Las privatizaciones en Am¨¦rica Latina
En Bolivia, miles de manifestantes atestan las avenidas de La Paz protestando contra la privatizaci¨®n -capitalizaci¨®n es el nombre preferido en el pa¨ªs andino- de la empresa petrolera estatal, Yacimientos Petrol¨ªferos Fiscales Bolivianos; las Fuerzas Armadas de Bolivia le expresan su inquietud al presidente S¨¢nchez de Lozada por la venta de los ferrocarriles y de los hidrocarburos. En Paraguay, las principales centrales sindicales realizan una huelga general de un d¨ªa exigiendo, ciertamente, un aumento de salarios, pero tambi¨¦n la convocatoria de un refer¨¦ndum sobre las privatizaciones propuestas por el Gobierno, tal y como sucedi¨® en Ecuador hace un a?o y en Uruguay hace dos.En Brasil, el presidente del equipo de privatizaciones del r¨¦gimen anuncia la postergaci¨®n de la venta de la empresa de luz y fuerza de R¨ªo de Janeiro aduciendo condiciones de mercado inadecuadas. La enajenaci¨®n de la compa?¨ªa Vale do R¨ªo Doce, la joya de la corona privatizadora de Brasil y quiz¨¢s de toda Am¨¦rica Latina, se ha demorado mucho m¨¢s de lo previsto, y nadie sabe cu¨¢ndo llegar¨¢ a la mesa de remates, si es que llega. Y en M¨¦xico, campe¨®n mundial de las privatizaciones en gran escala y en poco tiempo, los planes del Gobierno de vender los cuatro grandes complejos petroqu¨ªmicos de Pemex y de permitir la participaci¨®n de empresas extranjeras en la constituci¨®n de las nuevas administradoras de fondos de retiro (Afores) enfrentan de repente una recia oposici¨®n... ya no de la oposici¨®n, sino del propio, PRI, el partido gobernante.
?Adaso algo anda mal en el para¨ªso privatizador que fue Am¨¦rica Latina hace apenas un par de a?os? En el supuesto de que, efectivamente, se est¨¦ produciendo un regreso del p¨¦ndulo en esta materia, varias razones lo explicar¨ªan. Algunas son comunes a todos los pa¨ªses de la regi¨®n, otras corresponden espec¨ªficamente a determinadas naciones pero todas poseen un denominador com¨²n: las privatizaciones realizadas hasta la fecha, o bien no funcionaron, o bien, a pesar de su ¨¦xito, arrojaron beneficios muy inferiores a los esperados, y hoy, al elevarse los costes de nuevas ventas, el saldo resulta mucho menos atractivo que antes. En la primera categor¨ªa habr¨ªa que colocar a varias empresas de distintos pa¨ªses: desde Aeroper¨², Aerol¨ªneas Argentinas, Viasa y Mexicana de Aviaci¨®n en el rubro del aerotransporte, hasta los bancos mexicanos y algunos intentos de privatizaci¨®n de fondos de pensiones. Resulta ahora que las empresas vendidas siguen perdiendo dinero, que las empresas compradoras procuran deshacerse de ellas o que el esquema entero genera beneficios menores de los anunciados y que los que fueron anteriormente atribuidos a dichos esquemas en realidad ten¨ªan un origen diferente. En el caso de los fondos de pensi¨®n de Chile, comienzan a decaer los rendimientos devengados a los ahorradores, y el espectacular aumento del ahorro interno no es responsabilidad de los fondos, sino del esfuerzo de las empresas (ver al, respecto el significativo estudio de Merril Lynch Latin American economics: savings and investment in Latin America).
O, como en el caso de las carreteras privadas en M¨¦xico, sale m¨¢s caro el caldo que las alb¨®ndigas y el Estado se ve ahora obligado a hacerse cargo de la deuda, del mantenimiento y pronto de la operaci¨®n de las autopistas, algunas de las cuales, de todas maneras, son ¨²tiles, y otras, como la M¨¦xico-Acapulco, que cost¨® 3.000 millones de d¨®lares, terminan siendo un elefante blanco digno de la mejor ¨¦poca del populismo mexicano.
En lo tocante a la banca en M¨¦xico, el desastre ha sido estrepitoso, no ¨²nica ni necesariamente por la privatizaci¨®n, pero esta ¨²ltima se ha vuelto indisociable de la terrible crisis que ha azotado al sistema financiero mexicano desde la devaluaci¨®n de diciembre de 1994.
