Las 'pepitas'
Con la arrogancia de las mujeres hay que tener cuidado. Ejercerla no suele traer conflictos, pero ponerla en evidencia desde el lado de los hombres resulta casi siempre incorrecto. Vamos a ser incorrectos.Vamos a ver qu¨¦ hay detr¨¢s de esa inmensa bater¨ªa de piernas de nailon, perfectamente dispuesta, con que las pepitas -marujas con ¨ªnfulas y mando: as¨ª vamos a llamar ahora a las gobernantas- suelen mostrarse al mundo cada vez que el azar las re¨²ne, a ellas y al fot¨®grafo, en un acto p¨²blico.
Para empezar, y habr¨ªan de saberlo, hay una anatom¨ªa mediocre: muslos ceboncillos, vocaciones patizambas, rodillas torturadas y, en especial, un fracaso cruel all¨ª donde las piernas de las chicas se juegan e futuro, en esas sus pantorrillas, h¨®rrida palabra que ha dado el castellano para demostrar que entre significado y significante no hay s¨®lo relaciones de arbitrariedad: la pantorrilla, en efecto, suele ser una realidad lamentable y desgarbada.
Para seguir, y habr¨ªan de reconocerlo, detr¨¢s de esas piernas no hay ninguna voluntad de seducci¨®n. S¨®lo hay poder¨ªo, voluntad de poder¨ªo. El poder¨ªo es algo muy espa?ol. Hace a?os, hasta la popularizaci¨®n de la silicona, el poder¨ªo se llevaba en la pechera: nardos y gl¨¢ndulas, todo bien batido para dar ese olor lechoso de posguerra. Las pep¨ªtas han trasladado el poder¨ªo al ex tremo inferior de s¨ª mismas: he de decir que cuando las veo en correcta formaci¨®n militar alineadas pienso antes en el puntapi¨¦ que e cualquier otra cosa: est¨¢n diciendo ?v¨¢yase, se?or Gonz¨¢lez!", y la verdad es que no convidan a nada. Convidan, perdonen, a decirl con mucho ritmo: "Pueden pon¨¦rselas, pepitas, precisamente, ?en pepitoria!" Estoy deseando que lleguen poder y se vistan.
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