Pecados y virtudes del candidato Pat
Entre las palabras del aspirante republicano extremista y el Buchanan real se abre un abismo de contradicciones
?From the mountains to the plaiiiiins!" (desde las monta?as hasta las llanuras), canta Pat Buchanan en la noche de su triunfo en New Hanipshire, "?Goooood bless America, my home, sweet heart! ?Goooood bless America, my home, sweet heaaaaart!" (Dios bendiga a Am¨¦rica, mi hogar, dulce coraz¨®n). La voz desafinada de Buchanan entonando las notas de ese himno patri¨®tico era un ruido, m¨¢s que una m¨²sica, que trataba de evocar las viejas haza?as de los pioneros, los tricornios de los pr¨®ceres de la naci¨®n, la leyenda de esta tierra ind¨®mita donde el pueblo, no el Gobierno, decide el destino cada d¨ªa. Buchanan se cree llamado a rescatar esos valores, supuestamente maltratados por d¨¦cadas de izquierdismo y de excesivo intervencionismo estatal."Mi misi¨®n es rescatar la rep¨²blica constitucional de los padres fundadores... ?sta no es, por tanto, la victoria de una persona o de una candidatura; ¨¦sta es la victoria de una causa", concluye Buchanan, entre alaridos impropios de las fr¨ªas campanas electorales norteamericanas.
?ste es el Buchanan de hoy, que ha sembrado el p¨¢nico entre el establecimiento pol¨ªtico en Washington porque sus palabras no son las del jefe de una milicia ultra de Michigan, sino las de un fuerte candidato a la presidencia de Estados Unidos. Pero es tambi¨¦n el Buchanan de siempre.
Las consistencia de Buchanan con sus principios es, seguramente, su principal virtud, y una de las principales razones de su ¨¦xito. Buchanan adquiri¨® esos principios en las aulas del colegio jesuita Gonzaga, en su Washington natal, donde fue educado bajo la dura disciplina del padre McGonigal, que morir¨ªa despu¨¦s luchando contra el comunismo en Vietnam. Y los robusteci¨® en el hogar familiar, junto a sus ocho hermanos, escuchando los consejos de un padre, pr¨®spero contable, que los acostumbr¨® a cumplir con la misa diaria y les habl¨® de las gestas de personajes como Francisco Franco y Joe McCarthy.
Buchanan desarroll¨® enseguida esos principios en el campo del periodismo, como columnista de un diario conservador de San Luis desde el que patrocinaba la campa?a revolucionaria del republicano Barry Goldwater, y de la pol¨ªtica, junto a Richard Nixon, para quien escribi¨® discursos y de quien aprendi¨® todos los trucos de ese oficio.
Ya en esa ¨¦poca, Buchanan parec¨ªa entregado a la misi¨®n de transformar el Partido Republicano en una fuerza populista, "abierta a los dem¨®cratas desencantados, a los obreros y a las etnias trabajadoras". Intent¨® rescatar las fuerzas disidentes de George Wallace, y llev¨® su causa, m¨¢s tarde, a la Administraci¨®n de Ronald Reagan, quien, seg¨²n el portavoz presidencial de entonces, Larry Speakes, empuj¨® hacia posiciones extremistas que no compart¨ªan otros miembros del Gobierno.
Pero Buchanan no siempre ha aplicado a su propia conducta la firmeza de los principios que defiende. L¨¢tigo implacable de las ¨¦lites pol¨ªticas y sociales norteamericanas, Buchanan ha pasado casi todos sus 57 a?os de vida vinculado a esas ¨¦lites. En la Universidad de Georgetown y en la, escuela de periodismo de la Universidad de Columbia, donde obtuvo sus t¨ªtulos acad¨¦micos, se code¨® con muchos de los pol¨ªticos e informadores a los que despu¨¦s condenar¨ªa.
Los medios de comunicaci¨®n a los que continuamente critica le han proporcionado ping¨¹es beneficios en los ¨²ltimos a?os. Buchanan confiesa haber ganado una media de 800.000 d¨®lares (100 millones de peseta) al a?o desde mediados de los ochenta por sus colaboraciones en emisoras de radio y en el programa de televisi¨®n Crossfire, de la CNN. Ya en su infancia, gan¨® su primer sueldo como repartidor de The Washington Post, aunque asegura no se contagi¨® en absoluto de ese diario liberal.
El semanario Time ha retratado en portada a Buchanan con un casco de obrero, pero, en realidad, ¨¦l viste con gemelos de oro, se hace la manicura, posee una lujosa mansi¨®n en Virginia y tiene amigos poderosos en el mundo de las altas finanzas. Uno de ellos, que contribuye a su campa?a electoral, es el presidente de Domino's Pizza, Thomas Monagham.
