El nuevo 'apostolado' de Sendero Luminoso
Las columnas del sucesor de Abimael Guzman, irrumpen en las aldeas peruanas prometiendo no matar indiscriminadamente
ENVIADO ESPECIAL Viajando por las alturas ayacuchanas de Huanta en abril de 1994, el profesor Carlos Degregori escuch¨® a un dirigente serrano hablar sobre Los Matadores. Espantado a¨²n, el campesino recordaba el bestial aspecto de aquel ariete de la Infanter¨ªa peruana contra Sendero Luminoso: "En una jaula nom¨¢s paraban. Por una ventanita les daban alimentos. Eran varones, pero hasta ac¨¢ [se?al¨® la cintura] ten¨ªan el pelo. Una vez a un tuco [senderista] le metieron en la jaula y le abri¨® el coraz¨®n, y la sangre que sal¨ªa chupaban". Degregori le crey¨®, pues un infante de marina hab¨ªa testimoniado ya sobre el salvajismo de ese pistolero de Rambo y el ?akaq de la leyenda andina, seres que asesinaban para robar la grasa de sus v¨ªctimas.
Corr¨ªa a bombazos la d¨¦cada de los ochenta en Per¨², hab¨ªan ca¨ªdo cerca de 30.000 personas, y la dinamita de la guerrilla mao¨ªsta estallaba ya en la capital, sin poder evitar el Gobierno de Alan Garc¨ªa la progresiva desintegraci¨®n del Estado y el abatimiento emocional del pa¨ªs. "Cuando Sendero se desplaza a Lima con fuerza, hacia el a?o noventa, ten¨ªa la impresi¨®n de que aqu¨ª pod¨ªan ganar m¨¢s gente que en el campo", confiesa el antrop¨®logo del Instituto de Estudios Peruanos, autor de dos libros sobre la violencia pol¨ªtica y profesor en Ayacucho, cuando el fundador del iluminado grupo, Abimael Guzm¨¢n, era director del claustro. "Yo recib¨ªa los cheques firmados por ¨¦l", sonr¨ªe. Pesimista por primera vez, Degregori tem¨ªa el encuadramiento guerrillero de la legi¨®n de j¨®venes mestizos, provincianos, analfabetos, o hijos de emigrantes, frustrados por la crisis. Eran millones viviendo en un pa¨ªs donde nada funcionaba: ni el equipo de f¨²tbol ni el presidente.
Fueron los a?os de Los Matadores, de las rondas y el terror indiscriminado, de los pelotones antisubversivos con pasamonta?as negro, del Ej¨¦rcito y la polic¨ªa ensangrentando selvas y serran¨ªas, persiguiendo a columnas guerrilleras que irrump¨ªan en las aldeas predicando la revoluci¨®n mundial a escopetazos. Los vecinos eran convocados a la plaza, recib¨ªan all¨ª dogmas de obligado cumplimiento, y quienes eran encontrados revisionistas, soplones ad¨²lteros o rateros reincidentes mor¨ªan degollados a la vista de todos.
Aquellas columnas de adoctrinados promet¨ªan a los j¨®venes un futuro que ninguno esperaba. Entrar en Sendero Luminoso, aseguraban los catequistas, era garant¨ªa de ¨¦xito. Arturo lo vivi¨® as¨ª: "Dec¨ªan que Ayacucho iba a ser zona liberada en 1985. Una famosa ilusi¨®n que han creado a los muchachos era que, ya. pues estamos en el 81, para el 85 va a ser una rep¨²blica independiente, ?acaso no quieres ser ministro?".
Las Fuerzas Armadas sufr¨ªan deserciones masivas, los funerales por la senderista Edith Lago concentraban a 10.000 personas, las desarrapadas huestes de Guzm¨¢n cercaban las v¨ªas de abastecimiento de Lima para someterla por hambre. Uno de los capitanes senderistas en el r¨ªo Cachi distribu¨ªa las tablas del prometido reino: "Ay, Jes¨²s" deber¨¢ ser sustituido por "Ay, Gonzalo".
