La nueva gente del f¨²tbol
Dirigir un equipo ha dejado de ser un pasatiempo para convertirse en un negocio que mueve 40.000 millones
No hace demasiado tiempo, el f¨²tbol era para la gente del f¨²tbol. Y esa gente formaba la clase dirigente, hombres de reconocida solvencia cuya principal virtud era el exceso de tiempo libre para dedicarlo a la gesti¨®n del club de la localidad. Hab¨ªa en su actitud un altruismo un tanto hip¨®crita: invert¨ªan su tiempo y obten¨ªan reconocimiento social. El riesgo econ¨®mico era tan relativo que, a finales de los a?os 80, el diagn¨®stico del f¨²tbol espa?ol era el propio de un enfermo terminal con m¨¢s deuda que patrimonio y todo tipo de amenazas de embargo.La situaci¨®n provoc¨® la intervenci¨®n del Gobierno, porque tal era la fuerza del f¨²tbol que los socialistas, con buen criterio, no quisieron pasar a la historia como los enterradores del ¨²nico deporte verdaderamente nacional. El plan de saneamiento, por no denominarlo en su momento plan de salvaci¨®n, naci¨® acompa?ado de una ley que obligaba a convertir los clubes en sociedades an¨®nimas. No s¨®lo no exist¨ªa otra salida, es que esa ley era el mejor argumento para ponerle un nombre y un apellido a los futuros responsables de las futuras deudas. Y, sobre todo, era una argucia legal para intentar transformar la situaci¨®n: el f¨²tbol para el que se lo trabaje. Buena parte de la clase dirigente perdi¨® de forma repentina todo inter¨¦s por el deporte rey porque ya no era un ocio bien remunerado; las juntas directivas dejaban de ser una reuni¨®n de amigos: la cosa iba en serio, consejos de administraci¨®n, auditor¨ªas y... responsabilidades financieras.
Cuando Jes¨²s Gil golpe¨® en el ment¨®n al gerente del Compostela acompa?ado de varios guardaespaldas, hubo quien se pregunt¨® qu¨¦ es lo que hab¨ªa cambiado para que esa escena fuera posible. La gente del f¨²tbol nunca lleg¨® a las manos, la violencia nunca hab¨ªa trascendido ciertos l¨ªmites dial¨¦cticos. De aquella transformaci¨®n que buscaba sentar en el palco a empresarios dignos de cr¨¦dito e impulsores de unos nuevos m¨¦todos de gesti¨®n se hab¨ªa llegado a una realidad un tanto escabrosa: dirigentes pendencieros y deslenguados. La agresi¨®n de Gil ante las c¨¢maras de televisi¨®n era excesivamente repugnante. ?Hasta d¨®nde estaban dispuestos a llegar los nuevos dirigentes del f¨²tbol?, ?qui¨¦nes eran esos presidentes nacidos de la reconversi¨®n?
La Liga Profesional re¨²ne una variopinta mezcla de constructores, intermediarios y distribuidores, las actividades que m¨¢s abun
dan entre los presidentes de nuevo cu?o. A diferencia de otros pa¨ªses, en Espa?a pocos son los presidentes que proceden de la econom¨ªa productiva, que son los casos de la familia Solans (Zaragoza), due?os de Pikol¨ªn, o de Juan Jos¨¦ Hidalgo (Salamanca), propietario de Air Europa y Viajes Halc¨®n, entre sus casi 30 empresas. Sin embargo, no es esta la distinci¨®n fundamental: en la Primera Divisi¨®n hay una clara divisoria entre los que son due?os de un club, los que controlan un paquete importante y los que son minoritarios.
Mucha es la diferencia que separa a Ruiz de Lopera de Javier P¨¦rez. Lopera es tan amo y se?or del Betis que orden¨® instalar su busto en el Benito Villamar¨ªn. Nadie puede discutirle nada: cuando el Betis estaba a punto de desaparacer porque sus fieles socios de anta?o no acud¨ªan a la compra de acciones, apareci¨® Lopera en el minuto 90 con 800 millones. P¨¦rez, por el contrario, administra el club desde sus ocho acciones (80.000 pesetas de inversi¨®n). Lleg¨® a la presidencia en 1986 cuando
el equipo militaba en Segunda B y aunque es Ginec¨®logo de profesi¨®n, ha convertido el f¨²tbol en su actividad principal. Es de los pocos que cobran.
