Los ni?os
Pobres ni?os.-Nachito, ?quieres ir al Retiro?
-Jo, qu¨¦ rollo.
-Pero, hombre, si es muy bonito, muy...
-?Y qu¨¦ hay en el Retiro?
-Pues hay un estanque precioso, con barcas y un vaporcito que da la vuelta y toca la sirena, y una Rosaleda, y otro estanque m¨¢s peque?o, con muchos patos y cisnes guap¨ªsimos, un surtidor que se despeina con el viento, una gruta encantada...
-Jo, qu¨¦ rollo.
A lo mejor cohechamos al peque?o monstruo con un kilo de chuches, tres palmeras de chocolate, vagas promesas de comprarle una bicicleta con 25 marchas para su cumplea?os y enormes dosis de paciencia y humildad, pero cuando por fin acceda nos demostrar¨¢, con su inmenso tedio, que a ¨¦l todas estas tontunas de la naturaleza se la manfinflan, que nos ha hecho un inmenso favor con acompa?arnos, que ya est¨¢ bien, hombre. Cualquiera osa hablarle de la belleza del oto?o, cualquiera intenta ense?arle en qu¨¦ se diferencia un pl¨¢tano de un casta?o de Indias.
-Jo, qu¨¦ rollo.
-Nachito, ?quieres ir al zoo?
-Jo, qu¨¦ rollo.
-Pero si hay muchos animales, y puedes jugar con los m¨¢s peque?itos, y est¨¢ Chu-Lin, que adem¨¢s acaba de quedarse hu¨¦rfano, y delfines, y lobos de mar.
-?Y qu¨¦ m¨¢s?
Orangutanes grand¨ªsimos, monas enanas, serpientes peligros¨ªsimas, osos blancos y pardos, elefantes, leones...
-Jo, yo es que prefiero quedarme en casa viendo El rey le¨®n.
Pobres ni?os contempor¨¢neos, tan ricos, tan burgueses y egoc¨¦ntricos. Ah¨ª los tenemos, apoltronados en sus casas, noqueados por la excesiva calefacci¨®n central, atornillados a la visi¨®n enlatada y casi siempre deformada del mundo y sus pompas que le proporcionan la tele, v¨ªdeos y videojuegos, ingresando en la Nosequ¨¦. Maya y la realidad virtual mientras la realidad real, esa redundancia, se va alejando cada vez m¨¢s de ellos. El aire de verdad, la gente de verdad, la vida de verdad. Y eso, en los presuntos mejores a?os de su vida.
Su precoz decrepitud es inmensa, sobre todo a medida que ascendemos por la escala social de sus progenitores. A lo peor, esa pat¨¦tica atrofia dom¨¦stica resulta inevitable porque su papi y su mami, triunfadores en la vida y en el ¨¢mbito profesional, les dan de hecho muy mala vida cada vez que se asoman al ¨¢mbito exterior. No son s¨®lo la guarde y el cole desde su m¨¢s tierna infancia y los deberes en casa, sino toda una serie de actividades complementarias absolutamente excesivas para su tierna edad, su l¨®gica vulnerabilidad. Es la nataci¨®n al menos tres d¨ªas a fa semana, el yudo o el k¨¢rate, el viol¨ªn o la flauta, la declamaci¨®n o el ballet. Bueno, y la equitaci¨®n, sobre todo si los ni?os del vecino o el colega de la empresa la practican: "?Compr¨¦ndelo, Vanessa, no vamos a ser menos que los trepas de la puerta de enfrente!".
?En verdad se trata de preparar al malhadado arrapiezo un puesto al sol en la sociedad futura, o simplemente se le est¨¢ utilizando como v¨ªctima propiciatoria, como ¨²ltimo e indefenso emblema del status symbol familiar?
Pobres ni?os. Pobres ni?as. Con un poco de suerte -es decir, si no se desloman antes- puede que lleguen a ser yudokas o jinetes o violinistas o primas ballerinas fastuosos, irrepetibles. Pero ya nadie se atreve, entre sus mayores, a tomarles de la mano, y, eso, mostrarles en qu¨¦ se diferencia una acacia de un fresno, arrobarles con los primeros brotes de la primavera, intentar extasiarles con la belleza de un crep¨²sculo -aunque sea desde el Viaducto, que los tiene preciosos- hablarles de los Reyes Cat¨®licos, o de Chindasvinto, decirles que hay que respetar a los ancianos, socorrer al necesitado, no maltratar fr¨ªvola y rudamente a los animales, ser deferentes con el pr¨®jimo.
Grandes jinetes, puede. Pero, en conjunto (hay sin duda magn¨ªficas excepciones a esta regla), nadie los est¨¢ ense?ando a ser personas.
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