Andalucismo
El magn¨ªfico y sumamente necesario art¨ªculo Andaluc¨ªa obligatoria, de Antonio Mu?oz Molina (EL PA?S, 13-3-96), ha suscitado la queja de 67 profesores onubenses (en Cartas al director de EL PA?S del 4-4-96), por sus "envenenados dardos" y tergiversaciones. La principal de ¨¦stas es haber designado como "cursillo de esp¨ªritu rociero para alumnos y profesores" lo que los firmantes describen como "un curso de formaci¨®n s¨®lo para el profesorado, enmarcado dentro de la LOGSE, en el que estamos haciendo un estudio profundo y riguroso, acad¨¦mico y pedag¨®gico, sobre la realidad del Roc¨ªo como referente inmediato y cohesionador del entorno". ?Ah¨ª queda eso! Creo que en verdad la tergiversaci¨®n de don Antonio lo hab¨ªa, piadosamente, mejorado. Si el prop¨®sito de tal "estudio profundo y riguroso" no es mariposear sobre la flor sino diseccionarla a todo riesgo, lejos de rechazar la actitud de Mu?oz Molina, deber¨ªan adoptarla como un saludable punto de partida, pues ya el adjetivo "obligatoria", que aparece en el t¨ªtulo, es un certero aguij¨®n que da de lleno en el blanco de c¨®mo hay que enfrentarse prima facie a manifestaciones seculares del tipo del Roc¨ªo. La percepci¨®n y consideraci¨®n de la obligatoriedad de la Cultura es la primera tapadera que hay que levantar para entender lo que ya estaba desde siempre ah¨ª, lo que se sigue haciendo "porque ya lo hac¨ªan nuestros padres y nuestros abuelos", o sea, poner, en entredicho y en cuesti¨®n tan gratuita e inexorable recurrencia. Un despectivo extra?amiento como el de Mu?oz Molina (?y qui¨¦n me manda a m¨ª ser andaluz?), en lo que tiene de toma de distancia, es tambi¨¦n la ¨²nica actitud metodol¨®gica indicada para el que intente de veras alcanzar alg¨²n conocimiento de lo propio; pues lo propio es, en cierto sentido, lo m¨¢s dif¨ªcil de conocer. Baste, para ilustrarlo, la experiencia de que la habitaci¨®n m¨¢s dif¨ªcil de ver es justamente nuestro propio cuarto, en el que cotidianamente nos dormimos y nos despertamos: los intentos de extra?amiento en que uno se esfuerza para llegar a verlo son sumamente inestables: logran apenas parpadear unos instantes para volver a ser borrados enseguida por el reconocimiento y la costumbre.Hasta Unamuno, que estaba lejos de rechazar el patriotismo en s¨ª, consideraba indispensable que se pusiese en cuesti¨®n la patria misma para que el patriotismo no llegase a ser "en Espa?a una mentira no menor que [lo que] es hoy la religi¨®n cat¨®lica". De an¨¢loga manera, la protesta cerrada de los 67 profesores contra la enmienda a la totalidad de don Antonio hace pensar que su estudio, por muy "profundo y riguroso" que pretenda ser, no parte desde cero como un estudio ilustrado deber¨ªa ("y si el Roc¨ªo resulta estar vac¨ªo, tanto peor para el Roc¨ªo"), sino de una ¨²ltima e inapelable indiscutibilidad de su Sant¨ªsimo Fetiche. Una tal prohibici¨®n anticipada, en cuanto falta de reserva esc¨¦ptica, de desconfianza incluso sistem¨¢tica, ante tal clase de demasiado un¨¢nimes y autom¨¢ticos fervores redunda al cabo en una especie de voluntaria autoincapacitaci¨®n para entender: "No queremos entender si en 'entender' se incluye la posibilidad de que el objeto se nos acabe deshaciendo, igual que un polvor¨®n, entre los dedos". Y aqu¨ª se manifestar¨ªa precisamente el sospechoso rasgo de obligatoriedad de la Cultura, que con agudo instinto (m¨¢s definitivamente agudo incluso de lo que acaso ¨¦l mismo haya llegado a advertir en la eventual circunstancialidad de su protesta) ha acertado a se?alar, ya desde el t¨ªtulo, Mu?oz Molina. Y el folcl¨®rico fetichisimo rociero es una de tantas muestras de c¨®mo desde el Concilio de Nicea (donde Osio -obispo de C¨®rdoba, por cierto- le vendi¨® a Constantino la sangre de Jes¨²s de Nazaret a cambio del Imperio) el Cristianismo, nacido como Ilustraci¨®n, degener¨® en Cultura' precisamente al verse reducido a la obligatoriedad de religi¨®n de Estado.
