La hora de todos...
La democracia no es s¨®lo el ¨²nico sistema pol¨ªtico conocido en el que se puede vivir dignamente y en libertad. La consulta a los ciudadanos, su palabra y su decisi¨®n, sirven tambi¨¦n para comprender c¨®mo la acci¨®n pol¨ªtica, m¨¢s all¨¢ de tratados o de peri¨®dicos, es percibida por el p¨²blico y va conformando sus ideas.En las elecciones del 3 de marzo pasado, la lecci¨®n principal, a, mi juicio, es que en democracia hay siempre una hora de la verdad, una hora en la que cada cual ha de rendir cuentas de la conducta seguida, en el Gobierno o en la oposici¨®n. Se puede actuar impunemente en un r¨¦gimen dictatorial, pero, no en uno democr¨¢tico; al final es preciso someterse al veredicto sabio de ese precipitado en el que se integran las opiniones que acaban cuajando en cada voto individual. En estas elecciones, todas las formaciones pol¨ªticas han tenido que pagar el precio de sus actitudes pasadas.
El PSOE, en primer lugar, es el partido que ha recibido la mayor sanci¨®n por parte del electorado. Ha visto decrecer su apoyo electoral hasta el punto de verse desalojado del Gobierno, despu¨¦s de m¨¢s de trece a?os de ocuparlo. Y nadie duda de que su derrota es la consecuencia de pasadas actitudes, de la tolerancia con arribistas y aprovechados, de la falta de escr¨²pulos en apoyarse y proteger a gentes por lo menos dudosas y de haber pensado que mucho, si no todo, estaba permitido una vez que se hab¨ªa conquistado una enorme mayor¨ªa parlamentaria.
Pero no se trata s¨®lo de la serie de desprop¨®sitos propiciados o tolerados, desde el Gobierno, ni de la mezcla de ineptitud, desenvoltura o arrogancia con que se han empleado en muchos ¨¢mbitos. Se trata tambi¨¦n de la miop¨ªa al enfrentar el fen¨®meno una vez que el p¨²blico empezaba a vislumbrarlo. De la negativa a admitir lo obvio cuando a¨²n era tiempo, del menosprecio por la inteligencia de los ciudadanos, al pensar que bastaba desmentirlo todo o hacer como si esas cosas no existieran. O contrarrestarlas mediante el expediente de referirse a lo mucho que Espa?a ha cambiado, y para bien, en estos a?os, lo que es correcto, o que m¨¢s corrupci¨®n y crimen hab¨ªa durante el franquismo, lo que es tambi¨¦n correcto, para concluir que los ciudadanos no tomar¨ªan en cuenta esas actitudes, lo que es inc¨®rrecto.
Los ciudadanos no s¨®lo han tenido en cuenta todo eso, sino que han pasado factura, con el resultado que sabemos. Han ido tomando nota de enga?os y dilaciones, han ido haci¨¦ndose una idea, seguramente en su conjunto no tan negativa como muchos han deseado, pero tampoco tan complaciente como otros supon¨ªan, y el PSOE ha perdido las elecciones, aunque una parte importante sigue consider¨¢ndolo mejor, o menos malo, que otras alternativas, y no se ha desmoronado.
El PP ha ganado las elecciones, consecuencia de su trabajo en la oposici¨®n durante todos estos a?os y del desgaste del partido en el Gobierno. Pero ha pagado un alto precio por sus actitudes pasadas. Los populares han hecho una pol¨ªtica de tierra quemada en su hostigamiento al Gobierno y a todo cuanto, a su juicio, pudiera sostenerlo o beneficiarlo. No han dudado en atacar a Convergencia i Uni¨®, y en atribuirle las m¨¢s turbias e interesadas intenciones por su acuerdo de legislatura con el PSOE, en la ciega convicci¨®n de que arrasar¨ªan en las elecciones y no tendr¨ªan que contar con ellos. Ahora han de hacer frente a una situaci¨®n dif¨ªcil creada por sus invectivas y descalificaciones. Es f¨¢cil pedir ahora responsabilidad a los dem¨¢s, pero no se recompone tan f¨¢cilmente un clima envenenado a conciencia; no sin grandes dificultades, que han levantado a pulso ellos mismos. Han ganado y formar¨¢n Gobierno, ¨¦se es el veredicto de las urnas, pero su victoria les ha sabido a poco porque han cre¨ªdo y seguido a pies juntillas a un sector de los medios de. comunicaci¨®n, que ha utilizado todo lo que pod¨ªa deslegitimar al PSOE. Han aceptado con gusto formar bloque con ellos y se han dejado llevar por el halago, sin distinguir entre la impostura de una visi¨®n catastrofista utilizada como arma arrejadiza y los verdaderos sentimientos de los ciudadanos.
