Coda electoral
Aunque no se perciba a simple vista, hoy la ciudad es un poco m¨¢s suya, las calles un poco m¨¢s de ellos, partidarios y descendientes de aquel ministro de Interior, hoy patriarcal presidente de la Xunta de Galicia, que reclam¨®, para s¨ª la propiedad de los espacios p¨²blicos: "La calle es m¨ªa".Se acab¨® para los madrile?os la esquizofrenia de vivir en una ciudad municipal y auton¨®micamente de derechas dentro de una naci¨®n dirigida por un Gobierno presuntamente de izquierdas. En este juego de las apariencias, la derecha centrada pasea por la villa con aires de propietaria y examina el paisaje como si fuera su finca particular, calibrando las posibles reformas, contrarreformas, que limpiar¨¢n por fin el entorno de mendigos, camellos, yonquis, prostitutas, inmigrantes ilegales y m¨²sicos de esquina, dejando s¨®lo una representaci¨®n de pedig¨¹e?os nativos con matr¨ªcula para adornar los p¨®rticos de las iglesias a la salida de la misa dominical, reforzando con su desharrapada y fam¨¦lica apariencia el bienestar de la feligres¨ªa de bien.
La primavera se anuncia con un vientecillo que hace flamear los jirones de las banderolas y las pancartas de la reciente campa?a electoral. Rostros sonrientes y mensajes caducados. Nada tan viejo como unas elecciones de ayer, unas elecciones en las que todos ganaron algo, salvo las empresas de encuestas y sondeos, que pifiaron una vez m¨¢s sus previsiones y ahora afrontan su eventual descr¨¦dito con cara de circunstancias, descargando sus culpas en los encuestados y sondeados, pueblo de falsarios que parece gozar mintiendo ante los bol¨ªgrafos de los encuestadores, introduciendo un elemento aleatorio en la fr¨ªa maquinaria de la estad¨ªstica, burl¨¢ndose impunemente de los que pretenden cuadricular y medir algo tan personal, tan ¨ªntimo, como las intenciones y las preferencias de voto, de los pretenciosos soci¨®logos que aspiran a poseer y vender al mejor postor un retazo de futuro.
No quedar¨¢n en la calle, no pasar¨¢n a formar parte de las filas del desempleo, en el fondo el personal estaba deseando que se equivocaran e hizo todo lo posible por conseguirlo, porque la gente ama las sorpresas y gusta de echar por tierra. la prepotencia de los que regla en mano quieren pasarlo todo por su tamiz. Volver¨¢n los sondeadores en la pr¨®xima oportunidad con sus pesas y medidas, pero el personal observar¨¢ sus maniobras con un gui?o de complicidad, sabedores de sus artima?as, desconfiados de su ciencia, aceptando su labor como un elemento m¨¢s de esa parafernalia electoral que entre sus fines cuenta con proporcionar trabajo a publicitarios y estad¨ªsticos, pegacarteles o asesores de imagen.
El electorado oscila del entusiasmo al escepticismo, va acumulando dosis de esa democr¨¢tica filosofia que sabe que en las elecciones hay que cambiar algo para que casi nada cambie, para que todo se siga moviendo sobre los ra¨ªles de un tren rigurosamente controlado en el que no se puede viajar sin billete.
En una mesa electoral de C¨®rdoba, un poliz¨®n, militante anarcosindicalista de la CNT, expresaba con un cartel sobre el pecho su condici¨®n de forzado por la ley a participar en un juego en el que no cre¨ªa, coaccionado por la c¨¢rcel y la multa. Los nuevos dem¨®cratas exigen que todos seamos c¨®mplices, nos fuerzan a ser libres, a creer en la matem¨¢tica de una libertad entre muchos par¨¦ntesis, nos obligan a creer, moderadamente, en las promesas de los candidatos al menos durante unos d¨ªas.
El personal sigue pensando que pese a todos sus condicionantes, ¨¦ste del sufragio es el menos malo de los sistemas posibles, pero no se entusiasma votando el mal menor, ser¨ªa demasiado pedir. Empieza a saber que entre los filtros y los par¨¦ntesis, sea cual sea el sentido del voto, la realidad filtrada por los pol¨ªticos profesionales y enmarcada por el cors¨¦ de la geopol¨ªtica y la macroeconom¨ªa de mercado es incapaz de ofrecer cambios sustanciales.
Madrid se ha despertado el lunes un poco m¨¢s a la derecha, de ah¨ª las sonrisas satisfechas de los votantes conservadores que se saben en casa, confiados de haber impuesto su mayor¨ªa por las buenas, en la paz y la gracia del sufragio. Hoy se sienten un poco m¨¢s dem¨®cratas y sonr¨ªen tras haber cumplido con su limosna dominical y democr¨¢tica.
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