Retrato robot de la iniciativa privada cubana
Las autoridades acorralan a los trabajadores por cuenta propia con un laberinto de trabas, leyes e impuestos
Los profesionales universitarios pueden trabajar por cuenta propia, pero no en la especialidad para la cual se prepararon. Los artesanos pueden moldear el cobre o la piel, pero han de hacerlo sin ayudantes y vender ellos mismos su mercanc¨ªa. Los restaurantes privados, legalizados por fin despu¨¦s de a?os de clandestinidad, ya sirven men¨²s de arroz congr¨ª y puerco asado, pero les est¨¢ prohibido tener m¨¢s de 12 sillas, vender carne de vaca y mariscos, y contratar a un camarero o a un buen chef.Del mismo modo, un taxista no debe aparcarse a la puerta de un hotel, ni ning¨²n trabajador particular brindar servicios a empresas estatales o extranjeras. Por lo dem¨¢s, si uno quiere ser trabajador por cuenta propia y est¨¢ dispuesto a soportar ¨¦stas y otras limitaciones, debe haber le¨ªdo a Kafka y asumir que este tipo de actividad es tolerada, pero no bien considerada por las autoridades cubanas.
"Para empezar, nos llaman cuentapropistas que no es un t¨¦rmino demasiado halagador en un pa¨ªs como ¨¦ste", asegura un ingeniero de 50 a?os reconvertido en artesano de papel mach¨¦. Juan, que as¨ª es como se llama, dej¨® su trabajo de 400 pesos al mes en una empresa estatal cuando el Gobierno decidi¨® autorizar este tipo de trabajo. Ahora trabaja en la plaza de la Catedral y gana en una semana lo que antes obten¨ªa en dos meses, pero dice que el precio es alto. "El Gobierno nos ve con recelo, como si fu¨¦semos delincuentes o un germen de capitalismo que mancha la pureza del socialismo". "Poco a poco", comenta, "nos est¨¢n acorralando en un laberinto de limitaciones, trabas e impuestos".
Efectivamente, cuando el 8 de septiembre de 1993 el Gobierno de Fidel Castro decidi¨® impulsar el trabajo por cuenta propia, lo hizo para paliar la escasez y el desempleo provocado por el cierre de f¨¢bricas y centros estatales tras la desintegraci¨®n de la URSS, pero no por vocaci¨®n ni amor a la iniciativa privada. En aquel momento en Cuba hab¨ªa 46.632 personas ejerciendo esta actividad 75 profesiones toleradas.
El decreto del 8 de septiembre legitim¨® y "ampli¨®" el trabajo por cuenta propia, pero lo hizo con reservas y numerosas restricciones. Es cierto que se legalizaron medio centenar de profesiones m¨¢s, fiero algunas tan peculiares y peregrinas como "f¨®rrador de botones", "tostador de granos (caf¨¦, etc¨¦tera)" o "productor de escobas, cepillos y similares". Pero adem¨¢s del exceso de control sobre las profesiones, tambi¨¦n se prohibi¨® contratar ayudantes y que otros vendiesen tu mercanc¨ªa.
Sin embargo, a pesar de la desconfianza, la realidad llev¨® a las autoridades a hacer m¨¢s concesiones, aunque siempre con dosis de esquizofrenia -quiero pero no quiero-. En 1994, la lista se ampli¨® a 18 actividades, pero del tipo "fabricante de coronas de flores" y "elaborador de art¨ªculos de m¨¢rmol". En junio de 1995 se legalizaron por fin las paladares o restaurantes privados, pero con un l¨ªmite m¨¢ximo de 12 sillas y prohibiendo la contrataci¨®n de empleados y la venta de marisco.
Aun as¨ª, la cifra de "cuentapropistas" lleg¨® a principios de 1996 a 208.000, y tambi¨¦n llegaron entonces las alertas oficiales. El propio presidente cubano advirti¨® en uno de sus discursos que, por necesidades de la vida, desgraciadamente se hab¨ªa tenido que "legalizar el robo", pero que se deb¨ªan tomar medidas para evitar que surgiese una clase de nuevos ricos. En marzo, el Bur¨® Pol¨ªtico del Partido Comunista elabor¨® un informe en el que alertaba: "No son pocos los efectos negativos que el trabajo por cuenta propia puede engendrar, como el de estimular viejas formas delictivas y fomentar nuevas, propiciar enriquecimientos abusivos en nuestra situaci¨®n de escaseces, sentar bases para el agrupamiento, la asociaci¨®n y actuaci¨®n de forma organizada ajenas al Estado, o constituir caldo de cultivo para la labor subversiva del enemigo".
En medio de este panorama nada halag¨¹e?o, el pasado 18 de abril el Gobierno cubano aprob¨® una nueva legislaci¨®n, que para muchos "cuentapropistas" ser¨¢ un golpe demoledor. El documento establece en su art¨ªculo 19 que el que venda sus productos o servicios en d¨®lares deber¨¢ pagar en pesos cubanos "el 100% de la cuota mensual establecida" y, adem¨¢s, el 75% de esa cuota en d¨®lares. Es decir, que el due?o de una paladar de d¨®lares -que hasta ahora pagaba 1.000 pesos y 400 d¨®lares al mes- ahora deber¨¢ abonar 1.000 pesos y 750 d¨®lares mensuales, mientras que un artesano que venda en divisas, cuya cuota es de 300 pesos, tendr¨¢ que pagar al mes esos 300 pesos m¨¢s 225 d¨®lares.
La resoluci¨®n mantiene las restricciones a los profesionales universitarios, que no pueden trabajar en la especialidad para la que se formaron, y proh¨ªbe a los trabajadores por cuenta propia ofrecer sus servicios a empresas estatales y firmas extranjeras. Para las paladares se mantiene el l¨ªmite de las 12 sillas pese a que el impuesto en d¨®lares se duplica, y se les niega el derecho a vender carne de vaca, que hasta ahora exist¨ªa. Por otro lado, se mantiene la prohibici¨®n de emplear trabajadores asalariados y la obligaci¨®n de vender directamente los productos sin intermediarios, y se establece que los "familiares" que ayudan al due?o de una paladar, deben pagar tambi¨¦n como impuesto el 20% del valor de la licencia, es decir 200 pesos y 150 d¨®lares por cada "ayudante". Algunos de los 1.000 due?os de restaurantes privados y de los 13.000 artesanos que hoy trabajan en Cuba, han dicho ya que tiran la toalla.
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