Monstruos contados
?A qu¨¦ hora se levant¨® el asesino y de qu¨¦ cama? ?Tuvo tiempo de desayunar? ?Con apetito? ?Dio un beso a un ser querido antes de dirigirse al lugar del crimen? A menudo, incapaces de entender las cosas del mundo, nos hacemos preguntas sin respuesta, con la esperanza de que alguien las saque de esa nebulosa de lo a¨²n-no-dicho y nos d¨¦ una. Coincide, no por casualidad, que suelen ser los artistas -por muy confusos o apresurados que sean arbitrarios y hasta fant¨¢sticos- quienes realizan esta modesta pero imprescindible tarea de saneamiento social, que consiste no en salvar sino en hacer que los unos vean mejor a los otros.Hace unos d¨ªas le¨ª en estas p¨¢ginas una columna de Vicente Verd¨² a prop¨®sito de la pel¨ªcula D¨ªas contados que me produjo rabia. Viniendo de otra persona no le habr¨ªa dado m¨¢s importancia, pero conozco, leo y admiro desde hace muchos a?os a Verd¨², con quien comparto no s¨®lo el nombre de pila sino la propia pila donde fuimos bautizados. Y tanto le respeto que, estando en un desacuerdo radical con ¨¦l y sinti¨¦ndome concernido por varias de sus acusaciones, no se me ocurri¨® responder. Lo que sucede es que, escrita su columna en el calor del asesinato de Fernando M¨²gica y el pase televisivo de la pel¨ªcula, el terror ha seguido dando golpes, y con ellos las reflexiones, las fotos, las c¨¢balas y preguntas sobre la personalidad de quien es Capaz de matar tan vilmente a inocentes que, por a?adidura, eran defensores de la libertad. Y volv¨ª a ver D¨ªas contados, a pesar de que en su d¨ªa la vi tres veces, pues debo ser, en efecto, uno de esos "beatos cin¨¦filos" que aplaudi¨®, se emocion¨®, vot¨® y defendi¨® por escrito, en una larga cr¨ªtica, la pel¨ªcula de Imanol Uribe, y por ello tambi¨¦n ser¨ªa reo de la culpa proporcional que seg¨²n Verd¨² "merece la sociedad que la premi¨® primero y la tolera a¨²n".
Aqu¨ª, naturalmente, no voy a hablar de estilo, de factura, de nivel interpretativo; el mismo Verd¨² parece admitir la calidad de esos componentes, s¨®lo que para lamentar a¨²n m¨¢s la eficacia que le confieren a esa "pel¨ªcula proterrorista" que ense?a a "querer a un terrorista" (y que, sea dicho aqu¨ª, despert¨® la antipat¨ªa, cuando no la ira abertzale, llegando el peri¨®dico Egin a titular "?tongo!" la noticia del gran premio que obtuvo en el festival de San Sebasti¨¢n). En mi caso, ver de nuevo D¨ªas contados en un tiempo en que dos o tres asesinos sueltos se levantan de una cama en Madrid o salen fr¨ªamente de un portal donostiarra para dar un tiro en la nuca de un ser desarmado y pac¨ªfico, lejos de inducirme a la simpat¨ªa me ayuda a entender que hay a nuestro lado -en ese mismo bar de tu aperitivo, guardando cola en el supermercado detr¨¢s de mi- individuos con total apariencia de normalidad, con juventud y puede que hasta una sonrisa simp¨¢tica, cuya mostraci¨®n fr¨ªa, documental, en los momentos de la criminalidad m¨¢s aberrante es clarificativa, nunca lenitiva o exculpatoria.Uribe, es cierto, alternaba la brutal disciplina y el celo sanguinario de su protagonista con una historia de amor y un final de sacrificio pasional. ?Un terrorista humanizado? S¨®lo humano, y en ello estriba no ya la validez art¨ªstica de la pel¨ªcula sino su valor para nosotros, espectadores que, aborreciendo la violencia terrorista, no entendemos "qui¨¦n puede cometer cr¨ªmenes as¨ª". Ese personaje capaz de desear y ser feliz, era tambi¨¦n el monstruo, y a seres reales de su misma cala?a les aman y acarician, les entienden y votan y disculpan otras personas no menos humanas, padres, hermanos, novios, atados a sus cr¨ªmenes no por una monstruosidad natural, sino por el v¨ªnculo de un cari?o at¨¢vico. Lo cual por cierto explicar¨ªa, en una sociedad tan matriarcal y, si se me permite la palabra, tribal como la vasca, (y en particular la de la Guip¨²zcoa rural), la base estable del voto a HB, que s¨®lo puede ser ciegamente sentimental m¨¢s que pol¨ªtica.
La ley la polic¨ªa, los maestros, la sociedad civil con su codificada pero noble suma de poderes, ha de ser la encargada de velar y juzgar, perseguir y educar, a veces, s¨ª, prohibir o denunciar lo intolerable. Pero seguir¨¢ habiendo bestialidades sin respuesta. Y entonces, de vez en cuando, alg¨²n artista amargo y l¨²cido, venciendo la tentaci¨®n de la condena f¨¢cil o el silencio f¨¢cil, mirar¨¢ el horror en que ¨¦l y nosotros vivimos y nos dar¨¢ la imagen completa, sin paliativos, de lo que tambi¨¦n somos.
Babelia
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