Liebre por dial¨¦ctica
La campa?a se est¨¢ poniendo turbia con las ¨²ltimas cuentas de Gonz¨¢lez, as¨ª que Aznar no ha tenido m¨¢s remedio que apelar a la historia para que no se le escapen los votos ambidextros. Seg¨²n ¨¦l, hay tres momentos fundamentales en nuestro reciente devenir: el triunfo de la UCD en el 77; la llegada de los socialistas al poder en el 82, y su victoria en las elecciones del 3 de marzo, todav¨ªa por llegar, o sea Dios mediante. Esto es lo que se llama vender la piel del oso antes de cazarlo, pero tiene sus virtudes subliminales, pues al contribuyente poco atento puede sonarle la m¨²sica a sinfon¨ªa dial¨¦ctica. As¨ª las cosas, Aznar dejar¨ªa de ser un particular con bigote para convertirse en la s¨ªntesis de Su¨¢rez y Gonz¨¢lez, que representar¨ªan la tesis y la ant¨ªtesis, respectivamente: votarle, pues, ser¨ªa menos una decisi¨®n personal que una necesidad hist¨®rica. Adem¨¢s, de este modo las elecciones se convertir¨ªan en un festival hegeliano y Kohl nos perdonar¨ªa alguna de las condiciones de convergencia que le debemos a Alemania.Se trata, en fin, de una astuta maniobra para darle sentido a lo que no tiene ni pies ni cabeza, porque lo cierto es que hay sucesos hist¨®ricos incomprensibles, aunque profundamente humillantes. Precisamente, esta visi¨®n tripartita de Aznar nos recuerda a aquellos otros tres momentos de la historia que, seg¨²n Freud, hab¨ªan golpeado el narcisismo humano: el descubrimiento de que la Tierra no era el centro del sistema solar; la constataci¨®n de que procedemos del mono, y el hallazgo de esa vasta regi¨®n incontrolada denominada subconsciente. No s¨¦ si habr¨¢ alguien capaz de hallar alguna semejanza entre Su¨¢rez y Cop¨¦rnico, o entre Gonz¨¢lez y Darwin, pero desde aqu¨ª proclamo que con Aznar no s¨®lo no estoy dispuesto a psicoanalizarme, sino que no iniciar¨ªa con ¨¦l ni una zarrapastrosa terapia de apoyo, por breve que fuera. Dicho queda. Y a?ado, por si las dudas, que a mi narcisismo de homo sapiens le hizo m¨¢s da?o ver a Javier Arenas por la tele la noche electoral del 93, ?se acuerdan?, que leer el Origen de las especies, a quien debo en parte mi pasi¨®n por la literatura.
De otro lado, la historia es bastante arbitraria incluso para los que creen en ella, y la aguantamos porque sabemos que ¨¦se es su car¨¢cter y porque no hay otro sitio donde ir, no porque nos guste. Alguien la resumi¨® como ese gran periodo que va de la quijada del burro al torpedo. Ahora estamos aproximadamente en el torpedo, que es un aparato cargado de materia explosiva que va por debajo del agua, oculto, hasta que te estalla en las narices. La historia, en fin, es una casualidad resultante de un periodo interglaciar inusualmente largo. No lo digo yo, lo dicen los expertos: si la era glaciar hubiera llegado a la hora que le tocaba, ahora no estar¨ªamos de campa?a y no habr¨ªamos conocido a Cop¨¦rnico, ni a Darwin, ni a Freud, una desgracia aliviada en parte por el placer de no haber tenido noticias no ya de uno mismo, lo que ser¨ªa muy liberador, sino de ?lvarez Cascos, Javier Arenas o el propio Aznar, que quiere darnos liebre por dial¨¦ctica. Pero ha empezado a darle sentido hist¨®rico a su posible triunfo y, ya lo ven, se ha llenado de hielo la pen¨ªnsula. A lo mejor es que se acerca, aunque con algo de retraso, una glaciaci¨®n nueva. La respuesta, a partir del d¨ªa 3.
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