Las memorias p¨®stumas de Mitterrand completan su retrato para la historia
Han escrito ya la esposa, el m¨¦dico, el hermano, los amigos, los enemigos y hasta la perra. En la exuberante lista de autores sobre Fran?ois Mitterrand florecida tras la muerte del ex presidente, s¨®lo faltaba el propio interesado. La ausencia quedar¨¢ cubierta hoy, con la publicaci¨®n en Francia de unas memorias p¨®stumas en dos vol¨²menes, inconclusas y compuestas de materiales diversos. Ambos libros, Memorias interrumpidas y De Alemania, de Francia, aspiran a perfilar definitivamente el retrato de estadista infalible con que Mitterrand quiso pasar a la historia.
Desde el colaboracionismo de Vichy hasta los titubeos frente a la unificaci¨®n alemana, el difunto presidente tiene explicaci¨®n para todo: siempre fueron otros quienes se equivocaron.Mitterrand muri¨® cuando trabajaba todav¨ªa en De Alemania, de Francia, un. curioso canto de amor a los dos pa¨ªses y a la construcci¨®n europea. Escribi¨® las ¨²ltimas p¨¢ginas en, Egipto, durante las pasadas Navidades, dos semanas antes de fallecer. Logr¨® ofrecer su versi¨®n sobre la unificaci¨®n de Alemania, pero quedaron en el tintero sus recuerdos sobre las guerras en el golfo . P¨¦rsico y en la ex Yugoslavia.
El libro tiene dos fragmentos originales, referentes a Alemania y a las reacciones internacionales tras su llegada a la presidencia, en 1981, y ha sido completado por el editor con antiguos discursos y entrevistas. El otro tomo, Memorias interrumpidas, es en realidad una larga entrevista concedida al periodista m¨¢s fiel entre los fieles, Georges-Marc Benamou, y abarca su vida desde la infancia hasta el palacio del El¨ªseo.
Memorias interrumpidas constituye, en parte; una respuesta a Una juventud francesa, el libro de Pierre P¨¦an sobre la fase m¨¢s oscura de la biograf¨ªa de Mitterrand: la ¨¦poca del estudiante ultraderechista, del soldado, del prisionero en Alemania y del funcionario del r¨¦gimen colaboracionista de Vichy, condecorado incluso por sus servicios al mariscal Philippe P¨¦tain. Mitterrand insiste en que no sab¨ªa que el r¨¦gimen era antisemita, subraya que no fue funcionario sino "contratado asimilado" y ofrece una relaci¨®n exhaustiva de sus posteriores actividades en la Resistencia.
En ese primer tomo comparte protagonismo con el general Charles de Gaulle, su archienemi go durante un cuarto de siglo, un hombre al que el ex -presidente socialista atribuye "una indudable grandeza" y a la vez un odio obsesivo hacia Mitterrand. Aunque en realidad fue ¨¦l el obsesionado con De Gaulle, como se refleja en las Memorias interrumpidas. Mitterrand afirma que la Resistencia exterior (De Gaulle) "ocult¨® el movimiento popular en el interior" (o sea, el de personas como ¨¦l) y acaba ajustando cuentas con el general y con su propio pasado en una sola frase: "Como yo no era gaullista, se han dedicado durante a?os a sugerir que no fui un resistente aut¨¦ntico".
Rara vez admite Mitterrand haber cometido alg¨²n error. S¨®lo lo hace al hablar de Argelia. Fue "pol¨ªticamente err¨®neo", aunque "legalmente exacto", afirmar en 1954, como ministro del Interior, que Argelia era Francia. Tambi¨¦n fue "un error, seguramente", traspasa r en 1956, como ministro de Justicia, el poder judicial en Argelia al Ej¨¦rcito.
De Alemania, de Francia, libro realmente postrero, constituye a la vez una declaraci¨®n de amistad hacia el canciller Helmut Kohl, una lecci¨®n de historia del siglo XX, una profesi¨®n de fe en la unidad europea y una h¨¢bil reescritura de los acontecimientos de 1989. El recelo de Mitterrand ante la unificaci¨®n alemana, bien documentado en distintas obras, se convierte en un rumor sin fundamento, nacido de un art¨ªculo publicado por el diario germano Die Zeit: "De ah¨ª parti¨® la referida campana, de la que percibo a¨²n los efectos, seg¨²n la cual yo habr¨ªa sido hostil a la reunificaci¨®n".
Mitterrand echa mano de un demonio menor, el pobre Val¨¨ry Giscar d'Estaing, para consumar el exorcismo: "Federalista europeo en oto?o, el invierno le ha ll¨® confederalista alem¨¢n, antes de transf¨®rmarse, con las primeras brisas de la primavera, en un cruzado de la unificaci¨®n". Giscard, que le venci¨® en 1974 y a quien de rrot¨® en 1981, tuvo la osad¨ªa de afirmar en 1990 que Mitterrand hab¨ªa "perdido el tren de la unificaci¨®n alemana". Tonton se venga. despu¨¦s de muerto: "Si eso fue verdad, se habr¨¢ constatado, le yendo estas l¨ªneas, que mucha gente se qued¨® conmigo en el and¨¦n".
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