Cuento
Todo parece indicar que esta vez, a la sexta, tampoco va a llegar el gran ausente, no se fundar¨¢ el Ministerio del Medio Ambiente prometido por los ganadores de las pasadas elecciones. O al menos no con el imprescindible car¨¢cter monogr¨¢fico. Casi est¨¢ acabada la decisi¨®n de que lo ambiental ser¨¢ fracci¨®n de alg¨²n otro departamento. Aunque no ser¨¢ el continente sino el contenido lo que comenzar¨¢ a responder a una creciente demanda social y a una m¨ªnima coherencia en relaci¨®n a nuestro entorno pol¨ªtico europeo. Aun as¨ª, si ese pr¨®ximo organismo de la Administraci¨®n, sea o no ministerio, no engloba competencias claras y decisorias sobre la energ¨ªa, el transporte, las obras p¨²blicas, el medio natural y, sobre todo, coordinador a fondo del las actuaciones de las autonom¨ªas nos encontraremos con algo tan poco operativo como sus antecesores. Uno quisiera equivocarse, no ahora, siempre. Siempre que se advierte sobre cualquiera de las secuelas no deseables de la degradaci¨®n del entorno. Tener algo de raz¨®n en esto, haber predicho y luego acertar, como en el caso de Chem¨®bil, que conmover¨¢ a las 40 pr¨®ximas generaciones, no tiene gracia alguna y, menos para los comprometidos con la salud de lo que miramos.Si el derredor, que es lo que engloba, queda englobado por alg¨²n otro departamento, casi seguro m¨¢s estrangulador, como siempre, que acariciador, tendremos que volver a empezar. Y negar¨ªa por otra parte la demanda de una sociedad creciente, despierta en lo ambiental. Porque mientras me equivoco, conf¨ªo en que no lo haya hecho ni el prestigiad¨ªsimo Mart¨ªn de Dios, nuestro m¨¢s competente soci¨®logo, ni la completa encuesta realizada por C¨ªrculo de Lectores. El primero destaca, tras sesudas encuestas, que la primera preocupaci¨®n de los espa?oles es el, medio ambiente. El segundo que las asociaciones con mayor prestigio son las de defensa de la naturaleza. Entre ellas, Adena y Greenpeace. La primera impresi¨®n que emana de tan esperanzadores datos es que resultan demasiado hermosos para ser ciertos. Son un cuento que nos contamos a nosotros mismos para dormir mejor. Cuando se nos pregunta tendernos a ser muy solidarios, ya que vivimos en la necesidad de la buena imagen personal. Por eso creo que lo m¨¢s cercano a la realidad podr¨ªa ser descrito tambi¨¦n como otro cuento, el de la Cenicienta. S¨®lo que con la misma diversidad de enfoques, de planteamientos, que se desprende de los diversos personajes de la trama.
El entorno y su salud es contemplado todav¨ªa por los poderes como la Madrastra hacia con la protagonista. Est¨¢ ah¨ª por su decisi¨®n fregoteando todo el d¨ªa, con niveles altos de desprecio, exigencias dur¨ªsimas, y sin darle oportunidad de salir a demostrar que es lo m¨¢s valioso que tenemos en casa, ya que es la casa misma, lo que la hace funcionar.
La sociedad en su conjunto es los invitados al baile de la corte y contempla a Cenicienta ya espl¨¦ndida, hermosa, casi arrebatadora, y se pregunta qui¨¦n es, c¨®mo es posible que no la conocieran desde mucho antes. Ciertamente a todos nos gusta, la queremos ah¨ª, ya que adorna, satisface y hasta deslumbra con su propio misterio. No podemos por menos que decir que nos interesa, como siempre sucede con lo desconocido. Seguramente las ¨®ptimas posiciones adquiridas por la naturaleza y su salud en el elenco de preocupaciones de los espa?oles se debe a este efecto combinado con un principio de precauci¨®n. El Pr¨ªncipe viene a ser el sector, todav¨ªa muy minoritario de nuestra sociedad, que se ha enamorado de Cenicienta, que est¨¢ dispuesto a saber qui¨¦n es, d¨®nde vive. Es m¨¢s, se propone compartir con ella el futuro desde el momento en que comprende que es la mejor forma de asegurarlo. La corte de admiradores quiere incluso convertirla en lo m¨¢s importante de su vida, pero desde luego a¨²n no ha encontrado el pie donde calzar el zapato de cristal. Cabe decir que seguramente algunos ya han celebrado el final feliz de ese cuento cada d¨ªa m¨¢s actual. Pero se oculta inteligentemente. No sabemos d¨®nde est¨¢n. Los otros, la inmensa mayor¨ªa, esperamos que la Madrastra comience a percatarse de que su papel puede cambiar, que s¨®lo se es poder cuando se usa para cambiar las historia.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.