El spot del 'Cavaliere'
Jugando en casa, Berlusconi dirige la entrevista que le hace su televisi¨®n
ENVIADO ESPECIALEl escenar¨ªo es un plat¨® de televisi¨®n. El espacio, un programa de entrevistas electorales: Los pactos, claros. El protagonista, el l¨ªder del Polo de centro-derecha, Silvio Berlusconi. La apariencia de la grabaci¨®n, el montaje de la escena, el periodista que acompa?a al magnate pol¨ªtico, el conductor del programa, un marxista reciclado en conservador, el p¨²blico de informadores, que no aparece en pantalla todo es plenamente profesional. Salvo el contenido. Estamos en los estudios de una de las cadenas de Fininvest, propiedad de Berlusconi, donde uno de sus empleados entrevista al jefe, al padrone. Una hora ¨ªntegra de di¨¢logo, descontados los cortes publicitarios, en forma de un dilatado spot como los que los partidos adquieren en la TV norteamericana en ¨¦poca electoral, o los que la televisi¨®n facilita gratuitamente en Espa?a.
Un Berlusconi que juega en casa y no tiene reparo en que se note, dirige desde su asiento de invitado la entrevista; interrumpe suavemente al conductor, le recuerda por donde ¨ªbamos, se formula a s¨ª mismo un complemento de pregunta si cree que no ha quedado clara la intervenci¨®n del presentador, y ¨¦ste asiente vigorosamente con breves pero diligentes movimientos de cabeza; en el colmo de la coqueter¨ªa, el pol¨ªtico televisivo intercala alg¨²n si me permite, cuando all¨ª el ¨²nico que permite es ¨¦l.
Apenas un parang¨®n posible ser¨ªa Julio Anguita explicando por v¨ªa peripat¨¦tica a Pablo Castellano y Cristina Almeida la transubstanciaci¨®n del marxismo en uno de los spots gratuitos de la pasada campana electoral espa?ola. O Arist¨®teles ilustrando a Alejandro, pero con el l¨ªder del Polo interpretando los dos papeles a un tiempo. Es el circo medi¨¢tico, con todo el elenco bajo contrato.
Nos hallamos ante un mon¨®logo con un peque?o apunte coral que, ya que tiene un contenido declaradamente publicitario, lo que no excluye es sinceridad ni convicci¨®n de quien lo protagoniza, s¨®lo se inclina ante la publicidad. Silvio Berlusconi se funde en la pantalla ¨²nicamente para dar paso al man¨¢ de los mensajes comerciales.
El elemento desarmante de toda esta epifan¨ªa es, sin embargo, la diafanidad con la que todo est¨¢ hecho. No media el m¨¢s m¨ªnimo deseo de enga?ar a nadie. El cavaliere tiene tres cadenas nacionales y se sirve de ellas para lanzar sus homil¨ªas por pantalla cuando le parece conveniente; incluso, bueno para Italia. Sabe que est¨¢ en su derecho. El del propietario, como los soberanos medievales que no distingu¨ªan entre erario p¨²blico y patrimonio personal. Es el planteamiento de la informaci¨®n como simple mercader¨ªa, un puro objeto de consumo, y donde el que ha pagado el espacio mete su particular escaparate de productos con precios, saldos y ofertas. Y como la informaci¨®n tiene un formato m¨¢s o menos establecido en la televisi¨®n del mundo occidental, se observan aqu¨ª tambi¨¦n las f¨®rmulas habituales de los programas de debate o entrevista. No para desinformar, sino para dar m¨¢s realce protocolario al mensaje.
Todo ello tiene algo que va m¨¢s all¨¢ de su cruda fabricaci¨®n; una seguridad en la categor¨ªa del mensaje, hasta una inocencia que cree en s¨ª misma. Berlusconi es un iluminado tranquilo, seguramente fuerte en la adversidad porque tiene algo en lo que creer, que es ¨¦l mismo. El l¨ªder conservador juega a cartas descubiertas. A Gabriel Arias Salgado le habr¨ªa gustado esta nueva forma de hacer televisi¨®n.
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