Un partido intrascendente
La gran novedad del trascendente partido de esta tarde es su intrascendencia. No quiere esto decir que a los hinchas de uno y otro bando les vaya a afectar poco el resultado pero les durar¨¢ poco. Ahora, ni en f¨²tbol -lugar de leyendas- es f¨¢cil que algo dure demasiado. Un partido de vora al anterior, una competici¨®n se sobrepone a la otra; han desaparecido las alineaciones seguras, los jugadores de adhesi¨®n insobornable, los ¨¢rbitros de vestidura fija. Como en los toros, no se sabe ya de qu¨¦ color va a salir el ¨¢rbitro. Ni tampoco cu¨¢nto tiempo va a continuar all¨ª. Lo ¨²nico cierto es que ning¨²n partido durar¨¢ noventa minutos y los minutos supletorios que lentifican su fin se cobrar¨¢n con la aceleraci¨®n de su olvido. En otro tiempo, lo que le ocurre al Real Madrid ser¨ªa una tragedia hist¨®rica, ahora es una crisis que se italianiza.El clamor de un acontecimiento no se corresponde ya con su resonancia en el tiempo. Y lo que vaya a ocurrir hoy en el Camp Nou posee una naturaleza parecida; sin trascendencia real y, por lo tanto, sin tragedia. El Bar?a ha perdido dos opciones de t¨ªtulos esta temporada pero goza de otras muchas en el tiempo inmediato. En el tiempo inmediato anterior en que lo ganaba todo y en el tiempo inmediato siguiente donde adem¨¢s de su participaci¨®n europea puede ser campe¨®n de Liga. Las oportunidades deportivas y comerciales han proliferado tanto que no merece la pena hacer un mundo de un rev¨¦s.
En cuanto al Atl¨¦tico, ?qui¨¦n iba a decir que estar¨ªa a esta altura? No ganar ma?ana y a¨²n no ganar la Liga no le conducir¨ªa, como antes, a la categor¨ªa de perdedor. Ese estigma tr¨¢gico, tan propio, lo ha borrado el equipo a lo largo de la temporada. El porvenir empieza de otra manera a partir de ahora.
Todo est¨¢, en verdad, empezando de nuevo, recambiando sus piezas, creando novedad incesante. Las leyes del espect¨¢culo se han apoderado del f¨²tbol y aunque parezca que una nueva pasi¨®n entre los hinchas devuelve a los encuentros su pasado simb¨®lico no es sino el efecto de la misma espectacularizaci¨®n. De igual modo que las procesiones de Semana Santa no han aumentado su concurrencia hasta que se ha perdido la fe, los campos no han logrado atestarse hasta que se ha perdido la adhesi¨®n feligresa. Los partidos son s¨®lo exhibiciones, programas de televisi¨®n. Convocan, emocionan y se reemplazan. No quiere decir con ello que en su trascurso no produzcan conmociones e incluso muertes. Del mismo modo que para retener la audiencia, no hay que detenerse en nada, para multiplicarla hay que amenizarlo todo. Hay que deshacerse para volverse a componer, dejar de durar (como el Bar?a en sus triunfos, como en el Atl¨¦tico en su cruz) para volver a ser noticia.
No habr¨¢ pues tragedia real al fin de esta noche. Si el encuentro se presenta como muy trascendente es, en efecto, porque enseguida pasar¨¢ a no ser nada de lo que aparenta ser.
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