"Para escribir hay que correr un cierto riesgo"
Cuando Bernardo Atxaga (Asteasu, Guip¨²zcoa, 1951) decidi¨® dejar de contar historias sobre el pasado y adentrarse en el presente, sab¨ªa que corr¨ªa cierto riesgo. "Puedes contar una historia tr¨¢gica que al final siempre es dulce, porque no nos alcanza. El pasado siempre es redondo, como una bola cerrada con todos los elementos. Pero cuando se escribe sobre escenas reales, la jugada es m¨¢s arriesgada. El presente es rugoso, est¨¢ lleno de intersticios y opacidades, de agresividad y nubes t¨®xicas", asegura el escritor vasco. Sin embargo, ¨¦l ha elegido dejar de vivir c¨®modamente. Esos cielos (Ediciones B), su ¨²ltima novela, narra la historia de una arrepentida que sale de la c¨¢rcel de Barcelona y hace un viaje en autob¨²s hasta Bilbao. Se trata de una obra sin efectos especiales, Atxaga ha huido del circo y de los n¨²meros de magia "Es una novela silenciosa e inusualmente po¨¦tica. Toda la trama est¨¢ pensada para que el personaje pueda reflexionar y estar solo".Llevaba a?os d¨¢ndole vueltas al mismo personaje: aquellos que contaron con el respeto social y con la adoraci¨®n que se profesa a los h¨¦roes se encontraban de pronto con el desprecio de mucha gente. La amargura en la que viven y el camino sin salida en el que se encuentran, le obligaron a hacerse muchas reflexiones. Sab¨ªa que se trataba de un tema del que no se habla en la sociedad vasca, pero Atxaga ya ha asumido que escribir sobre el presente es inc¨®modo. Su vuelta a casa no es el anuncio navide?o de Nescaf¨¦. "Los libros cr¨ªticos son los que destapan el tab¨²", asegura el escritor, que ha recibido las peores cr¨ªticas de su vida por parte del nacionalismo radical vasco. En Esos cielos no se citan ni, una sola vez las palabras ETA y terrorismo. No es tampoco una, novela de tesis. Atxaga presenta un trozo de vida para que el lector juzgue. "La literatura, los libros, las novelas tienen sus exigencias y no debemos pasarlas por alto, las opiniones y los juicios morales tienen que quedar fuera".
En el despacho que su agente literario tiene en Bilbao, Atxaga se siente c¨®modo. Le rodean estanterias cargadas de libros y dibujos de Chillida o cuadros de Arroyo. El escritor viste vaqueros y americana gris, aunque no parece que sea este color el que caracteriza su obra. Como escritor no renuncia a tratar de cambiar la sensibilidad de la gente, "Que la literatura entretenga y que los libros se lean en un par de horas est¨¢ muy bien, pero tiene que haber ese algo m¨¢s oficio merezca la pena", dice.
Esos cielos fue primero un relato que el escritor le¨ªa ante el p¨²blico acompa?ado de dos actores. Se decidi¨® a escribir lo cuando vio a unos j¨®venes realizando una pintada en la que llamaban "traidora" a una mujer que hab¨ªa salido de la prisi¨®n. La reacci¨®n del p¨²blico que acud¨ªa a estas lecturas fue de lo m¨¢s variada. Hab¨ªan hecho otras representaciones con textos heterodoxos y transgresores, pero no consegu¨ªan escandalizar m¨¢s que a los beatos o a los partidarios de lo pol¨ªticamente correcto. Sin. embargo, la lectura de Cielos (as¨ª se llamaba entonces) provocaba unos silencios sobrecogedores. Algunos dijeron que trataba de meterles una p¨ªldora a favor de la. reinserci¨®n y otros le acusaron de haberse vuelto espa?ol. "La literatura en directo tiene sus ventajas, no es necesario que la trama est¨¦ ajustada, pero tiene la tensi¨®n de que aquello se est¨¢ jugando all¨ª mismo en tu presencia", asegura contento de la experiencia.
