4. 'Magister dixit'
Una breve ojeada al pasado nos ayudar¨¢ a comprender el presente. Los males que expongo no son exclusivos de Espa?a ni de nuestra ¨¦poca: existieron y existen en todas las sociedades literarias api?adas en las que la lucha por el favor de los poderosos y el deseo de ascender en el escalaf¨®n se entremezclan con la envidia, el mal gusto, la vanidad y el c¨¢lculo. Los autores m¨¢s independientes y aislados, carentes de arrimos y cuya obra molesta, son as¨ª el blanco del ataque de esos mandarines clarividentes que cubr¨ªan de guirnaldas a Ars¨¨ne Houssaye -novelista y redactor jefe del influyente peri¨®dico La Presse- y somet¨ªan a un puntual e implacable varapalo al autor de Madame Bovary.
Repasemos a t¨ªtulo de ejemplo los dict¨¢menes de que fue objeto La Regenta en el momento de su publicaci¨®n: "Es menester proclamarlo muy alto. Clar¨ªn es uno de los escritores m¨¢s incorrectos y menos castizos de Espa?a ( ... ), su estilo adolece casi siempre de graves defectos de sintaxis o de construcci¨®n". "Es, como novela, lo m¨¢s pesado que se ha hecho en todo lo que va de era cristiana ( ... ), un novel¨®n de padre y muy se?or m¨ªo [escrito] por supuesto, en un estilo atroz y plagado de galicismos y otros defectos de lenguaje". "Disforme relato de dos mortales tomos [ ... ], delata en su forma una premiosidad violenta y cansada, digna de cualquier principiante cerril". "La mayor parte de los cap¨ªtulos de La Regenta producen un sue?o instant¨¢neo, tranquilo y reparador. El insomnio m¨¢s tenaz cede con un par [de ellos]", etc¨¦tera. Cincuenta a?os despu¨¦s, el "inmortal" se?or Cotarelo aseguraba muy ufano que Valle Incl¨¢n carec¨ªa de m¨¦ritos para ingresar en la Academia que ¨¦l presid¨ªa a causa de sus incorrecciones y rarezas de estilo.
Contra gustos no hay disputas, dice el refr¨¢n. Pero fundar la tarea cr¨ªtica en gustos y disgustos, amores y antipat¨ªas conduce a emitir juicios desatinados y perentorios como los que acabamos de desgranar. O¨ªmos a menudo, como argumento indiscutible, "Joyce o Proust o Lezama Lima me aburren". No dudo de que la lectura de sus obras y de textos, como El critic¨®n o Soledades, hast¨ªen a muchos lectores, salvo a los peyorativamente designados "escasos y fervientes"; mas ello no obsta a su indemne rigor y belleza. Los humores del cr¨ªtico muestran s¨®lo que la inteligencia y capacidad de an¨¢lisis no proceden del vientre ni tampoco del h¨ªgado. Elevar prejuicios y sentimientos viscerales a categor¨ªa de m¨¦todo es sumarse a la clerec¨ªa de los Bonafoux, Siboni, Dionisio de las Heras y el padre Blanco Garc¨ªa ejecutores de La Regenta y a los Saint Victor, Sarcey y Saint Ren¨¦ Tellandier cuando reprochaban a Flaubert su falta de composici¨®n y dise?o, aburrimiento e ilegibilidad. In¨²til decir que los supuestos dict¨¢menes no condenan ni afectan a las novelas incriminadas: reflejan, pat¨¦ticamente, la incultura mostrenca, arbitrariedad y miop¨ªa de sus autores.
El creador deber¨ªa desconfiar por principio de los ataques y alabanzas de sus contempor¨¢neos. Estos no suelen tener en cuenta la substancia de la obra, sino las simpat¨ªas o animadversi¨®n que el autor concita. Si los prejuicios morales y est¨¦ticos indujeron a un pol¨ªgrafo de la talla de Men¨¦ndez y Pelayo a escribir lo que escribi¨® sobre La lozana andaluza y a ensa?arse ciegamente en Blanco White, ?qu¨¦ cabe esperar de jueces de menor fuste que, guiados por sus humores, ignorancia o estrategias tribales, aventuran opiniones negativas o entusiastas sin disponer de los elementos necesarios para pronunciarse? Lo ocurrido con muchas obras innovadoras del pasado deber¨ªa incitarles a la prudencia. Pero la amnesia se repite a lo largo de la historia. Las inepcias de ayer son las mismas de hoy y ser¨¢n las de ma?ana. Hay que aprender paciencia y aguardar serenamente la hora en la que los creadores y los que les demolieron con plumas como lanzallamas est¨¦n unos y otros criando malvas para una valoraci¨®n ecu¨¢nime de la obra de los primeros, de su contribuci¨®n a la florescencia y ramaje del ¨¢rbol de la literatura. A veces, la espera es largu¨ªsima. G¨®ngora no fue le¨ªdo durante m¨¢s de tres siglos. La resurrecci¨®n de La lozana se demor¨® cuatro y medio.
Babelia
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