Laudrup y dem¨¢s duendes
Ante el Sevilla, en uno de esos partidos grabados a fuego que tan poco le van, Michael Laudrup dio una de esas lecciones de alquimia que tanto recordaremos. Esta vez, su m¨¦rito consisti¨® en convertir en oro media docena de balones furiosos. Dicho con mayor propiedad, media docena de veces tuvo que bordear al traumat¨®logo, media docena de veces acert¨® a dividir prodigiosamente el espacio por el tiempo y, en resumen, media docena de veces logr¨® transformar un pellejo lleno de aire en una herramienta de precisi¨®n.Ser Laudrup y resistir la tentaci¨®n de cobijarse en la banda casi llega a parecer locura. En estos tiempos de entrenadores por ordenador, agresiones t¨¢cticas y directivos que se fajan cuerpo a cuerpo con cualquier excusa, todos los Laudrup llevan colgado el cartel de Vivo o preferiblemente muerto. O quiz¨¢ sea que siempre fueron tratados como enemigos p¨²blicos y, por razones de conveniencia que el coraz¨®n no puede aceptar, los espectadores siempre nos limitamos a consentirlo. Un superficial repaso de la epopeya basta para confirmar esta impresi¨®n. En el Mundial de Londres, Laudrup se llamaba Pel¨¦ y los portugueses le tiraron encima todo el hierro forjado que hab¨ªan conseguido reunir en Angola; despu¨¦s, Laudrup se llam¨® Eusebio y toda Europa empez¨® a disparar contra ¨¦l cuando hab¨ªa peligro de gol; m¨¢s tarde se transfigur¨® en Cruyff y los italianos encargaron el trabajo sucio a Oriali, uno de esos menudos esbirros de porte rural que en lugar de atizarte un pu?etazo te clavan un pincho. A continuaci¨®n, cuando se llam¨® Maradona, cada clan de la competencia contrat¨® a un mat¨®n con la consigna de eliminarlo por la espalda: todav¨ªa se recuerda la persecuci¨®n a que le someti¨® en el Mundial de Espa?a un camorrista peinado a navaja que, Santa Madonna, llevaba una camiseta color azul celeste y para m¨¢s inri se hac¨ªa llamar Gentile.
Hace varios d¨ªas, Laudrup anunciaba su prop¨®sito de abandonar el Madrid. Todo el mundo entendi¨® su mensaje como el anuncio de un exilio. Seguramente pedir¨¢ estatuto de refugiado en alg¨²n pa¨ªs neutral; se ir¨¢ a una liga en la que el f¨²tbol no sea para el que lo trabaje, sino para el que lo juegue. En su caso, y por una m¨ªnima exigencia est¨¦tica, s¨®lo Holanda y Dinamarca podr¨ªan ser buenas tierras de asilo.
Luego, la historia volver¨¢ a repetirse: siempre habr¨¢ un mat¨®n dispuesto a disparar contra el nuevo Laudrup y siempre habr¨¢ un memo vestido de ¨¢rbitro dispuesto a perseguir a quien proteste. La ley seguir¨¢ castigando m¨¢s el quejido que la patada.
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