Creo, sin embargo, que Mu?oz Molina sobrevalora la influencia efectiva de los poderes oficiales -sean de la era franquista o de la felipista- en la sobreactuaci¨®n caracter¨ªstica del andalucismo. Pienso que la enfermedad es m¨¢s antigua, probablemente del siglo XIX, y de distinta etiolog¨ªa. A mi entender, la causa ha sido el ¨¦xito de p¨²blico, tal vez incomparable con el de cualquier otra regi¨®n de Europa, que, por dif¨ªcilmente precisables circunstancias (no basta Merim¨¦e), empez¨® a tener en un momento dado el espect¨¢culo andaluz. El aplauso del p¨²blico es un espejo traicionero, porque nunca desenga?a, sino que se acomoda a los deseos de la propia vanidad; receba esa vanidad y la agiganta hasta lo delirante, ya que la vanidad es, como dir¨ªa un cl¨¢sico, una sed que bebiendo no se aplaca sino que se acrecienta; y si el divismo es una enfermedad caracter¨ªstica de los cantantes de ¨®pera es porque, como puede constatarse, en ning¨²n espect¨¢culo se aplaude tanto como en el de la, ¨®pera. As¨ª es como creo yo que acabaron por hacer de la pobre Andaluc¨ªa esa especie de diva imp¨²dicamente exhibicionista, insoportablemente pagada de s¨ª misma, encerrada y ensimismada en la espiral del narcisismo. No niego que toda Cultura tradicional tienda a ser siempre, en mayor o menor grado, narcisista, pero la enfermedad suele ser leve en las que tienen la suerte de no verse jaleadas por el entusiasmo de los forasteros. Por desgracia, no es este, ciertamente, el caso de la pobre Andaluc¨ªa.
As¨ª, frente a la general onfaloscopia, s¨®rdida siempre, pero m¨¢s o menos contenida de otras regiones espa?olas o europeas, el narcisismo andaluz se ve, en cambio, enrollado de modo incontenible en un proceso de realimentaci¨®n positiva especialmente exacerbado y desagradablemente falto de pudor. Lo que con pertinente impertinencia, por no decir justificada n¨¢usea, Mu?oz Molina tacha de "parodia" y de "caricatura" en el andalucismo actual es el producto de una constantemente reiterada imitaci¨®n de si mismo y por lo tanto imitaci¨®n de la propia imitaci¨®n. La agresiva hipertrofia o sobresaturaci¨®n que lo distingue viene de que, redundando una y otra vez sobre su propia atm¨®sfera, ha condensado la identidad consigo mismo hasta llegar a hacerse irrespirable.
Ni siquiera para el periodo m¨¢s reciente -aun sin negar las complacientes subvenciones y las declaraciones "de inter¨¦s nacional"- creo que hayan sido tanto los poderes oficiales cuanto los nuevos instrumentos p¨²blicos (cine y televisi¨®n especialmente) los que han desencadenado la ¨²ltima inflamaci¨®n y degeneraci¨®n del andalucismo, al acabar por transfigurarlo de Cultura en Industria Cultural. Bien entendido, empero, que los rasgos de lo que llamamos industria cultural son anteriores a su nombre y a los
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medios que hoy propician su aplastante hegemon¨ªa y omnipotencia. Aun a despecho de los precarios medios a su alcance, en Lope de Vega ya est¨¢ prefigurada la Industria Cultural, no s¨®lo por su miserable consigna deontol¨®gica ("porque si bien las paga el vulgo, es justo / hablarle en necio para darle gusto"), sino tambi¨¦n por el tratamiento de sus temas, que ajusta la Cultura a sus estrictas funciones de control social, y por su estilo empresarial de moderno " productor". Pero, sin duda, el airado exabrupto de Mu?oz Molina est¨¢ tanto m¨¢s justificado por cuanto se refiere a esta m¨¢s reciente y delirante fase del andalucismo, estrepitosamente potenciado por su reencarnaci¨®n en la Industria Cultural, sin duda mucho m¨¢s obligatoria e indiscutible que la Cultura a secas, dado que en ella los aplausos ya ni siquiera hay que esperar que vengan desde fuera, por que ya vienen dentro, incorporados como una parte m¨¢s en la totalidad del espect¨¢culo.
