Mujeres libertarias
Es bien sabido que la guerra es cosa de hombres. Y aun cuando tienen alcance universal los mensajes libertarios que de vez en cuando lanzan al mundo -por los que viven, luchan, se afanan y finalmente mueren-, son ellos, los hombres, los que acaban poniendo coto al desenfreno de las mujeres que, siguiendo al pie de la letra su mensaje libertario, agarran el fusil y se van al frente a defender esos ideales. Y es que todo tiene un l¨ªmite, reflexionan ellos, porque son ellos los que conocen ese l¨ªmite y s¨®lo a ellos corresponde maniobrar a su antojo la estrategia y la moral.Libertarias es la constataci¨®n de esa forma de actuar del ser humano en el poder, o simplemente en el mando, en este caso el propio Durruti ante un grupo de mujeres convencidas de que la lucha por la libertad es total e inaplazable.
De un tiempo a esta parte una serie de pel¨ªculas nos recuerdan, por si lo hab¨ªamos olvidado, que la guerra civil no s¨®lo supuso la derrota de nuestros ideales democr¨¢ticos, sino de muchos otros que, fragmentados y enfrentados, dieron paso a la victoria del ej¨¦rcito sedicioso de Franco y a sus 40 a?os de p¨¢ramo. Asistidos, todo hay que decirlo, por los nazis y los fascistas y con el consentimiento de las potencias occidentales, llamadas defensoras de la libertad.
Es curioso comprobar que Libertarias entra ya en la categor¨ªa de las pel¨ªculas hist¨®ricas, ¨¦sas que vemos con la distancia y la superioridad que despiertan en nosotros la ingenuidad de la lucha por un ideal, y cierta condescendencia, como si ya hubi¨¦ramos alcanzado las cimas m¨¢s altas del para¨ªso de la libertad. Y, sin embargo, estamos a¨²n muy lejos de aquella por la que lucharon esas mujeres y otras que desaparecieron o fueron obligadas a volver a la servidumbre de su vida anterior. Es cierto que hoy se habla a todas horas de la libertad de la mujer, de la igualdad entre hombres y mujeres, pero en muchos casos los ideales de solidaridad y justicia se han desviado y se han convertido en un simple af¨¢n de seguridad personal. Para muchas mujeres, esa igualdad y esa libertad parecen cifrarse m¨¢s en sacarle una buena tajada al divorcio para seguir siendo hiedras que en la lucha real, urgente y necesaria en favor de la verdadera igualdad, en busca de los objetivos jam¨¢s alcanzados de igual remuneraci¨®n por igual trabajo y de responsabilidad compartida en la vida familiar. Por poner un solo ejemplo.
Tal vez Durruti ten¨ªa raz¨®n al ordenar que se retiraran las, mujeres del frente y volvieran al puesto de sirvientas que la sociedad, a¨²n hoy, les adjudica. Pero era una raz¨®n a medias, porque no son s¨®lo las mujeres las que hay que retirar, sino los hombres tambi¨¦n, y tal vez abrir¨ªamos un nuevo horizonte a nuestros hijos si aprendi¨¦ramos a prescindir de las banderas y a dirimir las diferencias en un ring o en una cancha. Lo cual no parece posible mientras los pa¨ªses ricos sigamos cifrando nuestra riqueza y nuestro bienestar en fabricar armamento para venderlo a las facciones de las cien guerras que asolan los pueblos m¨¢s pobres.
Todo esto pensaba yo al salir del cine, despierta por una vez en mi alma la vena libertaria y justiciera dormida tras la libertad domesticada y regionalizada que hemos alcanzado los pa¨ªses desarrollados en la UVI en que vivimos, tan lejano y distante el mundo real, del 75% de los habitantes de este planeta que sigue viviendo en la esclavitud y la miseria.
Mujeres libertarias que tuvieron por unos meses conciencia de ese mundo. Mujeres libertarias condenadas a la incomprensi¨®n y a luchar en dos frentes a la vez. Mujeres libertarias que accedieron con su coraje a la dignidad y la complicidad, denigradas y enga?adas por los suyos, ultrajadas, violadas, degolladas, por los otros. Y es que la guerra, ni por las grandes causas, es cosa de mujeres, dicen los hombres.
As¨ª sal¨ª yo despu¨¦s de ver Libertarias. Con una extra?a a?oranza, adem¨¢s, por la desaparecida y desprestigiada pasi¨®n rom¨¢ntica. No se la pierdan.
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