Pero Abimael Guzm¨¢n, Presidente Gonzalo, de 60 a?os, pudo ser capturado en 1992. Brazos en alto, bailaba Zorba el Griego con una jefa miliciana cuando fue prendido. Inmediatamente se le mostr¨® en camiseta blanca de tirantes, panz¨®n, rid¨ªculo; gesticulante en una jaula de fieras luego; vestido de presidiario a rayas, se aferraba a los barrotes y maldec¨ªa a periodistas y polic¨ªas. Cundi¨® el des¨¢nimo entre su gente, y se instal¨® la confusi¨®n cuando el or¨¢culo llamaba desde la celda del Callao a deponer las armas y acogerse a un acuerdo de paz. Adem¨¢s, piropeaba a los cuerpos de seguridad. Durante mucho tiempo, el camarada Feliciano, ?scar Ram¨ªrez Dur¨¢n, de 44 a?os, hijo de un general y su relevo en la lucha por un mundo. en perpetua armon¨ªa, sostuvo que aquel esperpento era un impostor.
Transcurridos cuatro a?os desde la trascendental ca¨ªda, el nuevo Sendero Luminoso, un octavo del original, se mueve en el norte con unos 500 hombres. Aunque a veces llegan a Lima, parecen encaminarse hacia la colombianizaci¨®n; carentes de apoyo social determinante, sobreviven en los montes o catacumbas lime?as esperando el naufragio de la precaria recuperaci¨®n econ¨®mica nacional y la resurrecci¨®n de la desesperanza. "Dec¨ªan que para 1990 iba a haber Rep¨²blica de Nueva Democracia. Yo creo que ser¨¢ para el 2000 ser¨¢", reflexion¨® el senderista Nicario.
La labor de zapa en universidades, las homil¨ªas anunciando una nueva ola revolucionaria en el amanecer del tercer milenio son ahora m¨¢s discretas, bald¨ªas y de magros resultados, porque las nuevas generaciones de peruanos act¨²an bastante ajenas a la pol¨ªtica, y entre los desahuciados ofrece m¨¢s el narcotr¨¢fico.
Trabajan por el imposible maoista unos mil leales, entre ellos dirigentes llegados del extranjero, cuadros intelectualmente preparados que fueron apartados por Guzm¨¢n cuando en el seno del partido le hac¨ªan sombra o rechazaron por prematuro el alzamiento militar de 1982. Carlos Tapia, de 54 a?os, es uno de los grandes expertos a punto de publicar un libro sobre el tema, se?ala en un mapa las rutas y previsible ubicaci¨®n de los felicianos, cuyo n¨²mero total es dif¨ªcil de calcular al distribuirse entre el Ej¨¦rcito Guerrillero del Pueblo, el partido y los comit¨¦s populares. Hace cuatro a?os, los senderistas organizados eran unos 8.000: 4.000 de ellos en el EGP, otros 2.600 en el partido...
"?Cu¨¢l es ahora la principal discrepancia ideol¨®gica entre ellos? Pues determinar si el pensamiento Gonzalo habita en la corporeidad viviente de Abimael Guzm¨¢n en la base naval del Callao, o si el pensamiento Gonzalo ya anida entre los miembros del partido comunista-Sendero Luminoso libres y combatiendo". No sorprende, ni debe parecer grotesca, la precisi¨®n de Tapia a tenor de las resoluciones del comit¨¦ central en ese sentido: hace 15 .000 millones de anos comenz¨® la transformaci¨®n de la materia; hace 400 millones se descubri¨® la nucleprote¨ªna, y dos millones de a?os atr¨¢s, el cerebro. ?ste ha ido generando pensamientos, entre ellos, el pensamiento Gonzalo, que permite ver la realidad como es, no como aparenta ser; o sea, desnuda las leyes que rigen el desarrollo de la naturaleza, de la sociedad y de los dem¨¢s mortales. "?Ves lo importante que es que el pensamiento Gonzalo anide en la base del Callao?", dice Tapia.