Tal vez los profesores onubenses podr¨ªan alegar que es justamente frente a la Industria Cultural, frente al andalucismo "trivializado" y "masificado" (seg¨²n la jerga al uso) por la televisi¨®n, frente a lo que su estudio pretende recobrar la aut¨¦ntica Cultura tradicional de Andaluc¨ªa. Pero hay tambi¨¦n un prejuicio supersticioso en esa atribuci¨®n de una mayor autenticidad (si es que algo significa esta palabra) a lo vern¨¢culo y antiguo, en esa hoy renaciente mitolog¨ªa de la Identidad y las Ra¨ªces, que es como una especie de aristocratismo de los pueblos: cada uno pretende ser el m¨¢s antiguo, con un orgullo tan gratuito y tan banal como el de los linajes, siempre afectados por el s¨ªndrome cient¨ªficamente conocido como "complejo Quir¨®s", (antes que Dios fuera Dios y los Velascos, Velascos, los Quir¨®s eran Quir¨®s"). Y as¨ª la antig¨¹edad esgrimida, por los pueblos como t¨ªtulo de legitimidad y autoridad bien podr¨ªa ser la pervivencia fantasmal de sus viejos se?ores destronados y despose¨ªdos. Por lo dem¨¢s, la extrema docilidad con que el andalucismo se ha dejado absorber por la Industria Cultural no s¨®lo probar¨ªa su escasa consistencia, sino tambi¨¦n, en general, hasta qu¨¦ punto la reivindicaci¨®n de la Cultura vern¨¢cula ser¨ªa la m¨¢s vana e ilusoria defensa contra la Industria Cultural.
Pero, adem¨¢s, ?qu¨¦ farsa y qu¨¦ embeleco de "patrimonio cultura] aut¨®ctono", de "peculiaridades distintivas", de "rasgos diferenciales" de la m¨¢s propia, aut¨¦ntica y profunda "identidad" podr¨ªa hoy ya nadie atreverse a reclamar por suya, cuando la Cultura actual realmente viva, vigente y operante (y no por eso menos detestable, pero s¨ª m¨¢s agresivamente obligatoria que la tradicional) es la internacional del automovilismo, del deporte, del rock, del armamentismo, de la cosm¨¦tica, de lo audiovisual, del ch¨¢ndal, de la publicidad, del c¨®mic y del nunca bastante execrado corruptor de menores Walt Disney, el m¨¢s mort¨ªfero c¨¢ncer cerebral del siglo XX?
Tal vez no ha sido suficientemente valorada la importancia, a mi juicio decisiva, de la arquitectura para la religi¨®n. La Iglesia es en gran parte el templo. ?Qu¨¦ habr¨ªa sido, por ejemplo, de la Iglesia Romana sin ese monstruoso ejercicio de halterofilia arquitect¨®nica que es la. bas¨ªlica de San Pedro en el Vaticano? Miguel Angel hizo por el Catolicismo, en cuanto a mera perduraci¨®n, infinitamente m¨¢s que lo que sus cien m¨¢s grandes santos juntos habr¨ªan so?ado nunca conseguir. En un sentido est¨¦ticamente mejor, creo que la singular belleza del santuario del Roc¨ªo es, con mucho, el paquete de acciones m¨¢s importante de esa Empresa devoto folcl¨®rica. Por otra parte, quedan testimonios que atribuyen la resistencia de un notable sector de los efesios frente a la difusi¨®n del Cristianismo al famoso santuario de Artemisa, principal fuente de riqueza para. ?feso, como gran centro de turismo piadoso panhel¨¦nico. Y este tambi¨¦n es un factor no desde?able en la tenaz resistencia de una Cultura tradicional frente al mensaje ilustrado, que en aquel caso tra¨ªa Pablo de Tarso.
