?Odiosas comparaciones?
"Los ideales tienen extra?as propiedades", escribi¨® Musil en El hombre sin atributos; entre otras, la de transformarse en su contrario cuando se les quiere seguir escrupulosamente" . Tal vez porque eso es as¨ª hay personas que estiman que el gulag ya estaba in nuce -en Marx; como hay personas que defienden que el convencimiento mesi¨¢nico de Jes¨²s de Nazaret ten¨ªa que conducir a la Inquisici¨®n; como hay personas que ven en Adam Smith la preformaci¨®n de todas las injusticias del capitalismo liberal.Para el tipo de argumento que ahora intento comunicarles seguramente bastar¨ªa con admitir una intuici¨®n del poeta Le¨®n Felipe sobre "el hombre que ten¨ªa una doctrina", la cual creci¨®, creci¨® y fue creciendo hasta convertirse en templo.
Le¨®n Felipe concluye esa intuici¨®n con un exabrupto pro¨¦tico: el que tenga una doctrina, que se la coma (antes de que su conversi¨®n en templo acabe comi¨¦ndose a los partidarios de la doctrina).
Admiro mucho el talante moral de Le¨®n Felipe. Pero tengo que confesar que no veo todav¨ªa a nuestra humanidad en disposici¨®n de poner en pr¨¢ctica tama?o acto de desideologizaci¨®n de los comportamientos de la especie. Ni en el sentido bondadoso del poeta ni en el sentido (m¨¢s interesado) de los soci¨®logos y polit¨®logos del final de las ideolog¨ªas.
Pues, por lo que yo s¨¦, toda teor¨ªa del final de las ideolog¨ªas es la premonici¨®n impl¨ªcita de una nueva fase hist¨®rica hiperideol¨®gica. El que no lo parezca (porque las nuevas ideolog¨ªas son siempre recomposici¨®n de antiguas ideolog¨ªas que se afirman contra las ideolog¨ªas del presente) es s¨®lo una consecuencia del d¨¦ficit deformaci¨®n hist¨®rica de la mayor¨ªa de los soci¨®logos y polit¨®logos actuales.
S¨²pongamos de todas formas, qu¨¦ hay que recoger el guante que nos lanzan Musil y Le¨®n Felipe. En ese caso todav¨ªa deber¨ªamos preguntarnos por qu¨¦, a pesar de lo que sabemos sobre sus cr¨ªmenes hist¨®ricos, cristianismo y liberalismo siguen existiendo en. nuestro mundo como idearios, como movimientos ideales o como realidades pol¨ªtico-sociales. ?Acaso porque el hombre es el animal que tropieza dos y hasta tres veces en la misma piedra?
Puede ser.
Propongo, no obstante, otra interpretaci¨®n. A saber: porque, a pesar de sus cr¨ªmenes hist¨®ricos, cristianismo y liberalismo han sido y siguen siendo vividos por sectores sociales amplios de poblaciones tambi¨¦n amplias como utop¨ªas, como idearios de liberaci¨®n que luego quedaron, en este valle d¨¦ l¨¢grimas, desdoblados o rotos en el momento en que se convirtieron en ideolog¨ªas de dominaci¨®n.
Por eso hace mucho, mucho tiempo que hay varios cristianismos y varios liberalismos.
Pues bien, me parece que este principio de explicaci¨®n de la persistencia de cristianismo y liberalismo vale tambi¨¦n para el socialismo marxista entendido como tradici¨®n liberadora o emancipadora. Esta tradici¨®n, al materializarse en movimientos hist¨®ricos concretos, se ha desdoblado y desquiciado hasta romperse. Durante medio siglo el socialismo marxista ha sido al mismo tiempo ideolog¨ªa de una dominaci¨®n sobre los de abajo e inspiraci¨®n de las luchas de los de abajo contra la domina ci¨®n existente. As¨ª en Espa?a como en la URSS. As¨ª en Italia como en China.
Desdoblamiento de la idea bajo una misma palabra. De la misma manera que resultaba dif¨ªcil hacer caer bajo un mismo ideario a Luis Vives y a Torquemada, a Erasmo y a Gin¨¦s de Sep¨²lveda, a Bartolom¨¦ de las Casas y a Fernand¨® Vald¨¦s, por poner ejemplos conocidos y que nos tocan de cerca, o asimilar a Einstein con Truman o a Russell con Thatcher al hablar de liberalismo, por poner ejemplos que deber¨ªan tocarnos, as¨ª, tambi¨¦n el desdoblamiento del socialismo marxista obliga, nos obliga a todos, a distinguir entre Stalin y Bujarin, entre Zhanov y Granisci, entre Ebert y Rosa Luxemburg.
El cristiano o el liberal que quiera ser cr¨ªtico del socialismo y pretenda al mismo tiempo seguir llam¨¢ndose con consecuencia y moderado orgullo "cristiano" o "liberal" tendr¨¢ que empezar por practicar la autocr¨ªtica del cristianismo y del liberalismo hist¨®ricamente existentes.
O retirarse al monasterio a meditar. O negar la posibilidad misma de una pol¨ªtica como ¨¦tica de lo colectivo. Querr¨ªa ahora dar un paso m¨¢s en la misma direcci¨®n y hacer seguir de la "odiosa comparaci¨®n" que acabo de establecer la siguiente conclusi¨®n, de la misma manera que la persistencia del cristianismo y del liberalismo como movimientos de liberaci¨®n se ha debido en nuestra cultura sobre todo al ejemplo de cristianos y de liberales que, sin renunciar a los principios de caridad, piedad, igualdad, libertad y tolerancia, se enfrentaron abiertamente a la conversi¨®n del cristianismo y del liberalismo en ideolog¨ªas justificadoras del poder y de la represi¨®n, as¨ª tambi¨¦n la persistencia del socialismo marxista, aunque sea en minor¨ªa, se debe a unos cuantos ejemplos que nadie discute y sobre los cuales, al entrar en comparaciones, casi nadie encuentra elementos' para considerar "odiosos": Marx mismo, desde luego, Federico Engels, Rosa Luxemburg, Antonio Grainsci, Jos¨¦ Carlos Mari¨¢tegui...
Lo que da continuidad a una tradici¨®n liberadora, sea ¨¦sta el cristianismo, el liberalismo o el socialismo marxista, es la combinaci¨®n de una s¨®lida creencia en alg¨²n tipo de justicia posible en este mundo con el ejemplo de aquellos que proclamaron y argumentaron tal creencia.
Una tradici¨®n emancipatoria es algo as¨ª como una pasi¨®n razonada hist¨®ricamente y reforzada por el ejemplo de los creyentes. La tradici¨®n declina cuando los ejemplos negativos superan ya abrumadoramente a los positivos. La tradici¨®n persiste cuando hay gentes que, aceptando estar en minor¨ªa en el seno de esa tradici¨®n, rompen decididamente con el ejemplo hist¨®rico negativo. La traves¨ªa del desierto, la creaci¨®n de ¨®rdenes religiosas, la refundaci¨®n del liberalismo moderno precisamente con el nombre de socialismo y la fragmentaci¨®n del socialismo desde la Primera Guerra Mundial son casos hist¨®ricos de la sentida necesidad de ruptura en el seno de una tradici¨®n.
La corrupci¨®n de los dirigentes de un movimiento libe
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