Catalanes
Cuando entramos en la semana decisiva para el logro de los acuerdos de investidura, cunde la impresi¨®n de que nos estamos jugando mucho m¨¢s que el estreno del primer gobierno de Aznar. ?Es cierto que se va a producir una divisoria en la historia de Espa?a? ?Tan trascendentales van a ser las consecuencias del acuerdo que van a, introducir una soluci¨®n de continuidad hist¨®rica, separando un antes y un despu¨¦s del pacto entre la derecha castellana y los nacionalistas? ?Se van a sentar por fin las bases de la vertebraci¨®n territorial de Espa?a? Es tanta la expectaci¨®n que se est¨¢ creando que si al final s¨®lo se produce un mero arreglo para cubrir el tr¨¢mite, los gritos de abucheo pueden generalizarse. Pero si la cosa va en serio y de veras se refunda el Estado, son muchos (empezando por los electores de Aznar) los que comenzar¨¢n a asustarse.De hecho, ya desde el mismo 3-M surgieron voces alarmadas que se dol¨ªan de los resultados electorales, lamentando que nuestro destino com¨²n dependiese del arbitrio de un pu?ado de catalanes. Hubo incluso presuntos dem¨®cratas que pusieron en duda la legitimidad de un sistema electoral que concede tanto poder decisivo a quienes s¨®lo representan un 6% de votantes. Otros, m¨¢s resignados o realistas, lo aceptaron como mal menor, que exige hacer de necesidad virtud. Pero todos parecen lamentar un dise?o institucional que otorga a los catalanistas (segundo partido en la preferencia de los catalanes) el papel de ¨¢rbitro en Madrid. Pues bien, creo que se equivocan.
Desde luego, lo que resulta indiscutible es la plena legitimidad de las bisagras arbitrales. En las democracias de sistema proporcional, donde el electorado aparece naturalmente dividido entre dos grandes partidos de centro-derecha y centro-izquierda, el poder siempre est¨¢ sometido al control de la minor¨ªa arbitral. Y es bueno que suceda, pues s¨®lo as¨ª se evitan los imprevisibles efectos perversos que generan las mayor¨ªas absolutas. Esto parece evidente, y no creo que nadie lo discuta. Lo que pasa es que aqu¨ª, entre nosotros, se acepta mal que la bisagra arbitral la detenten los catalanistas. Se dice: es bueno que aparezca una bisagra central y homog¨¦neamente repartida por toda la geograf¨ªa espa?ola (?como Izquierda Unida?), pero no es bueno que la bisagra se concentre en una sola Comunidad Aut¨®noma lo que le confiere un poder excesivo sobre todas las dem¨¢s.
Pero as¨ª son las cosas: haciendo uso de su soberan¨ªa, los electores catalanes se dotan de representaci¨®n pol¨ªtica propia, enteramente independiente de los partidos centralistas; y esto es algo que no logran hacer las dem¨¢s comunidades aut¨®nomas, que carecen de repiresentaci¨®n propia o la tienen dividida. Aqu¨ª reside, precisamente, el hecho diferencial catal¨¢n. Nuestra historia ha hecho que s¨®lo los catalanes hayan logrado construir una sociedad civil propia, capaz de elevar su voz en Madrid (mientras los vascos se enfrentan a gritos entre s¨ª, incapaces de hacerse escuchar en Espa?a). Las dem¨¢s comunidades aut¨®nomas no han sabido construir aut¨¦ntica sociedad civil, por lo que se limitan a obedecer las voces que les llegan desde las c¨²pulas de los partidos con sede en Madrid.
Pero esta diferencialidad catalana no es s¨®lo un hecho, ni menos un mal menor, sino que, adem¨¢s, es una virtud. En efecto, me parece muy ben¨¦fico que la bisagra espa?ola la ocupen los catalanistas, pues la sociedad civil catalana es el buque insignia de la flota espa?ola. Como reconocen los dem¨¢s espa?oles cuando hablan en serio, los catalanes representan, en todos los sentidos, lo mejor que tenemos, pues toda nuestra modernidad (econ¨®mica, cultural y c¨ªvica) entr¨® en Espa?a procedente de Europa a trav¨¦s precisamente de Catalu?a. De ah¨ª que a todos nos convenga que los catalanes sean nuestra locomotora, pues lo que hoy es Alemania (y Kohl) para Europa, lo es tambi¨¦n Catalu?a (y Pujol) para Espa?a. Afortunadamente, Aznar est¨¢ obligado por el electorado a reconocerlo as¨ª.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.