La hora amarga de Iv¨¢n y Ra¨²l
Italia, que acab¨® con nueve jugadores, se impone a Espa?a en la tanda de penaltis
La burla del destino: Iv¨¢n de la Pe?a y Ra¨²l, l¨ªderes de una gran generaci¨®n de futbolistas, salieron trasquilados de la tanda de penaltis. Fallaron sus lanzamientos, Italia gan¨® y la vida sigue igual: los italianos, siempre a flote. Es una historia tan vieja como el f¨²tbol. Con todas las alarmas encendidas, con el piloto en rojo, sin f¨²tbol, en medio de un barullo considerable, Italia sobrevivi¨® a- un partido feo, desagradable, desleal, sembrado de faltas, con dos expulsados en sus filas. Un partido que habr¨ªa perdido cualquier equipo. Ellos, no. Ellos, que ayer devolvieron a la memoria el f¨²tbol canalla del viejo Estudiantes de la Plata, se exprimen hasta encontrar petr¨®leo. Son supervivientes. Son italianos. No vale la pena buscar m¨¢s explicaciones.Inicialmente, Espa?a se cambi¨® el traje de luces por el mono polvoriento y acab¨® de rodillas ante un equipo italiano cuya gran virtud fue no traicionarse a s¨ª mismo. Decir Espa?a es decir Javier Clemente, que truc¨® el hermoso perfil exhibido en ocasiones anteriores por los sub-21 espa?oles. En la gran final, a la hora de la verdad, el seleccionador apost¨® por un grupo m¨¢s metalizado, una fuerza de choque que contrarrestara el f¨²tbol de ce?o fruncido de Italia. Y todo sali¨® mal durante un trecho largu¨ªsimo, todo un primer tiempo. Porque la selecci¨®n, lejos de exponer sus armas, para bien o para mal son las que tiene, quiso fotocopiar al enemigo. Fue un ejercicio de alta traici¨®n.
Del equipo coqueto de la se mifinal Espa?a pas¨® a un grupo m¨¢s empastelado. Prescindi¨® de Oscar -uno de los grandes de la semifinal, ha marcado seis goles en el torneo- y de Karanka -un defensa de criterio con la pelota-. Sin el azulgrana, tir¨® a Idialcez sobre la banda derecha y pas¨® a Roberto al medio centro, junto a otro jugador de corte de fensivo como Jos¨¦ Ignacio. Como resultado: m¨¢s dinamita -cuatro defensas y cinco centrocampistas- y menos f¨²tbol de sal¨®n. Iron¨ªas del destino: en un error de Corino estuvo a punto de marcar Brambilla -el mejor italiano- y poco despu¨¦s Idi¨¢lcez meti¨® mal el pie y marc¨® en su porter¨ªa.
Con el partido empinado, con Italia cuesta abajo, a la media hora Clemente orden¨® calentar a Oscar y De Pedro. Espa?a se estaba autoinmolando. Con De la Pe?a ahogado, sin una rendija para maniobrar, tanto por la ubicaci¨®n de Jos¨¦ Ignacio y Roberto a su orilla como por el estrecho marcaje de Tommasi, Espa?a ferment¨® el mejor partido so?ado por los italianos. Estos, con sus pinturas de guerra, a golpe de tam tam en cada disputa. Deseando que el rival fuera al choque, entrara en su terreno, en las trincheras. Y justo fue lo que hizo Espa?a, estrangulada por falta de sus mejores atributos: la habilidad, la velocidad, el desparpajo, la imaginaci¨®n. Sin un rival que hiciera cosquillas y con un gol en el saco, Italia dio un tono f¨²nebre a la contienda. Con maestr¨ªa, exprimiendo su mejor catecismo, forr¨® el choque de nervios. Una patadita, un empuj¨®n, una colleja, gestos despectivos, una tangana, otra tangana. Pero Italia tuvo un error de c¨¢lculo y se qued¨® con diez. Una bendici¨®n para Espa?a: rectific¨® Clemente y en Montjuic se hizo la luz.
Ra¨²l, en un gol dibujado con letras g¨®ticas, encendi¨® la primera vela. Con un toque destornillado, preciso y sutil anot¨® su octavo tanto en el campeonato. Con ¨®scar y De Pedro -iron¨ªas, se fueron Jos¨¦ Ignacio e Idiakez- la selecci¨®n se convirti¨® en un equipo m¨¢s fresco. Lard¨ªn, por la derecha, y De Pedro, por la izquierda, pusieron m¨¢s criterio. De la Pe?a encontr¨® aire y Oscar, en la media punta, enganch¨® con Ra¨²l. Porque entre los buenos futbolistas siempre hay, qu¨ªmica. Y porque este equipo est¨¢ repleto de futbolistas de terciopelo. A¨²n juegan porque se divierten y cuanto m¨¢s disfrutan mejor juegan. Guste o no esa es su ecuaci¨®n.
Todo empez¨® a tener m¨¢s sentido. Por encima del resultado final, Espa?a era Espa?a. Por fin, su juego era reconocible. Los italianos ya estaban inc¨®modos. Cierto que s¨®lo ten¨ªan diez jugadores, pero a su alrededor hab¨ªa un baile de moscas, un racimo de jugadores patialegres. Italia sostuvo las embestidas a base de oficio, de la gran entereza que ha distinguido durante generaciones a los italianos. Miren la defensa: cuatro titulares indiscutibles del Milan (Panucci), Inter (Fresi), Parma (Cannavaro) y Lazio (Nesta). Quiz¨¢ la mejor escuela defensiva del mundo. No conceden un gramo de c¨¦sped, bajan la persiana como pocos. Pese a todo sufrieron en m¨¢s de una ocasi¨®n. Los movimientos diagonales, felinos, de Ra¨²l, agrietaron la muralla y Oscar, por dos veces, y Lard¨ªn, estuvieron al borde del gol. Todo el grupo espa?ol se llen¨® de buenas intenciones. Desde la equ¨ªvoca expulsi¨®n de Amoruso -un error del ¨¢rbitro, que se confundi¨® de agresor en la jugada-, Italia hab¨ªa cerrado el partido, se hab¨ªa cobijado junto a su ¨¢rea y supeditado su porvener a los dioses, que estuvieron de su parte. Como casi siempre.
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