precipitan estos d¨ªas al convoy que anuncia su salida del anden como ganador cantado para. las elecciones del pr¨®ximo 3 de marzo. Miguel Boyer, sin ir m¨¢s lejos, acaba de intentarlo con ejemplar desinter¨¦s c¨ªvico, desafiando la cr¨ªtica de sus antiguos compa?eros, que ahora se apresuran a renegar de tanto como deben a sus esclarecimientos intelectuales y a su pulso sin temblores en incautaciones tan innovadoras como la. de Rumasa. Menos mal que, en previsi¨®n de indelebles asaltos, los revisores pedir¨¢n a todos el billete y comprobar¨¢n la fecha de expedici¨®n para evitar que se abran paso simuladores y oportunistas dispuestos a nuevas prosperidades. Una vez m¨¢s, los guardianes de la verdad centrista, asistidos de algunos comunicadores entusiastas, se proponen evitar la injusticia de que obtengan igualdad de consideraci¨®n los allegados en estos ¨²ltimos minutos, con todas las encuestas a favor, y aquellos otros de la primera hora, la de la incredulidad, que soportaron el peso del d¨ªa y del calor.Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar tiene por primera vez el convencimiento de la victoria. Todas sus comparecencias p¨²blicas transpiran esa convicci¨®n. Las entrevistas en directo por radio y televisi¨®n permiten advertir la soltura que ha adquirido desde la anterior campa?a. Las ¨²ltimas ocasiones de calibrar su comportamiento audiovisual han permitido comprobar algo mucho m¨¢s importante que las respuestas concretas, su capacidad para ofrecer las evasivas como valiosas contestaciones mediante el sencillo expediente de colorearlas con las adecuadas generalizaciones y enmarcarlas dentro de la credibilidad que se le reconoce de modo creciente. Aznar, m¨¢s que dibujar soluciones, se autorretrata como la soluci¨®n. Una soluci¨®n, seg¨²n ha proclamado, incompatible con el enga?o que nos rodea: "Yo no s¨¦ enga?ar". Dicho lo cual, enseguida vendr¨¢n los agoreros de siempre, los triunfalistas de la cat¨¢strofe, para intentar enfangarlo todo diciendo que nadie llega ileso a la presidencia de un partido.
Son los mismos que quieren negar la esperanza suscitada por los nuevos modos de Alvarez Cascos, por la naturalidad de Celia Villalobos, por los limpios m¨¦ritos acumulados en Miguel ?ngel Rodr¨ªguez, por los impecalbles c¨¢lculos econom¨ªcos de Crist¨®bal. Montoro o por los saberes europe¨ªstas de Isabel Tocino. Pero las dudas quedan disipadas con la lectura de los Retratos ¨ªntimos de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar. El libro permite aclarar c¨®mo, frente al proceder de los pol¨ªticos al Uso, dispuestos a reescribir una y otra vez sus biograf¨ªas seg¨²n las necesidades de cada momento, aqu¨ª se ha preferido sostener incluso las im¨¢genes gr¨¢ficas en las que. el l¨ªder aparece por ejemplo con, Miguel Herrero de Mi?¨®n o con Antonio Hern¨¢ndez Mancha. Eso s¨ª, para evitar agravios comparativos entre los colegas de la AEPI, las partidas de paddle de las que se deja constancia aparecen sin menci¨®n del contrincante habitual del gimnasio Abasota.
Proclamaron que la falta de liderazgo de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar era un pesado lastre para el progreso del PP, y ahora, cuando despu¨¦s del congreso empieza a dar muestras de su car¨¢cter y determinaci¨®n, s¨®lo se les ocurre descalificarle. subrayando aquello de "yo tengo el enchufe, y quien meta los dedos se electrocuta". ?Es que todo puede reducirse a una hip¨¦rbole desafortunada sobre la que jam¨¢s ha vuelto a insistir? Pero toda dial¨¦ctica es in¨²til con los especialistas de la insatisf¨¢cci¨®n. Son los eternos descontentos, los aguafiestas profesionales, incapaces de reconocer el nuevo amanecer de m¨¦ritos ajenos, est¨®magos agradecidos, palmeros de La Moncloa, cabezas de chorlito, resultado de un proceso de jibarizaci¨®n propio de cultivadores de bons¨¢is. Est¨¢n obcecados, permanecen cerrados a la observaci¨®n de un fen¨®meno tan natural como el de que las aguas estancadas generan bacterias y favoren la incubaci¨®n de toda suerte de par¨¢sitos y g¨¦rmenes insalubres.
Todo lo anterior no empece que las campa?as se proyecten como si fueran dirigidas a los esc¨¦pticos en lugar de a los convencidos. Por eso deber¨ªan cumplirse los deberes con el p¨²blico m¨¢s all¨¢ de las posiciones de ventaja o desventaja relativa. Empieza la cuenta atr¨¢s, y los directores de campana se enredan sobre los debates que deben ofrecerse por televisi¨®n. Calculan de modo err¨®neo, porque a estas alturas de la feria la plaza parece volcada de antemano y est¨¢ dispuesta a reservar sus ovaciones de gala a uno de los diestros, el que aspira desde hace varias temporadas a ocupar el primer puesto del escalaf¨®n. S¨®lo si el diestro en el que est¨¢n depositadas todas las complacencias rehusara salir de burladero durante la lidia o prodigara excentricidades impensables, los aficionados dejar¨ªan de premiarle con el peludo galard¨®n.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.