Linajes pol¨ªticos
La formaci¨®n del primer Gobierno presidido por Aznar no pod¨ªa sino suscitar sentimientos de ambivalencia semejantes a las reacciones de perplejidad que suelen producir a los lectores de las novelas llevadas al cine la identidad de los actores de carne y hueso encargados de dar vida a los protagonistas del relato convertido en pel¨ªcula. Si el casting elegido por el director del filme arrebata al espectador la capacidad para imaginar libremente el rostro o la voz de los personajes de ficci¨®n, la designaci¨®n de los ministros pone cara y ojos al gen¨¦rico programa centrista de reforma anunciado por Aznar en el debate de investidura.El primer Gobierno de Aznar, respetando la tradici¨®n de la discriminaci¨®n positiva en favor de las mujeres y de los expertos sin militancia partidista establecida por Felipe Gonz¨¢lez en anteriores legislaturas, incluye en su seno a cuatro ministras y a tres independientes. Como resulta inevitable en todo Estado de partidos (esa realidad pol¨ªtica del siglo XX teorizada en Espa?a de forma magistral por Manuel Garc¨ªa Pelayo), los dirigentes de la formaci¨®n ganadora de las elecciones del 3-M se llevan casi todos los premios en el reparto de los altos cargos; as¨ª como los ap¨®stoles de la reforma agraria predicaban la consigna la tierra para qui¨¦n la trabaja en beneficio de los arrendatarios y jornaleros, as¨ª los militantes de los partidos se consideran con derecho a reivindicar el poder como premio a sus esfuerzos, sudores y sacrificios durante largos a?os de oposici¨®n. Tampoco el preponderante lugar ocupado dentro del primer Gobierno Aznar por militantes pata negra del PP procedentes de la vieja AP (el partido fundado por Fraga cambi¨® de nombre en 1989) no puede sorprender a nadie: la continuidad de las c¨²pulas dirigentes contribuye a mantener la estabilidad interna de las organizaciones y asegurar su vinculaci¨®n con los votantes tradicionales.
Pero esos siete veteranos de la antigua AP (excepci¨®n hecha de Romay Beccaria) no son representantes caracter¨ªsticos de aquel Parque Jur¨¢sico fletado en 1976 por Fraga para obstaculizar o impedir la reforma de Adolfo Su¨¢rez. De a?adidura, otros tres ministros del nuevo Gobierno fueron dirigentes de la UCD antes de recalar en el refundado PP.
La doble y contradictoria invocaci¨®n de Aznar a la trayectoria conservadora de Manuel Fraga, fundador de AP y presidente de honor de los populares, y al legado centrista de Adolfo Su¨¢rez, impulsor de la transici¨®n pol¨ªtica y creador de UCD, muestra las dificultades del neocentrismo popular para establecer con claridad su linaje ideol¨®gico.
Siguiendo la estela de los estudios antropol¨®gicos sobre los grupos de parentesco de filiaci¨®n unilineal (de car¨¢cter patrilineal o matrilineal) de las tribus africanas o australianas, los socialistas tendr¨ªan la oportunidad de entronizar a Pablo Iglesias como el antepasado fundador de su linaje; con la ventaja a?adida, por lo dem¨¢s, de que el fallecimiento en 1925 del Abuelo coloca su figura de antecesor ep¨®nimo del PSOE a una distancia temporal tan lejana que los ecos de sus escritos doctrinarios resultan ya inaudibles.
En cambio, el PP de Aznar podr¨ªa recurrir, para, fijar su linaje ideol¨®gico, a una utilizaci¨®n anal¨®gica de las reglas antropol¨®gicas de filiaci¨®n ambilineal o cognaticia, que establecen las l¨ªneas de parentesco mediante la combinaci¨®n parigual de antepasados masculinos y femeninos de todas las generaciones. De esta forma, los populares podr¨ªan salir de sus actuales apuros afectivos, tan parecidos a los malos ratos que pasan los ni?os peque?os cuando alg¨²n pariente pelmazo trata de obligarles a conflesar si quieren m¨¢s a pap¨¢ o a mam¨¢. La adopci¨®n de un lenguaje pol¨ªtico cognaticio de filiaci¨®n bilateral permitir¨ªa a los dirigentes del PP dejar con la palabra en la boca a los indiscretos que intenten forzarles a elegir entre los legados pol¨ªticos de Fraga y Su¨¢rez: sin embargo, la condici¨®n sine qua non para que esa c¨®moda escapada de inspiraci¨®n antropol¨®gica funcionase ser¨ªa que los dos grandes antagonistas de la transici¨®n a la democracia procedentes del reformismo franquista estuviesen dispuestos a dar por buena esa interpretaci¨®n anti-hist¨®rica de nuestro reciente pasado.
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