Tambi¨¦n el PNV
EL ACUERDO con el PNV significa para Aznar asociar a su investidura a los tres principales grupos nacionalistas, prefigurando as¨ª lo que podr¨ªa ser una alianza estable de todo el centro-derecha en Espa?a, un hecho sin precedentes. Al margen de su contenido, la mera existencia del acuerdo supone la superaci¨®n de una barrera psicol¨®gica que ha determinado la pol¨ªtica de alianzas desde el inicio de la transici¨®n. Si se consolida, el pacto del PP con los nacionalistas condicionar¨¢, sin duda, la oposici¨®n que vayan a realizar tanto el PSOE como Izquierda Unida e incidir¨¢ seguramente tambi¨¦n en los alineamientos que se produzcan en los Parlamentos catal¨¢n y vasco. Aznar no necesita los votos del PNV para ser investido presidente. El acuerdo revela, pues, una clara voluntad. pol¨ªtica, y en gran medida parece ser obra de la tenacidad de Jaime Mayor Oreja, principal dirigente vasco del PP.El argumento impl¨ªcito ha sido que dejar al PNV fuera del pacto ya alcanzado con los nacionalistas catalanes y canarios habr¨ªa sido casi como empujarle hacia los sectores m¨¢s radicales. El argumento tiene fuerza, porque esa tentaci¨®n ha sido grande en el PNV desde que la recuperaci¨®n de una parte del voto moderado por parte del PP cuestiona la hegemon¨ªa nacionalista. El PNV ha seguido creciendo, pero no lo suficiente como para compensar las p¨¦rdidas HB y EA. El ensayo de frente sindical abertzale (ELA-LAB) y las confusas enso?aciones irlandesas de un sector de la direcci¨®n del PNV son dos s¨ªntomas de una evoluci¨®n preocupante. Sobre todo, para alguien con tantas posibilidades de convertirse en ministro del Interior como Mayor Oreja. Su comprensi¨®n del problema vasco no era ning¨²n secreto y queda reflejada en esta operaci¨®n de ¨²ltima hora.
Pero si el acuerdo ha fructificado ha sido tambi¨¦n porque el PNV tem¨ªa verse aislado. Desde su automarginaci¨®n del Pacto de San Sebasti¨¢n en 1930 -que abrir¨ªa paso a la Segunda Rep¨²blica- hasta el fracaso de sus negociaciones con los socialistas en 1993, pasando por su exclusi¨®n de la ponencia constitucional en 1978, el PNV tiene una amarga. experiencia de los efectos de ese aislamiento. Los sectores empresariales que apoyan el nacionalismo rnoderado han presionado siempre en favor de una mayor implicaci¨®n en la pol¨ªtica espa?ola. Uno de los reproches contra Garaikoetxea a ra¨ªz de la ruptura con Arzalluz, hace 10 a?os, fue su incapacidad para lograr pactos con otras fuerzas.
El acuerdo PNV-PP tiene de entrada el m¨¦rito de comprometer al PNV cuando su vocaci¨®n natural es la de amagar y abstenerse. Supone tambi¨¦n, como ayer dijo Jaime Mayor, la superaci¨®n de un tab¨² procedente de la guerra civil, que identificaba derecha pol¨ªtica con franquismo (pese a que hasta 1936 el PNV siempre busc¨® aliados en la derecha cat¨®lica y tradicionalista). Por otra parte, el acuerdo tambi¨¦n tiene la virtud de comprometer de manera dif¨ªcilmente reversible al PP en una pol¨ªtica resueltamente autonomista. Tal vez demasiado.
Algunos dirigentes del PP se jactaban ayer de haber logrado en dos meses lo que ni Su¨¢rez ni Gonz¨¢lez obtuvieron en a?os. Algunos tienen tanta prisa en echar las campanas al vuelo como otros en condenar lo que apenas conocen. S¨®lo los efectos pol¨ªticos del acuerdo sobre el sistema auton¨®mico determinar¨¢n qu¨¦ hay de clarividencia y cu¨¢nto de oportunismo. Es cierto que el PP defend¨ªa en su programa la, culminaci¨®n de las transferencias pendientes con las autonom¨ªas del 1.51 (si bien desde la perspectiva de evitar que se mantuviera indefinidamente abierto el proceso de expansi¨®n competencial: algo que ha desaparecido de los acuerdos con CiU y PNV). Parece dif¨ªcil encajar algunos plantos de los, acuerdos con principios como la oposici¨®n al vaciamiento del Estado, el rechazo a la idea de Espa?a como mera coordinadora de las 17 comunidades, la defensa del principio de igualaci¨®n competencial b¨¢sica de todas las comunidades, centrales en el discurso del PP de los ¨²ltimos a?os.
En pol¨ªtica, las rectificaciones son con frecuencia el efecto de necesidades coyunturales que luego se racionalizan e interiorizan. Muchas veces para bien. Lo inquietante es que la rectificaci¨®n vertiginosa del PP pasa por compromisos bilaterales sobre asuntos que afectan al sistema auton¨®mico en su conjunto, e incluso a la gobernabilidad. ?Se han tenido en cuenta, por ejemplo, las consecuencias de abrir ahora (a 20 a?os de la transici¨®n) la carrera por la recuperaci¨®n del patrimonio incautado en la guerra civil? ?Retirar¨¢ el Gobierno de La Rioja el recurso contra las llamadas vacaciones fiscales vascas ahora que se ampl¨ªan las facultades de Euskadi en la materia? ?Mantendr¨¢ su recurso Fraga contra la cesi¨®n del 15% del IRPF? ?C¨®mo reaccionar¨¢n los sindicatos ante el acuerdo con el PNV sobre formaci¨®n continua?
No se trata de cuestionar esas u otras reivindicaciones nacionalistas, sino de alertar sobre el impacto econ¨®mico y pol¨ªtico de las mismas. Cualquier pacto debe estar sometido a dos premisas b¨¢sicas: que no impida la reducci¨®n del d¨¦ficit ni rompa la solidaridad entre las comunidades. Aznar tiene en su discurso de investidura la ocasi¨®n de explicar los acuerdos a la luz de estos dos compromisos.
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