Otra vez ausente
Me refiero a la Universidad, claro. Y m¨¢s concretamente a la Universidad p¨²blica, a la del Estado, en la que nos hemos formado la mayor¨ªa de los profesores y alumnos en los ¨²ltimos decenios. La que hay que ser muy ciego para no ver que anda en plena decadencia y la que hay que ser muy fan¨¢tico para no reconocer que sangra y sangrar¨¢ mucho tiempo por la herida que le causara la dichosa LRU.No creo que me gu¨ªe el ego¨ªsmo. Estimo m¨¢s bien que me sit¨²o en la l¨ªnea de lo que actualmente parece definir la relaci¨®n entre partidos y electores. Es decir, en el marco de los partidos llamados "partidos de electores" o "partidos cogelotodo". Se vota m¨¢s en funci¨®n de intereses, de lo que cada uno se juega en un evento electoral, que por premisas ideol¨®gicas. Esto puede no gustar a los amantes de ortodoxias o hasta a los leg¨ªtimos y convenientes ut¨®picos. Pero es as¨ª. Por ah¨ª van las cosas. Se vota teniendo en cuenta l¨ªderes y, sobre todo, respuestas claras a las demandas que cada sector posee. Lo del bien com¨²n previa e infaliblemente definido por una persona, grupo o partido parece quedar lejos del principio de relatividad que es consustancial a la democracia. La verdad pol¨ªtica se hace con suma de votos, y los votos se mueven en funci¨®n de demandas concretas.
Por esto creo que no era ego¨ªsmo, sino leg¨ªtima curiosidad. O¨ª con paciencia m¨ªtines y declaraciones esperando una palabra sobre nuestra Universidad. Ni una. El hecho diferencial o el sueldo de la mili han resultado mucho m¨¢s atractivos. Sumido en la desilusi¨®n, he querido agotar el contenido de los programas. A veces, ni palabra. En otros casos, dos ¨²nicas referencias: modificaci¨®n de la selectividad en el acceso a las aulas universitarias y "aumento de la calidad de la ense?anza". Entonces, la desilusi¨®n se torna absoluta confusi¨®n. La demagogia est¨¢ detr¨¢s de este dif¨ªcil emparedado. Y es que lo de "modificaci¨®n" suena a supresi¨®n, claro est¨¢, que es lo que atrae votos. Y o mucho me equivoco, o la falta de selecci¨®n y la correspondiente masificaci¨®n se oponen frontalmente al concepto de calidad.
Curiosamente, nadie osaba hacer la menor referencia a lo previsto incluso por la aciaga ley vigente y por las posteriores promesas. Ni p¨ªo sobre la ley de Cortes para regular el acceso. Ni p¨ªo sobre adecuaci¨®n entre demanda social y capacidad de los centros. Ni p¨ªo sobre la tan tra¨ªda y llevada ratio entre profesor y n¨²mero de alumnos. No conven¨ªa tocar nada de esto, que se lleva toreando como se puede desde hace a?os. Los resultados est¨¢n ah¨ª: insoportable masificaci¨®n, imprecisi¨®n sobre el tiempo de estancia en la Universidad para terminar una carrera, alumnos sentados por los pasillos, etc¨¦tera.
Y, naturalmente, si nadie ha hablado de lo que era obligado hacer, mucho menos de lo que era necesario corregir a tenor de la experiencia. Y aqu¨ª el panorama ha sido denunciado incluso por los ¨²ltimos equipos ministeriales y el Consejo de Universidades. Me refiero a la endogamia a la hora de hacer profesores, reinado del localismo, sustituci¨®n de una carrera de m¨¦ritos realmente contrastados por el simple "calentiar el sill¨®n" (un ilustre maestro sostiene que hemos pasado de hacer oposici¨®n a tomar posici¨®n: es cuesti¨®n de tiempo), absoluta inutilidad de las actuales pruebas para hacer titulares o catedr¨¢ticos, desvirtuaci¨®n de la figura y el papel de los profesores asociados, aut¨¦ntica hemorragia en la creaci¨®n de centros llamados universidades por mor de cualquier cosa menos por criterios cient¨ªficos, y todos los etc¨¦teras que ustedes quieran agregar. Se ha denostado la lecci¨®n magistral, se ha sustituido la buena lectura de una recomendable bibliograf¨ªa b¨¢sica por el intocable mundo de "los apuntes con aparici¨®n de aut¨¦nticas multinacionales de las fotocopias que hurtan el saber ajeno; se ha dado al traste con los criterios de rigor, conocimiento y experiencia, sustituy¨¦ndolos por el absurdo igualitarismo; se han convertido los ¨®rganos de gobierno en batallas entre votos sindicados; se ha sembrado la permanente desconfianza ante cualquier tipo de autoridad acad¨¦mica ahora sometida al imperio de la comisionitis... ?Para qu¨¦ seguir?
