Rigor isl¨¢mico s¨®lo para pobres en Ir¨¢n
El puritanismo revolucionario pierde terreno en las calles de Teher¨¢n
ENVIADO ESPECIAL?Muera Estados Unidos!''. En Ir¨¢n, los viejos esl¨®ganes no mueren. S¨®lo se desvanecen. En los muros de Teher¨¢n, las consignas de la revoluci¨®n isl¨¢mica claman por un retoque y a sus l¨ªderes les cuesta, movilizar al pueblo como en los tiempos del ayatol¨¢ Jomeini. Fervor existe, pero 17 a?os despu¨¦s del derrocamiento del Sh¨¢, ocho desde el fin de la guerra con Irak y siete desde la muerte de su m¨¢ximo l¨ªder, el rigor revolucionario y la pasi¨®n antinorteamericana est¨¢n perdiendo terreno en las calles. Lo dicen, con alivio, muchos iran¨ªes acomodados de elegantes barrios del norte de Teher¨¢n y un ministro admit¨ªa el otro d¨ªa sin alarma que, sin duda, hay un cambio en el ambiente. "Estamos viviendo una primavera anticipada", comenta alegremente Sima, una joven empleada de un banco que dice haber perdido el miedo a salir maquillada a la calle. "Hace un a?o no me habr¨ªa permitido ir a trabajar con esto", agreg¨® toc¨¢ndose un velo floreado que le cubr¨ªa s¨®lo la mitad de un esmerado peinado con coquetos flecos te?idos.
Los s¨ªntomas de una discreta tendencia hacia la tolerancia est¨¢n por doquier y pr¨¢cticamente ya nadie teme exhibir su otrora prohibida admiraci¨®n por el estilo de vida norteamericano. Los Chicago Bulls tienen numerosos fans entre los baloncestistas iran¨ªes que adornan sus casas y coches con las insignias de ese club. Las casetes de Pink Floyd se venden abiertamente. El look de gran parte de la juventud es inconfundiblemente yanqui. Y las centralitas telef¨®nicas de los ministerios amenizan (seg¨²n c¨®mo se entienda) las esperas con la tonadilla del Merry Christmas o el tema musical del exitazo taquillero El golpe. "Iran se est¨¢ cocacolizando", apuntaba un soci¨®logo de Teher¨¢n utilizando, accidentalmente un ejemplo adecuado: a pesar de los esfuerzos gubernamentales por popularizar la Parsi-Cola nacional, el famoso refresco norteamericano (y sus imitaciones en envase original), sigue batiendo r¨¦cords de ventas. Y una clara prueba de que la fascinaci¨®n por las haza?as norteamericanas llega a los m¨¢s altos niveles la dio la semana pasada el propio presidente Al¨ª Akbar Hachemi Rafsanyani. El m¨¢ximo l¨ªder pol¨ªtico de la rep¨²blica isl¨¢mica en guerra contra el "gran Sat¨¢n" atras¨® una importante conferencia de prensa hasta que la CNN estuvo lista para transmitir el evento a todo el mundo.
"Ya no es delito reconocer la superioridad tecnol¨®gica de los EE UU", dice Peym¨¢n Hendi, el propietario de un pr¨®spero negocio de ordenadores en el suburbio burgu¨¦s de Shemir¨¢n, y donde cada d¨ªa acuden iran¨ªes ansiosos de entrar en la autov¨ªa de la informaci¨®n, el revolucionario recurso de informaci¨®n instant¨¢nea y global que ofrece a Ir¨¢n quiz¨¢ la m¨¢s amplia ventana al mundo, especialmente a los EE UU. Hendi ha ganado tanto dinero que ha cambiado de coche (ahora tiene un deportivo alem¨¢n. "En eso los europeos son mejores", dice) y puede permitirse ir a esquiar dos veces a la semana en las espectaculares lomas de Diz¨ªn, el ¨²nico lugar donde ya no existe segregaci¨®n entre hombres y mujeres sencillamente porque la polic¨ªa moral se ha cansado de tratar de separarlos.
