El nuevo C¨®digo
LA ENTRADA en vigor de un C¨®digo Penal de nueva planta constituye un acontecimiento hist¨®rico. El que rige desde ayer en Espa?a sustituye a un esquema de penas que permanec¨ªa inm¨®vil en sus l¨ªneas esenciales desde hace siglo y medio, a pesar de las profundas reformas hechas con posterioridad. Pero la promulgaci¨®n de la Constituci¨®n democr¨¢tica de 1978, en clara y tajante ruptura con el sistema autoritario precedente, hac¨ªa ineludible que los espa?oles contaran con un C¨®digo Penal acorde con esos principios y tutelador de los valores de una convivencia en libertad.Sobre el llamado "C¨®digo Penal de la democracia", al que se ha calificado tambi¨¦n de "Constituci¨®n en negativo", se han hecho ya infinidad de valoraciones, todas ellas globalmente positivas. En especial se ha resaltado el acierto del tratamiento punitivo dado a toda un serie de conductas contra el orden socioecon¨®mico, la regulaci¨®n de los delitos relativos a la ordenaci¨®n del territorio y de los recursos naturales, y la ampliaci¨®n del car¨¢cter terrorista a aquellos grupos que, sin aparecer expresamente vinculados a ninguna organizaci¨®n, act¨²an con el claro prop¨®sito de subvertir el orden constitucional. Sin embargo, algunos achacan al nuevo C¨®digo, y con raz¨®n, un olvido imperdonable de las v¨ªctimas del delito, que siguen siendo unos meros convidados de piedra en el proceso penal.
Pero a partir de ahora se trata de poner el nuevo C¨®digo en marcha y que su aplicaci¨®n se lleve a cabo sin desnaturalizar su contenido. Para ello har¨¢n falta una buena dosis de voluntad pol¨ªtica por parte del Gobierno, la colaboraci¨®n sin reticencias de los jueces y los medios e infraestructuras imprescindibles para su desarrollo. Voluntad pol¨ªtica por parte del Gobierno, en primer lugar. ?Pero la tendr¨¢ un Gobierno que prometi¨® congelar el nuevo C¨®digo Penal cuando era oposici¨®n? Esa es la principal inc¨®gnita que planea sobre el desarrollo del nuevo C¨®digo. Y no basta para despejarla, aunque sea un buen s¨ªntoma, el comunicado hecho p¨²blico por la ministra de Justicia se?alando el inequ¨ªvoco compromiso del Gobierno con el cumplimiento de las leyes emanadas del Parlamento y su disposici¨®n a obtener los recursos presupuestarios necesarios para la aplicaci¨®n del nuevo C¨®digo. Como declaraci¨®n de intenciones est¨¢ bien. Pero a partir de ahora habr¨¢ de materializarse en disposiciones concretas. La oposici¨®n parlamentaria ya ha anunciado que estar¨¢ vigilante. Y es l¨®gico que lo est¨¦ vistos los antecedentes extremadamente beligerantes de la actual mayor¨ªa gobernante contra la aprobaci¨®n del C¨®digo que ayer entr¨® en vigor.
De entrada, la aplicaci¨®n del nuevo C¨®digo no va a suponer la excarcelaci¨®n de 13.000 reclusos como electoralmente avanz¨® el Partido Popular. Ser¨¢n apenas unos 500 reclusos los que paulatinamente ser¨¢n puestos en libertad a medida que los jueces revisen su situaci¨®n penitenciaria de acuerdo con el nuevo sistema de peritas. La alarma del Partido Popular por los posibles efectos del nuevo C¨®digo sobre la seguridad ciudadana ha resultado infundada. Tanto mejor para ¨¦l. Como Gobierno, ser¨¢ el principal beneficiario de aquel malintencionado error de c¨¢lculo cometido cuando era oposici¨®n.
En todo caso, el Gobierno popular tiene por delante una ingente tarea tanto legislativa como log¨ªstica para el desarrollo del nuevo C¨®digo. En el ¨¢mbito legislativo deber¨¢ promover fundamentalmente una ley penal juvenil como contrapartida a la elevaci¨®n de la mayor¨ªa de edad penal de los 16 a los 18 a?os contemplada en el nuevo C¨®digo. Sin una ley que d¨¦ una respuesta punitiva espec¨ªfica -centros y sistemas penitenciarios adecuados- a la delincuencia juvenil, la elevaci¨®n de la mayor¨ªa de edad penal a los 18 a?os ser¨¢ meramente ret¨®rica. Como lo ser¨ªan otras disposiciones importantes del nuevo C¨®digo -en especial los arrestos de fin de semana en las condenas por delitos menores y el tratamiento previsto para los toxic¨®manos condenados a penas inferiores a tres a?os- si no se cuenta con los centros de cumplimiento y de deshabituaci¨®n necesarios. Sin ¨¦stas y otras medidas, el nuevo e hist¨®rico C¨®digo apenas ser¨ªa otra cosa que una carcasa sin contenido.
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