Pasar del relato a la novela fue cuesti¨®n de tiempo. Una tarde encontr¨® su segundo hilo conductor: un cuadro colgado en una casa en obras en el que se reproduc¨ªa un detalle del fresco pintado por Miguel ?ngel en la Capilla Sixtina, Dios y Ad¨¢n busc¨¢ndose mutuamente con el brazo alargado. En ese momento supo que la narraci¨®n continuar¨ªa. La acci¨®n transcurre en la autopista Barcelona-Bilbao, la m¨¢s on¨ªrica, que ha visto en su vida. "Cuando uno cruza Los Monegros se siente en tierra de nadie. El cielo es inmenso en esa zona, hay b¨®veda celeste". Llev¨® el cielo al t¨ªtulo de la obra para reflejar la necesidad imperiosa que siente el presidario de llevar la vista lejos cuando sale de la c¨¢rcel.
Atxaga define esta novela como a una hermana de El hombre solo, aunque en este caso las necesidades expresivas del personaje le han permitido no darle un final, por eso ha dejado al personaje con dos tarjetas en los bolsillos cruzando un puente.
En el relato de las seis horas de viaje, adem¨¢s de las reflexiones de la mujer que acaba de salir de la c¨¢rcel, se intercalan poemas de Emily Dickinson o de William Blake, mezclados con canciones populares vascas o con fragmentos de un tema de The Smiths. Los tiempos que corren no le parecen los mejores al escritor para leer poes¨ªa, por eso recurre a esa treta para ir imponiendo un g¨¦nero que le gusta especialmente.
Su seud¨®nimo literario ha acabado por ganarle la partida a su verdadero nombre, Joseba Irazu. Hasta los amigos le llaman Bernardo, s¨®lo su madre parece acordarse de Josetxu. Al autor de Obabakoak (la obra ha sido traducida a 11 idiomas y con ella gan¨® el Premio Nacional de Narrativa en 1989), le gustan las composiciones de su amigo Ruper Ordorica -"Peter Punk es el amor y Campanilla su princesa / en el cielo est¨¢n buscando el secreto de la nada / todos los Ni?os Extraviados...-; detesta que secuestren a la gente, que se golpee a las personas por sus ideas pol¨ªticas o que torturen a los detenidos.
Como vasco comprometido se ve obligado, cada vez que se enfrenta a un periodista, a posicionarse. Atxaga no est¨¢ en "ninguna de las dos orillas, aunque haya que estar en alg¨²n sitio". "Hace poco publiqu¨¦ en euskera una cosa que dec¨ªa: 'Muerte' 1 contra muerte 2, los que no estamos con vosotros no estamos en el medio, estamos en todas partes'. Esta gente que estamos en todas partes pedimos que se cumplan unos m¨ªnimos ¨¦ticos. Esto no es un r¨ªo, esto es una sociedad y aqu¨ª hay muchas opiniones", dice el escritor. "En Euskadi las posiciones democr¨¢ticas son totalmente democr¨¢ticas y lo son porque no hay otra forma de vivir aqu¨ª".
Su experiencia le dice que lo mejor es el posicionamiento directo. Prefiere dar la cara en una conferencia en San Sebasti¨¢n que realizar cr¨ªticas en los peri¨®dicos contra los violentos. Hace unos d¨ªas, cuando regres¨® al Pa¨ªs Vasco tras un viaje de 15 d¨ªas por el Reino Unido y se encontr¨® las paredes repletas de pintadas amenazantes, pens¨® que detr¨¢s de aquello hab¨ªa mucho "espect¨¢culo, mucha puesta en escena. Los valores de fondo que circulan aqu¨ª permiten muchas actitudes de tipo heroico, pero si a todo ese humo ideol¨®gico le a?adimos paro y rebeld¨ªa juvenil la cosa cambia".
"El problema tiene descripci¨®n pero no soluci¨®n", reconoce Atxaga.
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