Poder y responsabilidad
El "s¨¦" de la opini¨®n afirma que ya hay pactos. Alegr¨¦monos y dejemos para otra ocasi¨®n analizar los avatares de su gestaci¨®n y las lecciones que de ellos deber¨ªa extraer, para futuras ocasiones, la todav¨ªa joven democracia espa?ola. Baste por hoy subrayar c¨®mo se distribuye en ellos el, poder y la responsabilidad.No se trata de una coalici¨®n de Gobierno, ni siquiera de un pacto de legislatura, sino tan s¨®lo de un pacto de investidura parlamentaria del presidente del Gobierno al que, ineludiblemente, deber¨¢n acompa?ar unos compromisos rec¨ªprocos a desarrollar en el futuro inmediato y, a¨²n menos inmediato. En consecuencia, nos encontramos ante un pacto de tracto sucesivo en el que, si es importante el paso inicial merced al cual se forma un Gobierno, no lo son menores los que m¨¢s adelante habr¨¢n de darse y en cuya virtud se gobernar¨¢ de una u otra manera. Del primero depende qui¨¦n ha de gobernar; de lo segundo, c¨®mo habr¨¢ de gobernarse. Y aunque nuestra sociedad, medi¨¢tica y mediatizada, ha invertido toda su energ¨ªa y atenci¨®n en lo primero, lo segundo es a¨²n m¨¢s relevante, sin que nada permita concluir que de lo uno, el qui¨¦n, se derive necesariamente y un¨ªvocamente lo otro: el qu¨¦ y el c¨®mo.
Pero, si los negociadores culminan con. bien lo primero y por ello habr¨¢ que felicitarles sinceramente, podemos confiar en que conseguir¨¢n lo segundo, tanto m¨¢s f¨¢cilmente y mejor cuanto m¨¢s expl¨ªcitos sean los compromisos adquiridos.
?sta ser¨ªa la verdadera funci¨®n del pr¨®ximo debate de investidura, si va m¨¢s all¨¢ de la superposici¨®n de mon¨®logos, cargados de improperios ayer y hoy, tal vez, de buenas intenciones. Si el Estado de Partidos ha supuesto en nuestro pa¨ªs una mutaci¨®n radical del sentido de nuestra Constituci¨®n, atribuyendo a las diversas fuerzas pol¨ªticas fracciones de soberan¨ªa, para que la instituci¨®n parlamentaria no se quede sin contenido y la ciudadan¨ªa en ayunas poco democr¨¢ticas, es preciso que en el debate de investidura se explicite el qu¨¦ y el c¨®mo, el cu¨¢nto y el cu¨¢ndo, de lo que el nuevo Gobierno va a hacer. La sociedad entera podr¨ªa dar su apoyo, incluso cr¨ªtico, a lo que del debate y la investidura surja y, de otro lado, quienes la hacen posible recibir¨ªan, as¨ª, plena justificaci¨®n.
En efecto, en cuanto a lo primero, el apoyo comienza por la exigencia de explicitaci¨®n y claridad, contin¨²a por el imperativo de lealtad a lo pactado y puede comprender desde la colaboraci¨®n expresa a la oposici¨®n leal, pasando por el aporte de ideas, y ejercerse tanto desde las instituciones como desde los medios.
Un apoyo no cuantificable, difuso, apenas perceptible, pero imprescindible como el aire que se respira. Hacerlo posible es responsabilidad de quien ejerce el poder; darlo, de todos, y nadie que quiera influir en el poderoso debe renunciar a hablar ante ¨¦l.
Respecto de lo segundo, se ha se?alado con raz¨®n que quienes hacen posible la investidura presidencial sin participar en el Gobierno ni pactar la legislatura, asumen gran poder sin la consiguiente responsabilidad. CiU tendr¨¢, en efecto, las llaves de muchas pol¨ªticas presupuestarias, legislativas y administrativas, y los elementos de presi¨®n que eso lleva consigo, sin responsabilidad pol¨ªtica alguna por lo que el Gobierno haga o deje de hacer. Pero no es menos cierto que quienes concurrieran a la investidura sin participar y ni siquiera pactar el Gobierno asumir¨ªan un alto grado de responsabilidad, no pol¨ªtica pero s¨ª hist¨®rica, sin el correspondiente poder. Porque, una vez investido, el Gobierno se encuentra constitucionalmente acorazado frente a las mayor¨ªas meramente negativas, ¨²nicas, hoy por hoy posibles, y la experiencia reciente ha demostrado que el Gobierno puede prescindir de la aprobaci¨®n formal del presupuesto y de la mayor¨ªa para legislar.
As¨ª, quien tiene las llaves de las pol¨ªticas gubernamentales no las tiene de la estabilidad del Gobierno y, en culturas pol¨ªticas como la espa?ola, ¨¦sta puede determinar aqu¨¦llas.
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