Los serenos
Zapeo en busca de algo que suene a ideas, ideolog¨ªa, pensamiento, filosofemas, creencias, proyectos pol¨ªticos de carne y hueso, algo relacionado con las ciencias, artes o religiones del entusiasmo, apenas un lapsus freudiano, pero el ¨²nico mensaje que emite el candidato conservador es serenidad.Pudiera parecer una t¨ªpica interferencia del aparato, defecto de imagen y audio, si no fuera porque cuando despu¨¦s lees o escuchas las glosas josemarianas s¨®lo se amplifica y jalea esa misma virtud. Qu¨¦ serenidad, cu¨¢nta calma, qu¨¦ hombre m¨¢s tranquilo, menuda sangre fr¨ªa, vaya lecci¨®n de sosiego. Como si en lugar de cantar las alabanzas de un candidato estuvieran recitando prospectos de Prozac, Orfidal, Valium y dem¨¢s farmacopeas toleradas para pol¨ªticos en celo. No sabremos qu¨¦ har¨¢ o dejar¨¢ de hacer Aznar con el Estado de bienestar; en cambio, conocemos y admiramos su sereno estado de ¨¢nimo.
Pero es que, excepto Rato, Rajoy, Cascos y otro que no me acuerdo, nuestros conservadores, llegadas estas fechas, trabajan todos la misma bioqu¨ªmica imperturbable del jefe; sin entrar ahora a discutir si se trata de serenidades innatas o adquiridas en la farmacia del barrio, al lado de la fruter¨ªa selecta, con receta del doctor Enrique Rojas u otro de la misma red sanitaria. En cualquier caso, contemplado desde el televisor, es un biotipo en psi (menor y/o rebajado) que, adem¨¢s de destrozarte el espect¨¢culo cat¨®dico y de neutralizar cualquier emoci¨®n o calentura apasionada con su extra?a y blindada flema (rasgo in¨¦dito en la historia pol¨ªtica de este pa¨ªs), tiene el m¨¦rito de que, por fin, podemos visualizar a la derecha a falta de otros recursos ideol¨®gicos. Basta ya de recurrir a las corbatas Herm¨¦s entre rayitas azules y a las turbopiernas de las primeras filas.
Juanjo Mill¨¢s levant¨® la alarma a prop¨®sito de Michavilla, pero hay muchos m¨¢s conservadores de alta fidelidad dotados de esta alt¨ªsima serenidad. Cerebros no s¨®lo programados para recitar horas enteras lo que les echen sin mover un solo m¨²sculo facial, incluida la boca, sino con una matem¨¢tica articulaci¨®n de manos y brazos que s¨®lo hab¨ªa visto en esas fant¨¢sticas experiencias de animaci¨®n cibervirtual. Y sin sudar jam¨¢s, impecables todo el rato, con el yo narcisista soberbia envidiablemente controlado.
La calma es lo moderno, tal y como explic¨® aqu¨ª Vicente Verd¨². Y una serenidad de ese calibre, y en medio del l¨ªo, resulta un modelo triplemente codiciable para los que gen¨¦ticamente somos nerviosos, gritones y aspaventeros. Ahora bien, s¨®lo hay un fallo garrafal en la estrategia derechista de la alta serenidad. Son muy bajos. La est¨¦tica del hombre tranquilo, el arte corporal de lo flem¨¢tico e imperturbable, los grandes, andares a c¨¢mara lenta, pertenecen a tipos de otra escala, tal y como nos ense?¨® el western maniqueo. Exigen alturas y envergaduras estilo Wayne, Fonda, Cooper, Mitchum. En envases tipo Woody, Aznar, Al Pacino o Dustin esa est¨¦tica de la alta serenidad da como raro en pantalla. Excepto que intenten decirnos que luego de los frescos, los serenos del barrio.
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