Y esa misma diferencia es la que separa a Gil de Caneda. Jes¨²s Gil es el presidente que m¨¢s dinero ha invertido en su club, dos mil millones seg¨²n algunas estimaciones. Caneda es un peque?o accionista, que gestiona a raz¨®n de medio mill¨®n de pesetas al mes un club cuyo verdadero due?o es el Ayuntamiento de Santiago, que acudi¨® a la compra de acciones (40%) para evitar su desaparici¨®n.
Gil se hizo due?o del Atl¨¦tico desde el primer momento. De forma irregular y con el consentimiento de la administraci¨®n deportiva, mezcl¨® sus cuentas personales con las del club, eludi¨® la convocatoria de algunas asambleas y pas¨® a convertir el club en una enorme deuda de 3.000 millones de pesetas cuyo ¨²nico acreedor era el propio Gil. La conversi¨®n del Atl¨¦tico en sociedad an¨®nima con m¨¢s del 90% de las acciones en sus manos result¨® inevi
table. No hay mejor ejemplo que Gil para resaltar los beneficios del f¨²tbol en la promoci¨®n social. Pero el salto de Gil a la pol¨ªtica tampoco fue el ¨²nico salto.
Ah¨ª est¨¢ la lenta pero segura progresi¨®n de Augusto C¨¦sar Lendoiro, a quien se considera la voz del PP en el Deporte. Lendoiro fue un abogado que nunca ejerci¨®. Desde la gerencia de un colegio privado, entr¨® en el mundo del hockey sobre patines hasta convertir al Liceo de La Coru?a en un fen¨®meno en la ciudad. Su prestigio de hombre milagro le llev¨® al Deportivo, donde consigui¨® un ¨¦xito, sin precedentes. En la pol¨ªtica, su carrera no tiene desperdicio: es portavoz del PP en el Ayuntamiento, secretario de Deportes de la Xunta y presidente de la Diputaci¨®n.
Mientras Gil y Caneda eran separados, escaleras arriba esperaban hombres como Solans y Lopera, que han arriesgado casi mil millones en el Zaragoza y el Betis, respectivamente. O Marcos Fern¨¢ndez, que tiene parte de su patrimonio empe?ado en un negocio
como el Valladolid, un negocio dif¨ªcil de manejar, en el que un gol en contra puede significar una ca¨ªda de ingresos cercana a los 500 millones. 500 millones por un gol, un precio demasiado alto. Marcos Fern¨¢ndez tiene una oferta tan concluyente como esta: si firma recibir¨¢ mil millones de forma inmediata por cada a?o que mantenga al club en Primera. Descender a Segunda es rebajar los ingresos a cien millones anuales. El descenso tiene un precio: 900 millones.
Quiere ello decir que, sean due?os o no, dispongan de un paquete minoritario o disfruten de un buen sueldo, alternen la gesti¨®n del club con una carrera pol¨ªtica, nadie ocupa el palco por nada. Acab¨® la ¨¦poca en la que el dirigir un equipo era una buena ocupaci¨®n para el tiempo de ocio. Unos se juegan mucho dinero, otros sueldo y proyecci¨®n social, Lendoiro un prestigio en la pol¨ªtica. Manejan cerca de 40.000 millones anuales y un escenario muy conflictivo. El f¨²tbol se ha convertido en un gran negocio televisivo y las tentaciones obran, con cifras que alcanzan los nueve ceros, en la mesa de cada despacho. Hay una inocencia que se ha perdido: hay canales de televisi¨®n que persiguen la compra de acciones a buen precio, conglomerados multinacionales que prometen una lluvia de millones por todo tipo de derechos.
En las reuniones de la Liga ya no se habla de f¨²tbol; ni siquiera de ¨¢rbitros: se discute c¨®mo repartir una tarta valorada en 150.000 millones de pesetas, seg¨²n unas cifras que algunos de los actuales dirigentes jam¨¢s hab¨ªan manejado. Y de ese reparto dependen muchos bolsillos e intereses. El f¨²tbol espa?ol ha cambiado mucho desde septiembre de 1991. La gente del f¨²tbol ha dado paso a los due?os del f¨²tbol. Del pasado s¨®lo permanece el tranquilo reinado de Josep Llu¨ªs N¨²?ez, a punto de cumplir su 20 cumplea?os como presidente del Bar?a. Los nuevos h¨¢bitos han tra¨ªdo nuevos conflictos: cada gol en contra duele en el bolsillo de alguien.
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