Quince minutos de terror
El Celta martiriza al Rayo en apenas un cuarto de hora
Bast¨® un cuarto de hora. En tan m¨ªsero espacio de tiempo el Celta zarande¨®, aniquil¨® y dej¨® en cueros al equipito que se le puso enfrente. La supuesta pelea dur¨® eso, un suspiro. Deslega?¨¢ndose estaba todo hijo de vecino y al Rayo ya le sobraban cicatrices. El maltrato fue brutal, cruento. Cuando el colectivo de Marcos abri¨® los ojos no pudo por menos que sentir verg¨¹enza. El p¨²blico chillaba, el marcador vociferaba un brutal 0-3 y al Celta se le ca¨ªa la baba de felicidad. Sobretodo a Eusebio, tan enorme, tan insultantemente superior a cualquier jugador, o similar, que se asomara ayer por Vallecas.Pero el primero en aparecer no fue ¨¦l, sino S¨¢nchez, a quien la defensa del Rayo convirti¨® en algo as¨ª com¨ª o el mejor jugador del mundo. El hombre se visti¨® de futbolista, salt¨® al c¨¦sped, se hizo la foto y marc¨® un gol a los 35 segundos. Fue como una aparici¨®n. Y sent¨¢ndose a¨²n estaba el respetable cuando Eusebio vio la segunda arrancada de su iluminado socio. Y en el pie se la puso. S¨¢nchez aceler¨®, se par¨®, descans¨®, se acord¨® de Laudrup y encontr¨® el socav¨®n, con la defensa reculando ante semejante ejercicio. de calidad. Milojevic hizo el resto.
Con el Rayo visitando la c¨¢mara de los horrores el Celta se relami¨®. Se lo pas¨® pipa. A S¨¢nchez le detuvieron al borde del ¨¢rea con una sonora tarascada y Alejo cabece¨® en el segundo palo la falta sacada por Milojevic. Era el minuto 15 y era el 0-3, el final de la supuesta batalla. Cualquier bal¨®n que rondara los dominios, es un decir, de Abel, era saludado por el p¨²blico con un hiriente ?uy! Incluso aquel tan blandito que le mand¨® Prats desde las ant¨ªpodas. Los de Marcos bajaban la cabeza y Eusebio, con la frente arriba, venga a tocarla.
El Rayo podr¨ªa encontrar excusas. Porque las bajas obligaron a su t¨¦cnico a cambiarlo casi todo. Hasta. el libreto de estilo. Y el madrile?o, no hay que olvidarlo, es un conjunto invadido de limitaciones. Le dejas sin la furia de Cota y sin la l¨®gica de Castillo y se vuelve loco. Eso le ocurri¨® ayer, en un viaje con destino a la promoci¨®n, o sea, al manicomio. Se agarr¨® a On¨¦simo porque la anarqu¨ªa casi siempre es sorprendente. Pero el de enfrente no era un grupo precisamente asustadizo. Es el Celta un equipo insensible, geom¨¦trico en cada movimiento. Sus defensas no son rivales; son enemigos. Levantan la vista, ven a Eusebio y, hala, que decida ¨¦l. Y el hombre, que para eso est¨¢, decide.
Con tan sonriente marcador, el Celta redujo, como no pod¨ªa ser menos, el ritmo. Que el Rayo comenzaba a molestar y tampoco era cuesti¨®n de cebarse. Se pregunt¨® el grupo vigu¨¦s algo parecido a "?y ahora, qu¨¦ hacemos?". Se fue atr¨¢s, con su contrincante intentando abrazarse a la ¨¦pica, algo que a veces, en Vallecas, resulta.
Ayer no. Consiguieron los esforzados locales un gol, de penalti, y cuatro aplausos. Pero el f¨²tbol, por entonces, hab¨ªa pasado a mejor vida. S¨¢nchez ya no estaba y Eusebio dijo basta. Enfrente, On¨¦simo le ech¨® cara al asunto. Pero las heridas del sudoroso Rayo manaban sangre e impotencia.
Y en vista de ello se dedic¨® a otros menesteres. Guilherme persegu¨ªa al ¨¢rbitro con inusitado arrojo, mientras alguno de sus compa?eros encerraba bajo llave algo que se llama deportividad. Ratkovic permanec¨ªa lesionado en el suelo, el. Celta ech¨® fuera la pelota y el Rayo se hizo el sueco. Si Ratkovic estaba fingiendo lo hizo de vicio. M¨¢s que nada porque se fue con su actuaci¨®n, y con su cojera, hasta el mism¨ªsimo vestuario.
El Rayo hab¨ªa perdido ya demasiadas cosas. Fue un partido doloroso, hiriente para ¨¦l. Tard¨® quince minutos en despertarse y noventa en otear el norte. No lo encontr¨®. En Vallecas qued¨® el aroma de un equipo, el Celta, que al minuto de juego ya le hab¨ªa gritado a a viva voz que era mejor, much¨ªsimo mejor que ¨¦l. Un cuarto de hora despu¨¦s el Rayo se achicharraba en el infierno de la promoci¨®n, su nuevo hogar.
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