Pedro Fernaud, peiriodista y escritor
Pedro Fernaud, periodista y escritor tinerfe?o, muri¨® anteanoche en Madrid, a los 57 a?os, v¨ªctima de un infarto. Deja esposa, Mar¨ªa ?ngeles Quintana, y dos hijos.Era volc¨¢nico, como su tierra, pero ten¨ªa atemperado ese car¨¢cter gracias al aprendizaje activo de Ortega y Gasset, y de tantos otros fil¨®sofos, como Juli¨¢n Mar¨ªas, de los que fue siempre fiel exegeta, contertulio, defensor o amigo. No era un hombre de medias tintas, sino un ser pol¨¦mico, audaz, serio y profundo. Como si en ¨¦l se hubiera trasplantado una generaci¨®n de los siglos ilustrados, franceses, ingleses o alemanes, no fue nunca un espa?ol superficial ni vano, y la suya fue, habitualmente, la imagen inquieta del que no halla jam¨¢s reposo en un mundo habitado por la frivolidad y por la decadencia del inter¨¦s por las cosas esenciales. Iba siempre con un libro bajo el brazo y con un peri¨®dico en la mano, y ambas cosas las ten¨ªa le¨ªdas.
En ese sentido, era un personaje raro, por su actitud humanista en un tiempo en el que todo parece condenado a decirse muy deprisa para que conste pronto y para que deje de existir. Era tambi¨¦n un fil¨®sofo, y un escritor profundo, un estilista. El pensamiento le interesaba como m¨¦todo para estudiar mejor las cosas y no para pontificar en los medios a los que prest¨® su pluma. Pedro Fernaud intervino en el inicio de muchas empresas period¨ªsticas, incluida ¨¦sta, en la que ahora fatalmente aparece su necrol¨®gica. Pero sobre todo estuvo ligado a Televisi¨®n Espa?ola, de la que fue redactor, corresponsal, guionista, asesor, y todas las cosas que a veces reclama ese medio -como cualquier medio, por otra parte- que de tal modo usa, gasta y olvida a tantos profesionales. Nunca dej¨® de estar presente en los peri¨®dicos canarios, y, a pesar de que desde muy joven desarroll¨® sus estudios y su vida profesional en Madrid, regreso con su escritura cada vez que aquel territorio requiri¨® su atenci¨®n y su entusiasmo.
Era, en efecto, un ser entusiasta, y por tanto ingenuo, y eso le permiti¨® seguir siendo como un ni?o grande al que a veces se le notaba la a?oranza de una playa en la que, como el personaje de Camus, todos fuimos m¨¢s felices. No descansaba nunca en esa actitud adolescente, y ahora que ha muerto, los que le conocimos hace tantos a?os sabemos hasta qu¨¦ punto se muere una parte buena de nuestra memoria.-
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