"La Virgen del Roc¨ªo / tiene en el hombro / una salamanquesa /de plata y oro". Siempre me ha intrigado esta salamanquesa, aunque para disgusto de mi fantas¨ªa -no tan desaforada que se atreva a violentar los datos-, procede seguramente de alguna an¨¦cdota banal y cotidiana. Pero, con todo, no deja de ser provocador que la Se?ora no haya rechazado, sino acogido con amor a un animal que como la salamanquesa o geco -"peque?o pavor rampante"- no puede pertenecer a los dominios de los dioses de lo alto y de la luz, sino indudablemente a los dorninios de los dioses ct¨®nicos, de lo bajo y de las sombras. ?C¨®mo la Blanca Paloma ha podido amparar contra su pecho a ese peque?o endriago verrugoso y ceniciento, por muy labrado en plata y oro que est¨¦ su simulacro? La leyenda que ello me sugiere es la de que el Roc¨ªo habr¨ªa heredado el lugar y la clientela de un culto precristiano. Esto no es inveros¨ªmil por s¨ª mismo y se ha dado en muchos casos. Lo que ya s¨ª va a ser gratuita invenci¨®n m¨ªa es la elecci¨®n ad hoc de una divinidad pagana que participe a la vez de lo alto y claro -para ser apropiada antecesora de "la que puso la cerviz de la serpiente bajo su calca?al"- y de lo bajo y oscuro -para no rechazar a la salamanquesa- y que no podr¨ªa ser otra que la diosa Proserpina. As¨ª la Virgen del Roc¨ªo se habr¨ªa acordado de haber sido en otro tiempo Proserpina para acoger sobre su pecho al geco, ese oscuro, peque?o, inofensivo, pero siempre espeluznante mensajero de la noche y la sombra soterra?a.
Finalmente, ignorando u olvidando que fue precisamente el entusiasmo de los, forasteros el que cre¨® el andalucismo al desatar ese reflejo exhibicionista y compulsivo de sobreactuaci¨®n e hipercaracterizaci¨®n que lo distingue, en cuanto alg¨²n forastero osa dar muestras de tibieza o indiferencia, por no decir desd¨¦n, ante "lo suyo", enseguida le saltan con la petulante alegaci¨®n, entre esot¨¦rica y racista, de que ¨¦l, como no es andaluz, no puede ni podr¨¢ nunca comprenderlo, sin advertir que con tal afirmaci¨®n delatan sin quererlo su propio cautiverio: el del andalucismo como un ensimismamiento sin salida, como una patolog¨ªa socio-cultural, en la triple vertiente de la etimolog¨ªa: pasividad, pasionalidad y enfermedad. En las celebraciones multitudinarias del tipo del Roc¨ªo la pasividad se manifiesta en la incondicionalidad con la que cada cual se entrega a la contagiosa inercia sugestiva de todo lo gregario, en cuyo seno surge, como un reflejo condicionado, la pasi¨®n, bajo la forma an¨®nima y un¨¢nime de un colectivo histrionismo emocional cuyo car¨¢cter patol¨®gico consiste en que no es una convergencia de sentimientos coincidentes lo que motiva la aglomeraci¨®n, sino la aglomeraci¨®n misma la que genera un impersonal, ubicuo e incandescente magma emocional. La funci¨®n de "cohesionador del entorno" que los 67 profesores atribuyen al Roc¨ªo ser¨ªa la de una colada de cemento en la que los romeros no ser¨ªan m¨¢s que piedras pasivamente rebujadas y zarandeadas en la girante hormigonera colectiva, hasta quedar aprisionadas -ciegas, est¨®lidas e imn¨®viles- en un compacto bloque de hormig¨®n.
La obligatoriedad de la Cultura hace de ella un cautiverio. Para sobrellevarlo hay que adornar por dentro las paredes de la celda, renovando una y otra vez la autoconvicci¨®n y la autocomplacencia mediante el redundante encarecimiento de su autenticidad y su hermosura hasta llevarlo, si es preciso, hasta la m¨¢s delirante apolog¨ªa. Llega a ser c¨®mico ver hasta qu¨¦ punto el siempre m¨¢s enf¨¢tico que comprometedor concepto de "profundidad" suele ser el comod¨ªn m¨¢s recurrente justamente en la defensa de lo m¨¢s sospechoso de gratuito y superficial. Por ¨²ltimo, tienen que rechazar cerradamente todo alegato que, como el de, Mu?oz Molina, amenace socavar la perpetuaci¨®n del culto, pues el d¨ªa en que el Roc¨ªo se viese empa?ado por la sola duda de que -si es que algo ha sido alguna vez- hoy podr¨ªa no ser m¨¢s que una infatuada rutina inconsistente, entonces ?adi¨®s raices ancestrales, adi¨®s identidad aut¨®ctona y aut¨¦ntica, adi¨®s hecho diferencial de Andaluc¨ªa "romana y mora" y Tierra de Mar¨ªa Sant¨ªsima, adi¨®s "alma de nardo del ¨¢rabe andaluz" y adi¨®s, en fin, milenario e indeleble ADN cultural de Argantonio de Tartesos!
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