No hay quien pueda
Pues a m¨ª me pareci¨® corta, la verdad. Otra cosa es que el encargo, que s¨®lo era seguir la campa?a trav¨¦s del tubo agarrado a un bic provisto de fax, hubiera consistido en ese sudado periodismo on the road tras las caravanas electorales, en plan reportaje gerundio a lo Rolling Stone (Viajando con Josemar¨ªa, Enroll¨¢ndome con IU, Pichicateando con Gonz¨¢lez, Miedo y asco en HB, Aprendiendo de Mestalla, Mitineando en el Palau). O peor a¨²n, que hubiese sido un encargo del g¨¦nero contrario: el fino an¨¢lisis del magma program¨¢tico, el ensayismo de las dos Espa?as (ay) divididas por tres y pico, la dura cr¨ªtica razonada del discurso ideol¨®gico, algo relacionado con la traici¨®n de los intelectuales, uf.Y no s¨®lo me pareci¨® corta la campa?a desde la pantalla; me atrever¨ªa a sostener que fue el mejor chollo de mi vida period¨ªstica si no fuera porque una confesi¨®n as¨ª puede tener repercusiones negativas sobre mis honorarios. Aclaremos las cosas. No he vagueado yo durante la campa?a, sino la televisi¨®n. Me argumentar¨¢n que pocas veces se ha hablado tanto de la tele. De acuerdo. No niego su protagonismo, s¨®lo digo que ha sido un protagonismo por pasiva. Echabas un vistazo diario de cinco minutos y resultaba m¨¢s que suficiente. La gran originalidad, esta vez, consisti¨® en polemizar agriamente sobre asuntos audiovisuales que luego no ten¨ªan la menor traducci¨®n audiovisual. Los v¨ªdeos secuestrados de HB, los no debates entre los l¨ªderes, la audiencia cero de los programas electorales, las cataratas de Gutemberg sobre los clips subliminales, el contumaz escamoteo televisivo de los grandes temas centrales, eurovitales, en cualquier votaci¨®n local en la UE (Maastricht, el Pensamiento ¨²nico, Macrolandia, la autonom¨ªa de lo pol¨ªtico, la memoria europea antifascista, las lecciones del diciembre franc¨¦s, el Vaticano y su innombrable y muy condicionante Bimilenario, qu¨¦ s¨¦ yo).
Quedan los v¨ªdeos apocal¨ªpticos del PSOE, el manifiesto dada¨ªsta de los 16 ex ministros de Calvo Sotelo, la fruter¨ªa selecta de Aznar, la secuencia peripat¨¦tica de Anguita, los planos atiborrados de Mestalla y el Palau, cosas as¨ª. Pero si sumas toda la fanfarria televisiva, con cinco minutos diarios tienes m¨¢s que suficiente. Entre los clips vistos y revisitados, y los debates y grandes temas no vistos, sencillamente censurados o birlados, te quedaba libre un tiempo enorme. Entonces, te pones a mirar en plan ocioso la programaci¨®n ordinaria, y es cuando descubres la gran falacia. Si la televisi¨®n influye como dicen que influye, ya me dir¨¢n c¨®mo alguien, ma?ana, puede votar en plan Instituci¨®n Libre de Ense?anza a base de Argui?ano, Mar¨ªa Teresa Campos, Lina Morgan, Pepelu, Ll¨¦vatelo calentito, El sem¨¢foro, las cosas de Hermida, los coloquios de Garci, Bert¨ªn Osborne, La noche de los Ozores, Ay Se?or, Se?or, medias naranjas, Se busca, Nunca es tarde, el karaoke, la ruleta, el telecup¨®n y la televenta. Excluidas las noche europeas de ARTE, que es asunto francoalem¨¢n, no hay quien pueda con el 95% de nuestra programaci¨®n ordinaria. No hay derecha futura, frutera o futurista capaz de superar audioim¨¢genes as¨ª.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.