El recorte f¨¢cil
UN MES ha tardado el Gobierno en concretar a qu¨¦ cap¨ªtulos del presupuesto piensa aplicar el anunciado recorte de 200.000 millones de pesetas. Pero el plazo era en este caso lo de menos. Importaba m¨¢s conocer la filosof¨ªa presupuestaria del Partido Popular. No ha habido ninguna sorpresa. El ajuste se paga con cargo a las inversiones p¨²blicas y a las transferencias de capital. Se ha optado por la opci¨®n m¨¢s c¨®moda, aunque no sea necesariamente la m¨¢s conveniente.No se ha percibido gesto alguno por ahora de eliminar ineficiencias de car¨¢cter estructural en la composici¨®n del gasto p¨²blico. Nadie se atreve, al parecer, a hincarle el diente al importante y variado cap¨ªtulo de las subvenciones fiscales, cuya eficacia es a todas luces dudosa. Recurrir al f¨¢cil expediente de que el sector privado compense el descenso de la inversi¨®n p¨²blica es puro voluntarismo. Dif¨ªcilmente cuadrar¨¢.
A la luz de los recortes anunciados ayer no es f¨¢cil comprender la demora en la exposici¨®n p¨²blica. Salvo que se trate de un efecto adicional de un cierto clima de aturdimiento que se percibe en algunos sectores del nuevo Gobierno durante sus primeras semanas de andadura. El equipo econ¨®mico quiere transmitir firmeza, pero a menudo da s¨ªntomas de improvisaci¨®n. El frenes¨ª reformador conduce a pensar que cualquier plazo es un retraso, como ha sucedido con el recorte de los 200.000 millones.
Otro cap¨ªtulo que sigue sin despejarse es el paquete de medidas de reactivaci¨®n anunciado por el vicepresidente Rodrigo Rato la semana pasada. Medidas como la liberalizaci¨®n del suelo, de las telecomunicaciones, de la energ¨ªa o del transporte son imprescindibles, pero no basta con enumerarlas como un cat¨¢logo de buenos prop¨®sitos, y nadie cree que vayan a tener efectos estimuladores a corto plazo. Es poco probable que el anuncio de revisar algunas cargas fiscales de las peque?as y medianas empresas -los impuestos de actividades econ¨®micas y sucesiones o la actualizaci¨®n de balances- tenga un efecto de reactivaci¨®n inmediato.
El debilitamiento que se aprecia en nuestra econom¨ªa no es en modo alguno espec¨ªficamente espa?ol. Todos los pa¨ªses europeos acusan los efectos de esa pausa c¨ªclica en su crecimiento, y ¨¦stos son m¨¢s preocupantes por cuanto esas econom¨ªas afrontan estrategias de ajuste presupuestario por las obligaciones derivadas del Tratado de Maastricht. El Gobierno no lo tiene f¨¢cil. Debe tratar de conciliar el cumplimiento de las condiciones de convergencia, a las que los mercados financieros prestan especial atenci¨®n, con la reanimaci¨®n de una econom¨ªa que amenaza con el estancamiento, lo que tendr¨ªa p¨¦simos efectos sobre el fr¨¢gil mercado del trabajo.
En todo caso, el Gobierno debe evitar algunos de los errores en los que ha incurrido en sus primeras cuatro semanas. Sobre todo, esa predisposici¨®n a "amagar y no dar" de la que hace gala. Es hora de gobernar y no de lamentarse sobre herencias, reales o supuestas. Porque tales actitudes pueden dar al traste con una de las escasas fuentes de reducci¨®n del d¨¦ficit p¨²blico que se ofrecen el pr¨®ximo a?o: la derivada del descenso de la prima por riesgo que se exige a los activos financieros en pesetas. Tropiezos adicionales pueden acabar precipitadamente con esa favorable etapa que desde hace m¨¢s de un a?o disfrutan nuestros mercados de deuda y divisas.
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