El largo regreso a casa
Hace ahora ocho a?os, s¨®lo ocho, un prometedor actor leatral daba el salto hacia la pantalla y, con un Enrique V que ¨¦l mismo adaptaba e interpretaba, conveniente y astutamente actualizado, pon¨ªa la primera piedra filmica en una relaci¨®n con William Shakespeare que lo situ¨® de inmediato tras la estela de Orson Welles o Laurence Olivier, ilustres antecesores. Despu¨¦s, Kenneth Branagh volver¨ªa al universo del dramaturgo con una de las m¨¢s inteligentes revisitaciones de la comedia en Mucho ruido y pocas nueces, para incidir el pasado a?o, esta vez con los ropajes del taimado Yago, en un Otelo que no conocemos por aqu¨ª.Ese Otelo, y el filme que hoy nos ocupa, suponen una suerte de vuelta hacia adentro, de un regreso a un universo conocido que se ama y se conoce. O dicho de otra manera, tras los palos recibidos por su por otra parte, m¨¢s que interesante versi¨®n de Frankenstein, parecer¨ªa que Branagh vuelve a querer pisar suelo firme.
En lo m¨¢s crudo del crudo invierno
(In the Bleak Midwinter)Direcci¨®n y gui¨®n: Kenneth Branagh: Fotograf¨ªa: Roger Lanser. Producci¨®n: Iona Price y Tamar Thomas, Reino Unido, 1995. Int¨¦rpretes: Michael Maloney, Richard Briers, Hetta Charnley, Joan Collins, Nick Farrell, Mark Hadfield. Estreno en Madrid: cine Princesa.
Nada m¨¢s natural pues que unir a Shakespeare con el universo de la comedia de bajo presupuesto, que el propio director hab¨ªa ya realizado con su sutil, impecable Los amigos de Peter: un peque?o artefacto hecho con pocos medios y muy buenos actores, un gui¨®n que funciona como una maquinaria bien engrasada y la recurrencia a ambientes y personajes conocidos por el quehacer profesional del cineasta. Y como parece que Branagh est¨¢ pasando por un periodo de reflexi¨®n personal, por primera vez en su cine se mantiene tan s¨®lo del otro lado de la c¨¢mara, sin que su ausencia se note en exceso.
Divertido y previsible
En lo m¨¢s crudo... es as¨ª un divertido, bien construido y en ocasiones un tanto previsible entretenimiento menor que, como siempre en su cine, le permite investigar en nuevas direcciones. Es cierto que tras las im¨¢genes del filme se puede leer, en primer lugar, un ir¨®nico reconocimiento de la funci¨®n secundaria que el cine y el teatro brit¨¢nicos cumplen con relaci¨®n al coloso estadounidense: de ah¨ª ese personaje, tan esterotipado, de la, ¨¦sa es la novedad, directora californiana que busca un actor para protagonizar una trilog¨ªa futurista, apunte sarc¨¢stico de cineasta escaldado por sus contactos con Los ?ngeles que no llega, empero, a la crudeza autocr¨ªtica de Wim Wenders de El estado de las cosas.
Pero lo que m¨¢s parece interesar a Branagh es la disecci¨®n interior del peque?o mundo de la gente de la escena, raz¨®n por la cual explora, con inteligencia socarrona, en las obsesiones, las miserias, pero tambi¨¦n las peque?as glorias cotidianas de los actores de la lengua. Ah¨ª est¨¢ lo mejor del filme, esas peque?as confesiones que aportan considerable informaci¨®n sobre cada uno de los personajes; esos retratos hondamente humanos, aunque a veces esperp¨¦nticos, que el director traza con mano segura.
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