Psicoanalista y detective

Hay tantas pel¨ªculas policiacas cuya intriga gira en torno a que el ¨²nico testigo de un asesinato es un ni?o que puede decirse que constituyen un subg¨¦nero con caracter¨ªsticas propias. Esto es lo que ocurre en Un testigo en silencio, pero como siempre se ha ido todav¨ªa un poco m¨¢s lejos y en esta ocasi¨®n el testigo del brutal asesinato de sus padres es un ni?o autista.Por tanto, el inter¨¦s de esta producci¨®n gira por un lado en descubrir al culpable, lo que es habitual en el g¨¦nero policiaco, y luego en encerrar una interesante descripci¨®n de un ni?o autista, bien interpretado por un desconcertante J. P. Walsh, a pesar de un doblaje que pasa por encima con indiferencia de sus habilidades para imitar voces, lo que resulta bastante ins¨®lito.

Sin olvidar que por encima de estos elementos destaca la figura de un psicoanalista es pecializado en ni?os problem¨¢ticos, retirado de su profesi¨®n desde hace a?os por el suicidio de uno de sus pacientes, que por las especiales caracter¨ªsticas de este caso se ve convertido en ocasional detective. Bien encarnado por un cada vez m¨¢s sobrio Richard Dreyfuss, el personaje posee la virtud de hacer aflorar lo que siempre ha tenido de investigaci¨®n policiaca el psicoan¨¢lisis y hacerlo plenamente convincente.Sin embargo, el bastante h¨¢bil gui¨®n de Akiwa Goldsman, que esconde bastante bien las trampas habituales de las narraciones polic¨ªacas, no se ve respaldado por una s¨®lida direcci¨®n que, unida al buen trabajo de los, actores, consiga que el conjunto se convierta en una atractiva producci¨®n.

El prol¨ªfico realizador australiano Bruce Beresford, instalado en Estados Unidos hace m¨¢s de 10 a?os, capaz de lo mejor, Mister Johnson (1990), y de lo peor, Un hombre en Africa (1993), especialmente conocido por la oscarizada Paseando a Miss Daisy (1989), no se encuentra a la altura de los restantes elementos puestos en juego.

Si como director de actores demuestra bastante habilidad, tanto por la interpretaci¨®n del veterano Richard Dreyfuss como de la bella y poco conocida Liv Tyler, entre los que se sit¨²a el ni?o J. P. Walsh, el resto de su trabajo resulta en exceso anodino.

La intriga est¨¢ bien narrada, se sigue con inter¨¦s, pero a Un testigo en silencio le falta el brillo que hubiese sido necesario para ahondar en la larga tradici¨®n del policiaco psicol¨®gico y alejarse lo m¨¢s posible de las series de televisi¨®n con inusuales detectives.