Sindicalismo bordado
Hace 60 a?os, Petra Cuevas, bordadora de Lavapi¨¦s, fue secretaria del 'sindicato de la aguja' de UGT
La soledad, dice Petra Cuevas, le ha puesto a los 87 a?os voz de rata. Nada m¨¢s lejos de la realidad. Tiene a¨²n el timbre firme de quien est¨¢ acostumbrado a la arenga, a convencer desde su convencimiento y a captar adeptos para la causa sindical a la que ha dedicado m¨¢s de 70 a?os. Empez¨® a finales de los a?os veinte en UGT y en el 36 se hizo con las riendas de la secci¨®n de modistas, m¨¢s conocida como el "sindicato de la aguja". Ten¨ªa el carn¨¦ n¨²mero 30 entre no m¨¢s de 40 afiliadas. Tres meses despu¨¦s, al inicio de la guerra civil, casi 6.000 mujeres hac¨ªan de la aguja su bandera. Hoy con la ideolog¨ªa igual de firme y la memoria fresca, sigue vinculada al sindicalisimo -desde la secci¨®n de jubilados de CC OO- y a la pol¨ªtica desde las filas de Izquierda Unida.Esta toledana de Orgaz nada m¨¢s llegar a Madrid con apenas 11 a?os, empez¨® a trabajar como aprendiza de modista, un oficio muy extendido entonces entre las mujeres, pero que no era para ella. "Era muy pesado. Ten¨ªas que montar y desmontar los trajes una y mil veces. Entonces se hac¨ªan vestidos muy trabajados, no como ahora. Las clientas eran marquesas, condesas y esas gentes". Se decant¨® entonces por el arte del bordado, que descubri¨® en La Bordadora Es pa?ola, un taller de Lavapi¨¦s que pese a su nombre era propiedad de unos italianos. "Era mos casi, 1.000 empleadas, todas del barrio y todas muy j¨®venes". Cuando domin¨® el oficio, pas¨® a otro taller de los mismos propietarios en la Gran V¨ªa con un sueldo que superaba con creces al de muchos hombres. "Ganaba 5,50 al d¨ªa, mucho m¨¢s que mi padre, que cobraba tres pesetas".
Con este jornal, Petra pod¨ªa permitirse el lujo de satisfacer sus dos aficiones favoritas: leer e ir al cine. Y a veces, para variar, se sumaba al desfile de modistillas, que como salidas de un libreto de zarzuela paseaban por la Gran V¨ªa. "Cuando acababa el trabajo, ten¨ªamos un recorrido fijo: arriba y abajo desde el Banco de Espa?a hasta la calle de Peligros. Claro, que por all¨ª iban todos los dependientes de comercio y a donde iban los chicos ¨ªbamos nosotras".
Pese a su juventud, Petra ten¨ªa muy claro lo que quer¨ªa, aunque no sab¨ªa nada de siglas pol¨ªticas. En el taller siempre que hab¨ªa que reivindicar algo, como por ejemplo caf¨¦ para digerir mejor las horas extras, all¨ª estaba esta mujer bajita y de ojos azules. "Estaba muy considerada porque los encargos dif¨ªciles, como los trajes para la reina Victoria Eugenia siempre los hac¨ªa yo. Adem¨¢s, nunca he sido violenta, la agresividad la he ganado con los a?os y por eso siempre iba a reclamar. La encargada del taller me llamaba bolchevique y yo, como no sab¨ªa lo que quer¨ªa decir esa palabra, pensaba que significaba algo as¨ª como demonio en italiano. Creo que la conciencia social es instintiva y yo era comunista sin saberlo. Pase lo que pase, no me desenga?a nada".
Un d¨ªa, a principio de los a?os treinta, el cobrador de UGT que iba a recoger la cuota de su padre le cont¨® que hab¨ªa un sindicato de modistas y Petra decidi¨® afiliarse. "Se hac¨ªa muy poco. Entonces los sindicatos estaban divididos en secciones industriales, pantaloneras, chalequeras, sastres, gorreros y, claro, si hab¨ªa una huelga, era dif¨ªcil que los gorreros, por ejemplo, se unieran a los sombrereros y nunca se juntaban m¨¢s de cuatro".
La Rep¨²blica le ense?¨® a Petra que su pensamiento ten¨ªa un nombre: marxismo. Y nada m¨¢s ganar el Frente Popular militando en el PCE fue elegida secretaria de la secci¨®n de la aguja en una reuni¨®n asamblearia. No eran m¨¢s de 409 mujeres. "Fui a los camaradas del partido y les ped¨ª que me ayudaran a organizar la secretar¨ªa porque hasta no hab¨ªa fichas ni actas de ingreso, ni nada. Ellos me dijeron lo que ten¨ªa que hacer y como yo sab¨ªa d¨®nde estaban todos los talleres, prepar¨¦ unas octavillas y me fui a la puerta de todas las f¨¢bricas a repartirlas". En apenas tres meses, la Casa del Pueblo se fue llenando de modistillas.
El fin de la contienda fue para Petra el inicio de su drama. Vivi¨® un destino similar al de muchos republicanos: persecuci¨®n-clandestinidad, captura-c¨¢rcel, libertad a cambio de silencio. Tras seis a?os de prisi¨®n, donde perdi¨® a su ¨²nica hija, pis¨® de nuevo la calle y sigui¨® manteniendo el contacto con antiguas compa?eras, pero su actividad sindical era nula. Ten¨ªa bastante con intentar encontrar trabajo. Algunas de sus antiguas compa?eras modistas, sabedoras de su habilidad con los hilos, le pasaban encargos. "Con otra modista menos significada que yo pol¨ªticamente mont¨¦ un peque?o taller. Ella iba a recoger y a llevar los pedidos".
El olvido y el apaciguamiento de los ¨¢nimos vengadores disolvi¨® la peque?a alianza laboral y Petra, ya instalada en Tetu¨¢n, empez¨® a trabajar en solitario. As¨ª, hasta que hace 25 a?os la muerte de su marido al que hab¨ªa conocido al salir de la prisi¨®n, le nubl¨® la vista y le quit¨® las ganas.
No tuvo mucho tiempo para aburrirse. Con la llegada de la democracia, Petra, ya sexagenaria, decidi¨® retomar su actividad sindical. Esta vez bajo las siglas de CC OO. "Pens¨¦ en incorporarme a UGT, porque la verdad ¨¦se era mi sindicato, pero los compa?eros me dijeron que nosotros ten¨ªamos CCOO.
"La primera reivindicaci¨®n que llev¨¦", a?ade, "es que existieran guarder¨ªas gratuitas y comedores econ¨®micos para facilitar la incorporaci¨®n de la mujer al trabajo". Veinte a?os despu¨¦s sigue en el mismo sitio, aunque ahora pertenezca al comit¨¦ de jubilados y raro es el d¨ªa en que no se pasa por el local de la agrupaci¨®n del PCE de Tetu¨¢n, que el azar ha situado en el portal de al lado de su casa. "Los chicos que son muy j¨®venes quieren que est¨¦. Yo creo que es porque, como Pepito Grillo, soy la voz de la conciencia".
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