No son, sin embargo, las contribuciones millonarias la base de la campa?a de Buchanan. Los cheques que m¨¢s frecuentemente se reciben en sus oficinas no superan los 25 d¨®lares (3. 100 pesetas), y el mayor refinamiento en su recaudaci¨®n de fondos es una l¨ªnea de tel¨¦fono gratuito en el que se recogen las llamadas de apoyo.
El cuartel general de Buchanan no es un edificio de oficinas en el Distrito de Columbia, sino el s¨®tano de su casa en McClean. Su principal asesor no es un superpagado experto, sino su hermana Angela, alma de su campa?a. Y sus discursos no los escribe un equipo de especialistas, sino el propio Buchanan. Dotado de buena t¨¦cnica period¨ªstica, Buchanan sabe escribir las frases cortas y de impacto que gustan en un titular.
Pat Buchanan viaja en clase turista y apenas utiliza la televisi¨®n para difundir sus ideas; utiliza el tel¨¦fono, para comunicarse con las radios y con los electores directamente. En la ma?ana de las elecciones de New Hampshire, Buchanan hizo m¨¢s de un centenar de intervenciones en otros tantos programas de radio en ese Estado.Pero hay otras contradicciones entre el Buchanan candidato y el Buchanan real. El candidato amenaza a los inmigrantes, el real pertenece a una familia de inmigrantes irlandeses. El candidato considera que la Muralla China es una gran idea para la frontera con M¨¦xico, el real defend¨ªa el libre comercio en su etapa de colaboraci¨®n con Reagan. El candidato exige consumir productos norteamericanos, el real posee un Mercedes. El candidato resalta la importancia de construir una familia, pero el real no tiene hijos con su esposa Shelley. El candidato promete representar en Washington a los que no tienen voz, el real tiene una larga trayectoria de vinculac¨ª¨®n a grupos que defienden la supremac¨ªa de los blancos en la sociedad.
Las pruebas sobre la relaci¨®n de Buchanan con la extrema derecha se van acumulando al mismo ritmo que crecen sus posibilidades electorales en las primarias. La pasada semana tuvo que aceptar la dimisi¨®n de uno de los copresidentes de su campa?a y de una de sus principales colaboradoras en el Estado de Florida, ambos acusados de pertenecer a organizaciones racistas. Ayer mismo, el alcalde de Nueva York, Rudolf Giuliani, tambi¨¦n republicano, denunci¨® que Buchanan ha protegido a antiguos dirigentes nazis. Y algunos miembros de la Administraci¨®n de Reagan han revelado ahora que fue Buchanan quien propuso la visita del ex presidente norteamericano a un cementario alem¨¢n donde estaban enterrados jefes de las SS.
Buchanan se opuso a la guerra del Golfo porque consideraba que s¨®lo era de inter¨¦s para los grupos jud¨ªos en Estados Unidos, y ¨¦stos se sienten aludidos tambi¨¦n cuando el candidato presidencial promete echar del poder a "las ¨¦lites de Wall Street".
Las ra¨ªces de esa obsesi¨®n con las ¨¦lites, uno de los rasgos principales de su personalidad, hay que buscarlas, de nuevo, en la escuela Gonzaga, que no era el destino preferido de los hijos de la clase alta y de confesi¨®n protestante. Seg¨²n recuerda uno de sus compa?eros en aquel colegio, el columnista de Time Lance Morrow, "muchos chicos de Gonzaga albergaron un sentimiento de verg¨¹enza y de exclusi¨®n, y un odio concomitante; era como si fueramos descendiendes de criados inmigrantes [y de hecho muchos cat¨®licos lo eran] que estaban siendo brillantemente formados".
Esas ¨¦lites a las que ahora Buchanan aborrece han nutrido, tradicionalmente, al Partido Republicano, que ahora se siente traicionado por quien ha crecido pol¨ªticamente dentro de esa organizaci¨®n. Y el partido reacciona tratando de separar a Buchanan de los principales mitos republicanos. "No s¨®lo est¨¢ destruyendo las ideas, de Ronald Reagan", ha comentado Jack Kemp, uno de los barones del partido conservador, "sino que est¨¢ destruyendo las ideas de Abraham Lincoln". "Lincoln ve¨ªa a Am¨¦rica como una sola familia, una sola naci¨®n. Pat, Dios bendiga su coraz¨®n, est¨¢ declarando una guerra", sentencia Kemp.
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