La cuerda invisible de Sol
La dificil tarea de marcharse tras la manifestaci¨®n contra la Violencia etarra
Dif¨ªcil estuvo anoche la vuelta a casa. Una vez llegados a Sol las decenas de miles de manifestantes contra la violencia etarra hab¨ªa que pensar en c¨®mo salir de la protesta. Si bien, cierta cuerda invisible ataba a los ciudadanos a la Puerta del Sol. Cuando las televisiones ya recog¨ªan sus trastos un centenar de personas miraba hacia la vac¨ªa tarima donde media hora antes los oradores ped¨ªan la paz. Eran las 21.15 y miraban al tendido, expectantes de que ocurriese nada.-?Oye, qu¨¦ hac¨¦is aqu¨ª?
-Pues ya sabes, donde va uno van cuarenta-, contestaba no sin rubor, un estudiante con un lazo azul maquillado en un moflete. A sus dos amigas les entr¨® la risa floja al sentirse rid¨ªculas.
Eran las 21.40 y miles de personas tuvieron la misma "idea feliz".
-Aqu¨ª est¨¢ el metro, vamos, que el 32 da mucha vuelta.
As¨ª que la masa que minutos antes estaba arriba, al momento estaba abajo. El vest¨ªbulo de la estaci¨®n de metro de Sol era un aut¨¦ntico infierno. El servicio de seguridad de metro imped¨ªa acceder a los andenes repletos.
Otra vez arriba. Aguanieve. Los helic¨®pteros atronaban el cielo y hac¨ªan peligrosos cruces con sus palas.
-?Qu¨¦? ?Una ca?ita?- se o¨ªa al lado de la Mariblanca.
En la embocadura de la calle de Preciados, tres vendedores de La Farola aprovechaban que era d¨ªa de muchedumbre. Nada, no vend¨ªan un solo papel.
Pasadas las diez de la noche algunos se preguntaban d¨®nde estaban los l¨ªderes: el presidente del Gobierno, Aznar, Alvarez del Manzano... No sab¨ªan que nada m¨¢s llegar a la Puerta del Sol hab¨ªan sido recogidos por sus coches oficiales y, bien abrigados, salieron pitando de la peligrosa aglomeraci¨®n. Pero la gente permanec¨ªa en el kil¨®metro cero, acabado todo, como si el foll¨®n les hubiese sabido a poco.La calle de Alcal¨¢, en direcci¨®n a Cibeles, era como un escenario tras la funci¨®n. Los polic¨ªas municipales iban abriendo las calles a los veh¨ªculos; cada 100 metros hab¨ªa una tarima-andamio ya abandonada por las c¨¢maras de televisi¨®n. Casi no quedaron papeles en el suelo pisado por decenas de miles de zapatos. Riadas de gente bajaban hacia la gran estaci¨®n que es Cibeles, con sus autobuses. La estampida no acababa ah¨ª. Los m¨¢s animados desafiaron la noche invernal y se fueron a pie.A las 22.30, Madrid era el Madrid de cualquier otro d¨ªa. Salvo por el rugido de los helic¨®pteros. M¨¢s informaci¨®n en las p¨¢ginas 15 y 16
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