Cumbres solitarias
El pueblo de Somosierra, frontera de las dos Castillas y l¨ªmite septentrional de la Comunidad de Madrid, ha quedado al margen de la flamante autov¨ªa. La Nacional I, la antigua carretera de Francia, traza una amplia curva para no partir por medio su caser¨ªo. Una deferencia que sus habitantes no est¨¢n en condiciones de agradecer, pues el desv¨ªo de la ruta ha tra¨ªdo m¨¢s perjuicios que beneficios al comercio y a la hosteler¨ªa locales, aunque la buena fama de sus establecimientos siga atrayendo a los viajeros experimentados y sin prisas que saben que, a cambio de unos minutos de su tiempo, trocar¨¢n los men¨²s de pl¨¢stico, las latas de bebidas y el autoservicio de las autopistas, comidas r¨¢pidas para v¨ªas r¨¢pidas, por el buen yantar, el buen vino y el mejor trato del Mes¨®n La Conce o la hospitalidad del Hostal Mora. La singular predilecci¨®n de los camioneros por este lugar no se debe s¨®lo a razones de tipo material o puramente gastron¨®mico, sino tambi¨¦n a motivos m¨¢s elevados. En el exterior de su iglesia, de construcci¨®n moderna pero respetuosa con el paisaje serrano, abundan los reclamos y los s¨ªmbolos de un especial¨ªsimo apostolado de la ruta. Hay un mural met¨¢lico con trazos de tebeo que representa a un enorme camionero en la cabina de un veh¨ªculo a su medida dando paso y saludando cordialmente al peque?o conductor de una peque?a furgoneta. Unos metros m¨¢s all¨¢, el viento juega a componer y descomponer caprichosos dise?os con los pa?os blancos que revisten una estoica cruz de palo plantada junto a un gran neum¨¢tico pintado de cruces y mensajes apost¨®licos. En la misma iglesia o a las puertas del mes¨®n se multiplican las octavillas de la "Pastoral de Carretera", que impulsa con fervoroso celo don Jos¨¦, el p¨¢rroco de Somosierra. Entre el material expuesto a disposici¨®n de los viajeros hay un peque?o tr¨ªptico con las direcciones de todos los santuarios de la Virgen de la provincia de Madrid, clasificados por proximidad a las carreteras nacionales, un dec¨¢logo del camionero y una estampa de la Inmaculada Concepci¨®n que se propone como acompa?ante perfecta en las cabinas de los camiones, imagen protectora y mediadora, m¨¢s ¨²til y provechosa que la cl¨¢sica iconograf¨ªa profana de las chicas de calendario.En una cuartilla fotocopiada, con letra g¨®tica e historiada orla, puede leerse un manifiesto literario y an¨®nimo, una glosa del oficio titulada Ser camionero donde se recogen variados y originales s¨ªmiles sobre la figura del camionero: "nuevo caballero` andante de la ruta", "catedr¨¢tico en las universidades del asfalto", "el que sube lo de abajo y baja lo de arriba", "el que nos trae lo otro y nos lleva lo nuestro" y, por fin, "gl¨®bulo que integra esa sangre que vigoriza la riqueza de un mercado nacional cuyas arterias son las propias carreteras". No todo es loa, jaculatoria y ret¨®rica; en una hoja impresa con motivo del 10 de mayo, los camioneros de Somosierra exigen la recuperaci¨®n de la dignidad obrera y se despachan con varios chistes gr¨¢ficos alusivos a pol¨ªticos, banqueros y patronos.
La dura historia de Somosierra se resume en la ermita de Nuestra Se?ora de la Soledad. En su sencillo interior, un oscuro cuadro resume gr¨¢ficamente un suceso que acaeci¨® en ella en 1848, cuando el pueblo era posada y fonda obligada para los viajeros. La estampa presenta en segundo plano una diligencia atravesando un paisaje crepuscular y desolado. En primer t¨¦rmino figuran dos damas arrodilladas con sus amplias faldamentas a los pies del altar de la Virgen y en un ¨¢ngulo las p¨¢ginas de un libro donde puede leerse: "Te llam¨¦ en mi angustia ?Virgen de la Soledad! y me diste compa?¨ªa". La dama principal del cuadro es santa Mar¨ªa Micaela del Sant¨ªsimo Sacramento, santa madr¨ªle?a que en peregrinaci¨®n a Par¨ªs hubo de detenerse en estos parajes al romperse un cubo de su coche de caballos, Una vez en la fonda tuvo la piadosa se?ora la celestial intuici¨®n de que un grupo de hombres que por all¨ª merodeabab eran ladrones y sinti¨¦ndose amenazada or¨® y ofreci¨® misas a la Virgen de la ermita para que enviara en su socorro a la Guardia Civil. Repitiendo m¨¢s tarde, como precauci¨®n suplementaria, el mismo recado a los posaderos con la advertencia de que a los guardias tambi¨¦n se les pagar¨ªa bien. Detenidos los presuntos bandoleros y pagados los servicios divinos y de orden p¨²blico, el asunto no pas¨® de susto y a?adi¨® a la biograf¨ªa de la santa un episodio edificante y casi milagroso. A las puertas de esta humilde ermita con aires de caser¨®n serrano, una moderna placa rememora otro suceso de ¨ªndole muy distinta, una efem¨¦ride sangrienta y guerrera, la carga de la caballer¨ªa ligera polaca al servicio de Napole¨®n contra la artiller¨ªa espa?ola que defend¨ªa el paso. Este recordatorio quiz¨¢ sea el ¨²nico en toda Espa?a en el que se ensalce el hero¨ªsmo y la valent¨ªa de los ej¨¦rcitos invasores y su victoria contra las tropas nacionales, y fue colocado en 1993 por el Gobierno polaco. En el interior del templo una nota explicativa aclara que nunca hubo un enfrentamiento entre los pueblos de Polonia y Espa?a porque los polacos luchaban, igual que los espa?oles, por su independencia, unos al abrigo del capote de Napole¨®n y otros en su contra.
Pero la memoria viva de Somosierra, su lucha por no ser borrada del mapa, su hospitalidad y sus tradiciones, son materias que el cronista conocer¨¢ a trav¨¦s de ?ngeles, que este s¨¢bado de mayo con ventisca y aguanieve ordena y arregla las flores de la ermita. Extravertida y animosa, ?ngeles, gu¨ªa espont¨¢nea y entusiasta, muestra en la casa familiar los versos que sus t¨ªos, Paquita y Manuel Sanz, cronistas em¨¦ritos y vocacionales, dedicaron a su villa natal, sus glorias de ayer y sus nostalgias de hoy. "Cant¨®n de las tres provincias / que aqu¨ª tienen su conf¨ªn / Segovia, Guadalajara / y este querido Madrid", escribi¨® Manuel ubicando a su pueblo en el mapa con precisi¨®n m¨¦trica y geogr¨¢fica. "Qu¨¦ solo est¨¢s Somosierra / lecho obligado del silencio / las noches iguales a los d¨ªas, d¨ªas y noches fr¨ªas", escribe Paquita Sanz, que fue maestra aqu¨ª.
En una de sus composiciones, Paquita evoca las fiestas y las citas asamorosas que antes se convocaban alrededor de la vieja fuente de piedra del siglo XVIII que fue s¨ªmbolo y t¨®tem del pueblo que hoy lo sigue siendo en su abandono.
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