Tapia los ha conocido a casi todos. Ahora trabaja en Ceprodep, una Instituci¨®n que se ocupa de los desplazados, unas 800.000 personas huidas del teatro de operaciones, la mayor¨ªa campesios. Carlos Tapia fue durante 17 a?os profesor en Ayacucho, su alumnado era senderista, y ¨¦l mismo ense?aba El capital, cap¨ªtulo por cap¨ªtulo, cuando cay¨® en la Bolivia profunda el guerrillero Ernesto Che Guevara.
Con ese cargo, Tapia y Degregori fueron amenazados. "Perros, os vamos a matar como a ratas, uno a uno", les escrib¨ªan. Tapia iba a clase con pistola tras la sentencia de 1972. El caso es que a la muerte del idealista argentino decidi¨® dedicar una clase a la glosa de lo ¨¦pico y ejemplar de su pensamiento, a los aspectos m¨¢s destacados del diario de campa?a del l¨ªder miliciano ejecutado en 1967, que publicaba por esos d¨ªas un diario local. "Yo todav¨ªa sigo siendo un hombre de izquierdas, eh". Hab¨ªa concluido el emocionado recordatorio del Che y tomaba un caf¨¦ cuando vinieron en su busca.
Le aguardaban en el auditorio de la universidad 300 silenciosos estudiantes. En la primera fila del sal¨®n, la ¨²nica silla vac¨ªa: la suya, y en la mesa presidencial, severo, Abimael Guzm¨¢n, el m¨¢s grande m4rxista, leninista, mao¨ªsta viviente., "Esta es", vino a decir el infalible, "una reuni¨®n de emergencia porque algunos profesores tratan de confundir, est¨¢n diciendo no s¨¦ qu¨¦ cosas sobre tipejos peque?o burgueses como Guevara. Esperamos que s¨®lo sea una confusi¨®n; s¨ª, seguramente est¨¢n confundidos". Ah¨ª detuvo su mirada sobre el profesor Tapia, quien se levant¨® solito. Nadie le acompa?¨®. "Me sal¨ªan las l¨¢grimas de ira. Era muy jodido referirse as¨ª a la muerte del Che".
Contrario el contexto nacional e internacional, siempre hostiles,y mejor armadas las rondas campesinas, las menguadas tropas de Feliciano atemperan su cruenta pr¨¦dica y reconocen errores.. Ya no matan indiscriminadamente a dirigentes sociales, y sus principales objetivos son los cabecitas negras, los batallones antisubversivos coste?os que llegaron calzando pasamonta?as negros contra el fr¨ªo de las sierras y compartieron esa prenda con los ronderos. Se observan adem¨¢s otros cambios, puestos de manifiesto en un caso conocido por este enviado: no hace mucho, una partida de senderistas irrumpi¨® de madrugada en un albergue de ni?os hu¨¦rfanos del norte de Lima.
"Argumeta, no te calles"
Su portavoz, con un discurso de cinco horas de cierta altura, agradeci¨® la labor asistencial del centro y pidi¨® espacio para 16 nuevos hu¨¦rfanos. No lo hab¨ªa. Uno de los cinco instructores debi¨® acompa?arles, pero s¨®lo como gu¨ªa, dijeron. Regres¨® cuatro d¨ªas despu¨¦s. Le hab¨ªan secuestrado junto a otras cinco personas. No fueron torturados ni les pegaron. S¨®lo les hablaban: desde las cinco de la ma?ana hasta las once de la noche. "Discute, discute, argumenta, no te calles", instaban. Era el nuevo apostolado a la brava del camarada Feliciano, lugarteniente militar de Abimael Guzm¨¢n en los a?os gloriosos, la nueva espada flam¨ªgera de una cruzada convencida de su unci¨®n por el destino y, por tanto, inasequible al desaliento. "Pueden recuperarse. Han demostrado la voluntad pol¨ªtica m¨¢s fuerte de toda la historia de Per¨²", teme Degregori.
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