El p¨²blico rechaza un toro despuntado

Iban saliendo los bichitos de Gabriel Rojas, uno tras otro, todos con m¨¢s orejas que pitones. Las buenas gentes del tendido comentaban por lo bajini el buen trabajo del barbero, y de ah¨ª no pasaba la cosa. Hasta que apareci¨® el sexto con el menguado pit¨®n derecho completamente romo y sangrando por la punta como un m¨¢rtir, y se arm¨® el pifostio. C¨®mo se alborotar¨ªa el p¨²blico, que el presidente no tuvo m¨¢s remedio que sacar el pa?uelo verde para devolver el toro. Suponemos que las astas de la corrida ser¨¢n oportunamente analizadas, porque si no, ?para qu¨¦?En vista de lo que iba saliendo de los toriles, los diestros optaron por darse un pase¨ªto. El nuevo ¨ªdolo de los p¨²blicos feriantes, llamado Joselito, altern¨® los paseos con las carreritas perdiendo terreno al rematar algunos muletazos. Estuvo tranquilo y f¨¢cil con el capote en sus dos toros y con la muleta no termin¨® de acoplarse con su primer enemigo, que se quedaba corto y defend¨ªa su debilidad dando cabezazos. Sac¨® alg¨²n natural despegado y con el pico. En el quinto porfi¨®, meti¨® m¨¢s pico y perdi¨® terreno casi siempre, entre el tach¨ªn, tach¨ªn de la banda de m¨²sica.

Rivera Ord¨®?ez estuvo sobrado de facultades. Aquellos toros eran poca cosa para ¨¦l. Tore¨® por naturales con la verdad por delante al inv¨¢lido tercero e intent¨® el toreo profundo con el aborregado sexto.

?Y Curro! ?Qui¨¦n ha dicho que Curro Romero es un torero sin t¨¦cnica? S¨®lo un diestro con sabidur¨ªa y ciencia torera puede sacar los derechazos, lentos y armoniosos que Curro le sac¨® al cuarto, tras unos intentos con la muleta enganchada porque el toro ten¨ªa corto el viaje. Despu¨¦s, las trincherillas, los cambios de mano y el desplante. ?C¨®mo le quiso el p¨²blico en esos momentos! ?Y c¨®mo ser¨ªa la armon¨ªa de la faena, que nadie se acord¨® de pedir, a gritos, que sonara la m¨²sica!

En el primero, que no pasaba, se limit¨® a componer la figura y a matarlo como acostumbra en casos semejantes. Tambi¨¦n fue jaleado en algunos momentos al manejar el capote con el gusto y el duende que son habituales en el camero.

Pero el m¨¦rito de Curro est¨¢, sobre todo, en estar ah¨ª. Se le ve con facultades, esbelto y con mucha seguridad. Y su habitual buen gusto para vestir lo exhibi¨® luciendo un vestido negro y azabache. Curro seguir¨¢ todav¨ªa algunos a?os por esos ruedos, mientras los matadores de su edad andan mir¨¢ndose la tripa en el espejo.