En otros casos -con independencia de las condiciones de su realizaci¨®n-, las enajenaciones han funcionado relativamente bien (Tel¨¦fonos de M¨¦xico, las empresas sider¨²rgicas de punta de Brasil, las dos telef¨®nicas en Argentina y las empresas de agua potable de Buenos Aires), pero sin ser tampoco la panacea que muchos exaltaron. Y las sociedades latinoamericanas, justificadamente hartas del mal estado que las ha gobernado, y l¨®gicamente expectantes frente a los milagros prometidos, hoy comienzan a mudar de ¨¢nimo ante las promesas incumplidas. ?Qu¨¦ ha sucedido? En algunos casos, los actores pol¨ªticos y econ¨®micos se han percatado de que las empresas que perd¨ªan dinero cuando eran p¨²blicas siguen perdiendo ahora que son privadas, pero son al mismo tiempo indispensables para la buena marcha de un pa¨ªs. Se trata, por ejemplo, de casi todo el andamiaje de infraestructura que los reg¨ªmenes latinoamericanos construyeron a lo largo de muchos a?os. Existen rutas a¨¦reas y carreteras que, simplemente, no son rentables y que, sin embargo, son necesarias; el coste de las p¨¦rdidas tiene que ser socializado. En otros casos, y esto es cada vez m¨¢s frecuente y explica, entre otras razones, el actual descr¨¦dito de las privatizaciones en M¨¦xico, la corrupci¨®n descubierta en las ventas ha sido descomunal y las ganancias para algunos han implicado p¨¦rdidas importantes para muchos otros. Uno de los alegatos a favor de la entrega al sector privado de diversas empresas estatales fue justamente el combate a la corrupci¨®n, generalmente vinculada al sector p¨²blico. Ahora las sociedades se enteran de que la venalidad asociada a las ventas mismas y luego a la gesti¨®n privada es semejante o peor a la de antes. Proliferan las preguntas sobre el origen de los fondos con los que se compraron los activos estatales; abundan los susurros que pronuncian la palabra prohibida: el narcotr¨¢fico.
Finalmente, dos factores adicionales nutren las dudas y la renuncia de sectores crecientes de las sociedades latinoamericanas. El primero involucra el problema del marco regulatorio: no es lo mismo privatizar en el Reino Unido, donde la autoridad regulatoria tiene siglos de experiencia y honestidad, que en Venezuela, donde la corrupci¨®n, como en M¨¦xico, es end¨¦mica y la capacidad fiscalizadora del Estado brilla por su ausencia secular. El dise?o econ¨®mico-social anglosaj¨®n, cualquiera que sean sus ventajas e inconvenientes, implica un Estado d¨¦bil como propietario, pero poderoso en tanto sujeto regulador o fiscalizador de los agentes econ¨®micos y de los actores sociales. Querer el Estado-due?o an¨¦mico de los liberales y el Estado-regulador enclenque de la tradici¨®n colbertista, socialdem¨®crata o japonesa es un contrasentido.
En segundo lugar, se ha comprobado c¨®mo muchas empresas privatizadas han procedido a lo que se esperaba de ellas: el mentado downsizing, esto es, la reducci¨®n de plantillas o n¨®minas, con el fin de promover la eficiencia, la competitividad y las utilidades. Y en muchos casos los resultados son dignos de elogio: las firmas m¨¢s productivas conquistan mercados, aumentan sus ventas, pagan m¨¢s impuestos, e incluso crean nuevos empleos que sustituyen a los anteriores -imprroductivos- que se perdieron. Pero en muchas otras ocasiones -las m¨¢s- el ajuste de personal se produce sin que se vislumbre el provecho para nadie. Y en cambio, las consecuencias del desempleo masivo en sociedades sin redes de salvaguardia, con ¨ªndices de desocupaci¨®n y subempleo inconmensurables con las de los pa¨ªses industrializados, se toman intolerables.
Y la interrogante surge: ?no era preferible conservar los empleos que con tanto esfuerzo se hab¨ªan creado, aun a un coste social elevado, si la alternativa es el desempleo, la delincuencia y la desesperaci¨®n?
Buena parte del proceso privatizador en Am¨¦rica Latina es hoy irreversible, para bien o para mal. No hay marcha atr¨¢s en la. mayor¨ªa de los pa¨ªses o empresas, ni debe haberla. Pero las lecciones de los errores cometidos, de los abusos y de las improvisaciones deben servir a la vez para futuras enajenaciones -que s¨ª son perfectamente anulables cuando carecen de l¨®gica intr¨ªnseca- y para corregir lo que se pueda cuando sea posible. Las modas son p¨¦simas consejeras; hoy que el af¨¢n privatizador se desvanece, es tiempo de sacar cuentas, evitar empecinamientos y recordar que hasta las modas parisienses cambian con la estaci¨®n.
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