Sistema armonioso de frustraciones mutuas
La pol¨ªtica en democracia es un sistema armonioso de frustraciones mutuas. ?sta es la intuici¨®n de la que partieron los founding fathers en la definici¨®n constitucional de los Estados Unidos, intuici¨®n teorizada ole manera magistral por J. Madison en El federalista, en particular en los n¨²meros 10 y 51. El gran hallazgo del Constituyente norteamericano fue darse cuenta de que en una sociedad democr¨¢tica la garant¨ªa de los ciudadanos reside en la frustraci¨®n de sus gobernantes. El peligro para los ciudadanos no deriva tanto de que el Gobierno no pueda cumplir ¨ªntegramente su programa, sino de que pueda hacerlo. Es el propio instinto de conservaci¨®n de la sociedad el que exige que los programas de gobierno de los partidos queden parcialmente incumplidos. Si no fuera as¨ª, la estabilidad de la sociedad quedar¨ªa gravemente comprometida.La frustraci¨®n es, por tanto, un elemento constitutivo de la actividad pol¨ªtica en democracia. No se trata de un mal necesario que no hay m¨¢s remedio que soportar, sino de un bien deseable, de un objetivo que el sistema pol¨ªtico debe perseguir. Es el precio que la sociedad tiene que hacer pagar a los ciudadanos que se dedican a la vida p¨²blica. El contrapeso del poder, con todo lo que ello conlleva de influencia en la vida de los ciudadanos, notoriedad, honores, etc¨¦tera, reside en la frustraci¨®n de no poder hacer todo aquello que se supone que uno ha sido elegido para hacer. Y en que se lo echen en cara adem¨¢s quienes est¨¢n haciendo todo lo posible para que as¨ª sea: partidos de la oposici¨®n m¨¢s todos los ciudadanos que no han votado al partido del Gobierno e incluso algunos que lo han votado.
Obviamente, para que el sistema funcione, las frustraciones tienen que ser universales, de tal manera que nadie se libre de ellas. Tienen que ser alternativas, de tal manera que unas veces se experimenten las frustraciones del Gobierno y otras las de la oposici¨®n. Y tienen que fundirse en un sistema armonioso que haga que no se pierda de vista que se forma parte del mismo sistema pol¨ªtico y que hay unos principios b¨¢sicos que tienen que estar por encima de toda discusi¨®n. En el juego de estas frustraciones mutuas, universales y alternativas, con base en unos cimientos comunes de solidaridad ' b¨¢sica compartida, es en lo que consiste la vida pol¨ªtica en democracia.
La factura de la frustraci¨®n empieza a ser pagada por lo general apenas el Gobierno empieza a andar. Pero a veces es una factura que hay que empezar a pagar por anticipado, como le ha ocurrido al PP tras las elecciones del 3-M. Despu¨¦s de haber experimentado las frustraciones de la oposici¨®n durante cuatro legislaturas, ha tenido que probar las frustraciones del Gobierno antes de llegar a serlo. Las caras de los dirigentes del PP y en particular la de Aznar la noche del 3-M o la de la conferencia de prensa del d¨ªa 4, son testimonios pat¨¦ticos de la intensidad de la frustraci¨®n experimentada.
Pero tal vez el PP pueda acabar diciendo que no hay mal que por bien no venga. El PP ha cometido errores importantes en la pasada legislatura, tal vez como consecuencia de un exceso de frustraci¨®n por la prolongada permanencia en la oposici¨®n. Y ha tenido que pagarlos con nuevas frustraciones para poder formar Gobierno. Llega, pues, al poder con una lecci¨®n. en frustraci¨®n, con la que no ha llegado ning¨²n partido al Gobierno de Espa?a. Va a partir, por tanto, de un conocimiento pr¨¢ctico de las posibilidades y los l¨ªmites de la acci¨®n de gobierno en democracia, de la que nadie ha dispuesto en el pasado.
Fabio Capello recordaba hace unos d¨ªas lo que todo deportista de alta competici¨®n debe saber: que se vale lo que se entrena. El entrenamiento del PP para llegar al poder ha sido muy duro. Que se tome nota.
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