Han sido v¨ªctimas tambi¨¦n de una forma de miop¨ªa social, distinta de la que ha aquejado al PSOE, pero igual de mistificadora. Ellos y muchos otros, empezando por los institutos de opini¨®n, no han parecido darse cuenta de la ¨¦xistencia de un voto oculto, o mejor vergonzante, para el PSOE. El d¨ªa despu¨¦s de las elecciones una connotada dirigente popular se preguntaba c¨¢ndidamente c¨®mo era posible que muchos votantes del PSOE no quisieran exteriorizar su voto, ni siquiera despu¨¦s de haberlo depositado en la urna. Como si no hubiera ca¨ªdo en la cuenta de que el conglomerado de medios de comunicaci¨®n y tertulianos que ha venido aupando y jaleando a su partido agred¨ªa a los potenciales votantes socialistas, llam¨¢ndoles ignorantes, cuando no haci¨¦ndoles c¨®mplices de la guerra sucia, la corrupci¨®n o el pesebre. No hab¨ªa ca¨ªdo en la cuenta, pero, al final, resulta que esa cuenta ha sido ajustada en las elecciones. No les han dado un cheque en blanco, como estaban seguros de obtener, pero les han dado la oportunidad de gobernar.
En cuanto a IU, para limitarme ¨²nicamente a los tres grandes partidos con implantaci¨®n nacional, el veredicto de los electores les ha puesto tambi¨¦n ante sus propias responsabilidades. Se les ha pasado tambi¨¦n la factura del hostigamiento permanente al Gobierno, la de la connivencia, ll¨¢mesele pinza o no, con el PP para dafiar al PSOE tanto como fuera posible. Y es que IU ha ganado posiciones, pero mucho menos de lo que era l¨®gico esperar teniendo en cuenta el notable desgaste de los socialistas, las ayudas recibidas de unos y otros, y una situaci¨®n ideal para que se produjese el trasvase de votos a quienes se presentaban como la ¨²nica izquierda... si los ciudadanos hubieran estado de acuerdo con esa pol¨ªtica.
El caso de Andaluc¨ªa es paradigm¨¢tico. Mientras que en el ¨¢mbito nacional esa estrategia quedaba diluida por el acuerdo de CiU y PSOE, que aseguraba la gobernabilidad, al tiempo que facilitaba la descalificaci¨®n de ambos, en Andaluc¨ªa la pol¨ªtica de cuanto peor para el Gobierno mejor para IU se ha manifestado con toda crudeza... Y de nuevo la miop¨ªa. Incluso despu¨¦s de las elecciones se ha seguido insistiendo en que lo de la pinza era un invento, que el problema estaba en que no han dispuesto de los mismos medios que los dos grandes y otras zarandajas por el estilo.
Pero por encima de negaciones o protestas, los electores, muy particularmente los electores andaluces, han ido haci¨¦ndose su propia composici¨®n de lugar. Han podido valorar por s¨ª mismos si IU era marginada o, por el contrario, utilizada con plena complacencia en beneficio de otros, y lo que se pod¨ªa esperar de esa estrategia. No parece que se hayan sentido muy a gusto, puros y aislados en una orilla, disparando contra todo lo que se moviera en la otra. Y han obrado en consecuencia.La primera reacci¨®n de todos los partidos, y no s¨®lo en el momento electoral, suele ser sentir perplejidad ante la ausencia de ¨¦xitos arrolladores y atribuir los fracasos a todo tipo de factores externos, nunca a los propios errores. O por mejor decir, al principal error, que consiste en menospreciar la autonom¨ªa intelectual de los ciudadanos-electores y su resistencia a dejarse embaucar.
Y mientras el conjunto de los ciudadanos, y no s¨®lo los incondicionales, no tienen la oportunidad de expresarse, es f¨¢cil caer en la tentaci¨®n de pensar que se dejan convencer f¨¢cilmente por los latiguillos de rigor, que aceptan sin rechistar los m¨¢s delirantes argumentos y se tragan todo lo que los estrategas de sal¨®n tienen a bien discurrir. Es el momento de los "no hay corrupci¨®n", o "todo es corrupci¨®n y deterioro", o, "no hay pinza".
Pero, en realidad, esos ciudadanos, m¨¢s inteligentes de lo que creen quienes se autoconsideran los ¨²nicos inteligentes, van tomando nota de lo que pasa. Registran los enga?os o las falacias, el desprecio a su inteligencia, o las amenazas que se les hacen. Pueden ser sensibles a un cierto clima de amedrentamiento, especialmente en sus manifestaciones externas, pero en su cabeza se van haciendo una idea de lo que son en realidad las pol¨ªticas que se les presentan y los pol¨ªticos que las encarnan. Y si ¨¦stos tuvieran la honradez intelectual de estar atentos a lo que de verdad pasa y no a sus propios prejuicios, se dar¨ªan cuenta de que la procesi¨®n va por dentro. Y cuando llegan las elecciones ocurre como en La hora de todos, que todos se manifiestan como en realidad son (o como los ciudadanos verdaderamente los ven) y no como aparentan (o como ciertos medios los presentan).
Lo bueno de la democracia es que nadie tiene que rendir cuentas ante Dios o ante la Historia. S¨®lo ante los electores.
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