Bueno, pues frente a esto, poder y oposici¨®n, por aquello del f¨¢cil halago, hablan de la "juventud o generaci¨®n mejor preparada". ?Dios m¨ªo! Si se molestaran alguna vez en volver a sus universidades y leer centenares de disparates que anta?o no hubieran permitido pasar de primero de bachillerato.
He escrito la palabra anta?o. Y me veo venir la acusaci¨®n: elitismo, lo de la poltrona de catedr¨¢tico, la gran victoria del "cuerpo ¨²nico de docentes", mera nostalgia del pasado. Ni hablar. No se habla desde las bondades o maldades de la Universidad de los a?os cincuenta o sesenta. Creo que nadie intenta resucitar los males. De lo que se trata es de negarse a los bandazos. Algo a lo que es tan proclive nuestro pa¨ªs. Y de no resignarse, aunque sea por un medio tan inofensivo como este descargo no exento de cierta ira, pero libre de referencias a una Universidad, la de antes, que tampoco nos gustaba. A fin de cuentas, lo de resignarse no va muy acorde con lo de intelectual o pensante. Ni con lo de universitario. Como el hecho de la indiscutible legitimidad de unas medidas aprobadas en su d¨ªa no lleva consigo ni su justicia, ni su acierto, ni su bondad. As¨ª, por poner solamente un ejemplo, ni justo, ni acertado, ni bueno me parece que los profesores ahora llamados permanentes de Universidad (es decir, catedr¨¢ticos titulares) sean los ¨²nicos, repito, los ¨²nicos funcionarios del Estado carentes del derecho a traslado sin tener que repetir, en muchos casos, las oposiciones. ?Se aplica esto al m¨¢s modesto grado del m¨¢s modesto escalaf¨®n del m¨¢s modesto cuerpo?
Pues as¨ª es. En muchos casos, algo as¨ª como si el notario, al solicitar nuevo destino, tuviera que repetir sus oposiciones frente a un oficial de notar¨ªa de la localidad en cuesti¨®n que, para colmo de males, ha podido colocar en el tribunal a dos miembros amigos. ?Objetividad? ?Calidad? ?Modernidad? No. Rotundamente, todo lo contrario.
Y en el bandazo se copi¨® mal la idea de departamento, con un criterio num¨¦rico absurdo y riada de uniones entre unidades docentes totalmente distintas. Y se copiaron mal los patronatos de las universidades anglosajonas con la creaci¨®n de consejos sociales llenos de competencias indebidas e integrados por quienes nada saben y nada aportan a la Universidad. Y se copiaron mal los colegios universitarios, de inmediato aspirantes a nuevas facultades. Y otro etc¨¦tera largu¨ªsimo. A la postre, lo de la Universidad tiene alg¨²n parecido con lo de las autonom¨ªas. Roto el principio de qu¨¦ sea una aut¨¦ntica Universidad (buen profesorado, buenas instalaciones, buenas bibliotecas, buenos hospitales para pr¨¢cticas, buena tradici¨®n cultural del entorno), ?qui¨¦n pone el l¨ªmite? ?Con qu¨¦ criterios? En cada villa o aldea en que haya una docena de familias sin ganas de mandar a sus hijos fuera de casa, aunque se tengan muchos medios econ¨®micos para otras cosas, alg¨²n caser¨®n que permita ser remozado y media docena de asociados de la localidad, ya est¨¢. ?Surge la demanda de nuestra universidad! Sin duda hay cosas m¨¢s rentables que pedir. Pero no. Tiene que ser una facultad de esto o aquello, aunque a 200 kil¨®metros haya otra igual. ?Qu¨¦ m¨¢s da!
Pues parece que nada de esto merece la reflexi¨®n en campanas ni en programas. Y es muy posible que con raz¨®n. Que lo de la Universidad no le interese a nadie. Que no pase nada por el panorama descrito. Que tocar el tema sea perder votos y crear malestar. Y que hasta la misma Universidad est¨¦ llamada a padecer una m¨¢s o menos larga decadencia y acabe siendo sustituida por otra cosa. A lo peor es as¨ª y yo mismo he perdido el tiempo escribiendo estas l¨ªneas. ?Pesimista? Dec¨ªa un gran maestro que pesimista era la persona que ¨²nicamente dejaba de serlo pensando en que las cosas todav¨ªa pod¨ªan ir peor. Es el mismo maestro que, con similar iron¨ªa y sabia visi¨®n de las cosas, se consolaba viendo alguna utilidad a la actual legislaci¨®n que padecemos. Desde que entr¨® en vigor, ya ni los p¨¢rrocos se llaman p¨¢rrocos, sino obispos t¨¦cnicos de grado medio. A fin de cuentas, ?de qu¨¦ otras cosas est¨¢ repleta nuestra historia sino de cambios sem¨¢nticos?
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