Los guardianes de los "valores isl¨¢micos" son, por cierto, m¨¢s estrictos con los pobres porque ¨¦stos no est¨¢n en condiciones de ofrecer sobornos, dice un diplom¨¢tico occidental citando la implacable campa?a oficial contra los "salones de televisi¨®n ilegales". As¨ª muchos de los pobres en un pa¨ªs donde el salario m¨ªnimo no llega a las 7.500 pesetas, han perdido una fuente de ingresos o han ido a la c¨¢rcel. Numerosos residentes que invirtieron sus ahorros en una antena parab¨®lica y transformaron sus casas en cines ahora tienen dos o tres empleos.
El Parlamento iran¨ª, dominado por el clero ultraconservador, aprob¨® el a?o pasado una ley que contempla prisi¨®n, multas y confiscaci¨®n para todo propietario de esas antenas en nombre de "la defensa nacional contra el envenenamiento cultural de la sociedad isl¨¢mica", una controvertida medida que exime a los diplom¨¢ticos y a numerosos funcionarios del Gobierno. "Es injusto", se quejaba Mohsen P. "Ahora para ver Los vigilantes de la playa [la popular serie norteamericana] tengo que sacar mi parab¨®lica al balc¨®n todas las noches y luego ver la tele con un ojo en la calle por si llega la polic¨ªa. ?A qui¨¦n hago da?o viendo programas extranjeros"?.
Consciente de que es d¨ªficil competir con las tentadoras ofertas de la televisi¨®n por v¨ªa sat¨¦lite, el Gobierno est¨¢ dedicando millones de d¨®lares a promover el cine iran¨ª y, a juzgar por el ¨¦xito nacional e internacional de pel¨ªculas como El globo blanco, de Ja'afar Panahi, est¨¢ consiguiendo despertar el inter¨¦s del p¨²blico local. No faltan algunos ayatol¨¢s que se oponen a darle mas ¨ªmpetu a la industria cinematogr¨¢fica porque encuentran el superrecatado arte contempor¨¢neo iran¨ª demasiado atrevido. Para evitar ser tildados de "provocadores" los responsables de la pol¨ªtica cultural est¨¢n tratando de equilibrar la producci¨®n cinematogr¨¢fica con obras ¨¦picas. "Hay que preservar los dulces recuerdos de la sagrada defensa de nuestra valiente naci¨®n en su valiente guerra contra la arrogancia del mundo encabezada por el criminal r¨¦gimen baazista durante los ocho a?os de la guerra impuesta", declar¨® la semana pasada Rafsanyani en un encuentro con la ¨¦lite de la cinematograf¨ªa iran¨ª. En otras palabras, el cine iran¨ª debe concentrar su talento en inmortalizar las haza?as iranies durante el largo y sangriento conflicto contra Irak entre 1980 y 1988,
"La libertad de pensamiento y de expresi¨®n son bromas de mal gusto", afirma un escritor de Teher¨¢n que, como muchos intelectuales iran¨ªes, pide que no se publique su nombre. De hecho, este novelista ya est¨¢ en el anonimato desde hace tiempo. Dice que el Ministerio de Cultura y Orientaci¨®n Isl¨¢mica, que est¨¢ a cargo de un ingeniero, ha prohibido la publicaci¨®n de sus obras. "Si escribo una frase como cuando sal¨ª a comprar cigarrillos vi en la calle a una bella muchacha mi manuscrito va a parar a la papelera", dice. "Basta una referencia como ¨¦sa para que te prohiban un cuento o una poes¨ªa. Prefiero no publicar", a?ade.En ese sentido es poco probable que las cosas vayan a cambiar dentro de poco. Una formidable escultora iran¨ª sigue librando una batalla ideol¨®gica con los inflexibles rectores de la cultura impuestos por el sistema para que una de sus obras, la estatua de una mujer embarazada en tierno estado de espera, encuentre un pedestal en un parque de Teher¨¢n. "A alguien del ministerio se le ocurri¨® que las curvas del pecho eran demasiado sugestivas. -?Pero si a todas nos crecen los senos cuando estamos embarazadas!". El Ayuntamiento de Teher¨¢n le pidi¨® que cambiara de tema y le encarg¨® un monumento a los m¨¢rtires de la guerra. Se neg¨®. "El pa¨ªs est¨¢ lleno de esos monumentos. ?Por qu¨¦ no rendir un homenaje a la maternidad iran¨ª?", se pregunta la artista. Un cr¨ªtico de arte fue m¨¢s all¨¢: " ?Acaso est¨¢n esperando que EE UU ponga de moda la maternidad?"
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.