Espa?a acomete el primer estudio de muertes por c¨¢ncer entre 400.000 vecinos de nucleares
La alarma en tomo a Almaraz dispara la pol¨¦mica sobre el control sanitario de estas ¨¢reas
Chern¨®bil estaba en el ambiente hace un mes cuando vecinos de localidades cercanas a la central nuclear de Almaraz (C¨¢ceres) empezaron a pensar que algunos de sus sufrimientos pod¨ªan estar relacionados con la radiactividad. Malformaciones y cierto tipo de c¨¢ncer ¨®seo han movilizado a cuatro pueblos sin que, de momento, encuentren eco en sus m¨¦dicos, que consideran la incidencia dentro de lo normal. Pero los vecinos reclaman un estudio epidemiol¨®gico. En cierto modo, ya est¨¢ en marcha. El Instituto Carlos III lleva a cabo una investigaci¨®n sobre mortalidad por c¨¢ncer entre 400.000 habitantes pr¨®ximos a nucleares espa?olas. El Consejo de Seguridad Nuclear participa en otro en 12 pa¨ªses, que analiza a casi un mill¨®n de trabajadores.
En Almaraz, a las puertas de la central, la poblaci¨®n no s¨®lo no refiere problemas de salud, sino que se levanta en armas si le tocan el medio de su sustento. Sentadas al fresco de la tarde, las mujeres sueltan mientras remiendan: "Eso es cosa de los verdes. O de los comunistas. Aqu¨ª estamos todos muy sanos. Mire y entre a ver los chavalones que tengo en casa". Los dos reactores de la central, que echaron a andar en 1981 y 1983, generan el 10% de la electricidad nacional. Dentro de quince d¨ªas, la central parar¨¢ tres meses para la recarga del combustible y para cambiar los generadores de vapor, rotores de las turbinas y tapas de las vasijas. Una operaci¨®n de 47.000 millones de pesetas, que dar¨¢ trabajo a 1.900 personas, aparte de las mil de plantilla.Veinte kil¨®metros m¨¢s all¨¢, en Jarandilla de la Vera, Jaraiz y Talayuela, mentar la central es mentar al demonio. Jacinto Torrecilla no se acerca a la zona ni por los partidos de f¨²tbol del hijo. "Cosas buenas no trae eso, est¨¢ clarisimo". Contratista, de 49 a?os, Jacinto tiene una ni?a de 11 que naci¨® sin parte del brazo derecho. "Me preguntaron entonces que si viv¨ªa cerca de una central nuclear", recuerda Victoria, la madre. "Pero, bueno, al final dijeron que pod¨ªa deberse a cualquier cosa". Hab¨ªa olvidado aquella referencia hasta que M¨¢ximo Garc¨ªa, el de Talayuela, empez¨® con lo de su hijo, y adem¨¢s cayeron en la cuenta de que tambi¨¦n naci¨® sin brazo hace tres a?os la ni?a de Montse, su vecina.
La 'fuga' de 1988
El hijo de M¨¢ximo, de 13 a?os, lleva nueve meses en tratamiento por un sarcoma de Edwin, un tipo de c¨¢ncer ¨®seo. Y el chaval de un empleado suyo muri¨® de lo mismo, dice. Pero ya no habla tan abiertamente como hace un mes cuando su caso empez¨® a airearse por los medios de comunicaci¨®n. El miedo a que la historia de la radiactividad afecte al turismo y venta de productos agr¨ªcolas de la zona empieza a enfrentar a los vecinos: "Yo no quiero hacer da?o. Si lo hago, me callo y ya est¨¢". Sostiene que hay "siete casos de sarcoma en un pueblo de s¨®lo 8.000 habitantes, 19 mujeres con c¨¢ncer de mama en la ra¨ªz, cr¨ªos con malformaciones y muchos, muchos abortos".M¨¢ximo se qued¨® con la copla de la posible relaci¨®n entre el c¨¢ncer de su hijo y la radiaci¨®n cuando se lo sugiri¨® un m¨¦dico del hospital Ni?o Jes¨²s de Madrid. Ahora se ha aprendido el lenguaje nuclear y repite, como los padres de las ni?as con malformaciones, que en 1988 hubo un escape. La fuga de ese a?o se ha convertido en algo recurrente, y les cuesta creer a quienes les explican que no hubo impacto en el exterior.
Jos¨¦ M¨¦ndez, portavoz de la central, subraya: "Lo ¨²nico que pas¨® es que un tubo del generador de vapor se perfor¨®; pero la fuga era interna, del circuito primario, el del reactor, al secundario, el de la turbina". La central estuvo parada 28 d¨ªas. El CSN -un organismo independiente, controlado directamente por el Parlamento, y en el que trabajan 200 t¨¦cnicos- emiti¨® el siguiente comunicado: "Durante la fuga s¨®lo hubo escapes al exterior en forma gaseosa, en una cuant¨ªa tal que no supuso riesgo radiol¨®gico adicional para la poblaci¨®n, ni superaci¨®n de los l¨ªmites".
Los habitantes de la Vera extreme?a insisten en declararse al margen de la guerra de las nucleares. S¨®lo quieren que un estudio aclare si est¨¢n o no en riesgo. Destacados epidemi¨®logos consultados apoyan la conveniencia de hacer una investigaci¨®n de campo, incluso de oficio por la Junta de Extremadura, instituci¨®n que asegur¨® que no tiene previsto hacer un seguimiento m¨¦dico de la poblaci¨®n.
El estudio epidemiol¨®gico ya se est¨¢ haciendo, y a gran escala. Hace pocos meses, un equipo del Instituto Carlos III, de Madrid, emprendi¨® una investigaci¨®n de tres a?os para analizar la mortalidad por c¨¢ncer en los municipios espa?oles situados en un radio de 30 kil¨®metros de las centrales nucleares. Los 56.000 vecinos del ¨¢rea de Almaraz est¨¢n incluidos. En total abarca a 400.000 personas, con registros de entre 1975 y 1993. "No ha habido un desencadenante concreto para emprender este trabajo", explica su responsable, el epidemi¨®logo Gonzalo L¨®pez Avente. "Simplemente, hay que saber lo que sucede en el entorno de las centrales". En un a?o se espera obtener los primeros resultados.
Adem¨¢s, Australia, B¨¦lgica, Finlandia, Francia, Alemania, Jap¨®n, Espa?a, Suecia, Suiza, Reino Unido, EE UU y Canad¨¢ se han unido, coordinados por la Agencia Internacional de Investigaci¨®n sobre el C¨¢ncer, para realizar otro estudio de gran envergadura: evaluar el riesgo de c¨¢ncer en trabajadores de la industria nuclear expuestos profesionalmente a bajas dosis de radiaciones ionizantes. En total: 900.000 personas (en el mundo funcionan 432 centrales nucleares); 5.000 de ellas en Espa?a, en los nueve reactores nacionales. Las conclusiones, en 1999.
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